Los retos que aguardan a los dos bloques económicos. Por Rafael Fuentes
A la hora de encarar un balance económico de 2014 en el extenso ámbito iberoamericano y prevenir las expectativas que se avecinan en 2015, resulta inestimable la información que proviene de los distintos bloques comerciales configurados en las últimas décadas en ese espacio, descollando dos organizaciones preeminentes: la Alianza del Pacífico y el Mercado Común del Sur (Mercosur). El pronóstico económico global de Iberoamérica para 2015 no es halagüeño. El conjunto de la región acaba 2014 con un decepcionante crecimiento del 0,9 %, una cifra adversa tras el desarrollo ininterrumpido durante toda una década. Sin duda, el espectacular aumento en ventas de materias primas, espoleado por las compras de la República Popular China, así como la generosa financiación del dragón asiático, fueron la punta de lanza de esa expansión, ahora puesta provisionalmente en suspenso.
Sin embargo la cifra global resulta engañosa. Hay zonas donde la actividad se desploma de un modo vertiginoso, mucho más profundamente de lo que indican las cantidades totales para toda Iberoamérica. Otras, por el contrario, cobran un renovado impulso para 2015 con datos macroeconómicos más que esperanzadores. En el primer caso debemos incluir el desenvolvimiento de Mercosur. Un bloque económico fundado en 1991 mediante el Tratado de Asunción, compuesto por Paraguay y Uruguay y muy señaladamente por las finanzas de Argentina, Venezuela y Brasil, que constituye el mayor productor mundial de alimentos y posee las más grandes reservas mineras y energéticas de todo el planeta, en especial a través de los enormes yacimientos de oro negro explotados por las compañía brasileña Petrobás y la venezolana POVSA. Esto no impide que Mercosur esté entrando en una fase de desmoronamiento.

En este derrumbe confluyen varias causas adversas, pero al mismo tiempo se percibe una política económica del conjunto del bloque que actúa contra toda lógica y que sirve de ejemplo negativo de la dirección a seguir. Cierto que los principales socios han encontrado hondos obstáculos nacionales que requerirá tiempo remover. La potencia emergente que es Brasil no ha registrado prácticamente ningún crecimiento en 2014, con un Gobierno envuelto en escándalos que afectan particularmente a Petrobras. En Argentina, las postrimerías del mandato de Cristina Fernández entrecruzan una caótica pugna por la sucesión con la entrada del país austral en un periodo de recesión. La caída libre de la economía venezolana aventura alcanzar proporciones históricas, con una inflación que se va aproximando al 100 % anual y un devastador hundimento del Producto Interior Bruto (PIB). En los tres casos, el descenso del precio del barril de petróleo por debajo de los sesenta dólares por libro ha supuesto un mazazo inesperado, pero no es el motivo profundo del estancamiento o retroceso.
Si se examina con detalle la política económica de Mercosur, se evidencia que el libre comercio entre las naciones que lo forman se combina con una actitud proteccionista hacia los grandes polos financieros. La retórica antiimperialista de sus clases dirigentes se ha traducido en fuertes barreras frente al comercio norteamericano y vastos recelos al proveniente de la Unión Europea (UE). Las expropiaciones, el programa de nacionalizaciones o los incumplimientos, en su caso, en el pago de la deuda externa, son los lastres de fondo que minan a Mercosur. El clientelismo y la ideología populista dominante han provocado que los beneficios obtenidos en la época de bonanza se hayan diluido, en vez de emplearse en la diversificación de la economía de cada país, la creación de nuevas áreas empresariales, la construcción de infraestructuras y un ahorro interno con el que hacer frente a los giros hostiles de la actividad económica. En esta política y en estos errores están las razones de fondo de la parálisis de Mercosur. Sin ellas, la caída del precio del crudo y la ralentización de las importaciones chinas, no habrían causado un verdadero daño. Ha sido el modo de gestionar su formidable riqueza natural lo que ha convertido a Mercosur en una losa en el desarrollo iberoamericano con vistas a 2015, cerrando el año que ahora termina con una contracción generalizada del 0,5 %.
En el polo opuesto, ha de situarse al otro gran bloque económico iberoamericano, la Alianza del Pacífico, que se materializó en 2011 por la Declaración de Lima, incluyendo en su seno a Chile, Perú, Colombia y México. Las mismas adversidades que han golpeado a Mercosur, repercuten por igual en la Alianza del Pacífico: la bajada del barril del crudo y la desaceleración de las compras de Pekín. Pero su impacto no ha tenido el mismo desenlace ya que su política económica se ha guiado por directrices muy distintas a las que caracterizan a Mercosur. Ante todo, la Alianza del Pacífico no solo ha generado un espacio de conexión interna, sino que ha evitado el proteccionismo frente a las grandes potencias industriales, alentando los tratados de libre comercio con Estados Unidos, la Unión Europea y los mercados orientales.
Desde su creación, los países de Mercosur, con Argentina y Venezuela a la cabeza, inculparon a la Alianza del Pacífico de ser un supuesto instrumento norteamericano para intervenir en Hispanoamérica y asegurarse un expolio que quebrase la soberanía económica de los países hispanos que se adhiriesen. Los hechos han demostrado la falsedad de esa radical descalificación. Las naciones integradas en la Alianza del Pacífico no han sufrido ningún expolio, sino que muy al contrario exhiben hoy los mejores resultados en sus economías internas. No solo han eludido el letargo y recesión de Mercosur, sino que sus datos reflejan un crecimiento en todo 2014 con una clara tendencia a mejorar aún más en el nuevo año.
No únicamente la apertura al exterior, gracias a carecer de un trasnochado credo antiimperialista, activa los resultados de la Alianza. La pronta percepción del Pacífico como el área de mayor actividad comercial del planeta y la toma de medidas para facilitar la exportación tanto a China como a Japón, Corea y otros países emergentes en la ribera asiática del Pacífico, han involucrado a la Alianza en la zona de más tráfico comercial del mundo. Atemperar el intervencionismo estatal, eludir cualquier tentación expropiatoria, el cumplimiento puntual de sus obligaciones internacionales, las inversiones en infraestructuras y el inicio de una diversificación económica frenando el clientelismo populista, son realidades que en su conjunto han logrado que la Alianza del Pacífico atraiga más del 40 % de la inversión extranjera directa en Iberoamérica, capitalizando el 50 % de su comercio total y representando el 33 % de su PIB. De este modo, la Alianza del Pacífico se ha convertido en pocos años en el verdadero motor del desarrollo iberoamericano. Si los países de Mercosur están abocados a la parálisis o el hundimiento, los que integran la Alianza han concluido 2014 con un alza del 2,8 % y una expectativa del 4 % para 2015.
En estas circunstancias, no es de extrañar que Panamá se apreste a incorporarse a la Alianza, una vez aclaradas las acusaciones sin fundamento con las que se trató de desprestigiarla. Costa Rica sigue de cerca esta trayectoria para tomar una decisión, y en algún país de Mercosur, como Uruguay, ya se ha abierto el debate para cambiarse de bloque económico. La llegada de Michelle Bachelet a la presidencia de Chile, más afín a la ideología izquierdista de Mercosur, ha activado una aproximación de la Alianza hacia Mercosur, confirmada por la IX Cumbre de la Alianza del Pacífico celebrada en México. Pero pese a las declaraciones de intenciones, se da por hecho que un acercamiento no conducirá en ningún caso a una fusión entre dos organizaciones con principios económicos antagónicos.
Mercosur se ha vuelto obsoleto. Brasil ya no necesita de él para relanzarse como gigante económico. Argentina y más todavía Venezuela tienen la oportunidad de aprovechar los cambios políticos que se avecinan en 2015 para dar un enérgico volantazo a sus directrices económicas y dejar de autoinfligirse daños inútiles. El modelo a seguir está en las pautas marcadas por la Alianza del Pacifico. De hacerlo, el conjunto de Hispanoamérica vería despejadas las incógnitas que ahora se acumulan sobre su futuro. De ser así, esta década que atraviesa su ecuador sería un nuevo decenio ganado para el crecimiento en un ámbito hispanoamericano con todas las condiciones para convertirse en una economía puntera que abandone de una vez por todas el subdesarrollo.