TRIBUNA
Europeos
Juan José Laborda
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1718lamartingmailcom/12/12/18
jueves 02 de abril de 2015, 19:36h
La liturgia cristiana de estos días, que solemniza la muerte y resurrección de Jesús, fue siempre un signo de la cultura europea. El relato del terrible fin del Hijo de Dios e Hijo del Hombre, además ser el acto fundacional de una fe diferente a la mosaica, será también la última tragedia. Uno de los primeros europeos profesos, J. W. von Goethe, escribió un ensayo luminoso en el que sostenía que la tragedia, es decir, el hombre arrastrado por el destino a una muerte sin sentido, encuentra en la ejecución de Cristo su última expresión, pero que con su resurrección, la tragedia desaparecerá en la civilización cristiana, y en sus manifestaciones artísticas, pues después de la resurrección de Cristo alcanzan sentido todas las muertes. Esa era la originalidad del cristianismo para Goethe.
El choque del avión de Germanwings con los Alpes franceses nos plantea la duda sobre si esas muertes han sido una tragedia. Parece que los actos del desgraciado y maldito copiloto, estrellando el Airbus sin remedio, tuvieron algo de destino irremediable. Pero cuando hemos sabido cuál fue la causa de las muertes, el hecho terrible dejó de ser una tragedia, ya que su explicación le confirió tan sólo la dimensión de un drama. En cuanto al copiloto, su maldad no fue trágica, sino dramática, y fue el fiscal francés de Marsella, el competente y humano Brice Robin, quien precisó que con su mortífero proceder, el copiloto buscaba más destruir el aparato que matar a sus restantes 149 viajeros: "La interpretación más plausible es la voluntad del copiloto de querer destruir este avión”, manifestó a los familiares de las víctimas, y después a los informadores, para sostener acto seguido que no se trataba de un acto terrorista, sino probablemente sólo una acción cometida por un enajenado, que actuó como un idiota moral.
Las noticias dramáticas como esta, incluso mayores, como las que nos llegan de la geografía torturada de guerras civiles, en Siria y en otros países, producen emociones que duran poco, a veces lo que tardan en llegar los espacios informativos deportivos o los dedicados a predecir el tiempo atmosférico (esto último importantísimo, en tiempo de vacaciones y viajes).
La distancia que va de las emociones a los sentimientos es parecida a la que encontramos del drama y la comedia a la tragedia. La secularización de las sociedades cristianas europeas ha trivializado las muertes violentas y todo tipo de mortandades, sin salvar asesinatos masivos, y esos suicidios mortíferos, que son propios del fanatismo terrorista musulmán, en este Occidente que siente pasión por las emociones, pero que tiene dificultades para compartir sentimientos, como expresó el copiloto de Germanwings a su novia, son una tentación para cuantos creen -cuantos tienen fe-, en que con sus suicidios obtendrán la fama que no pudieron lograr en sus profesiones, a la postre, en su vida.
La estupidez, hacer el mal para todos incluyéndose a uno mismo, está en la base del drama de los Alpes franceses. La acción del copiloto no tiene más entidad que la que Andy Warhol pronosticaba para los famosos del mundo “pop”: cualquiera podía ser famoso por cinco minutos. Por eso mismo yo omito el nombre del copiloto, que detesto recordarlo.
Sin embargo la Unión Europea, en esta situación dramática, ha aparecido como heredera de esa Cristiandad europea, movida por la piedad con sus semejantes. Ahora que tanto se despotrica contra “Bruselas” y la “política de las instituciones europeas y nacionales”, habrá que resaltar “el perfecto engranaje de cooperación europea”, como ha escrito, refiriéndose a este suceso lamentable, Fernando Vallespín, un notable politólogo español. Se pregunta Vallespín que hubiera sucedido en Alemania, y también en España, si el accidente de los Alpes hubiese afectado a un avión de algún país del sur europeo, por ejemplo, un vuelo de bajo costo como “Iberia Express”. Las acusaciones, y las autocensuras, hubieran surgido, acusando a los países del sur de negligentes, faltos de organización, en suma, de poco serios como europeos. Al mismo tiempo, Fernando Aramburu, uno de los más lúcidos escritores de nuestros días, autor de “Viaje con Clara por Alemania” (2012), nos ha descrito, en un artículo periodístico reciente, el tremendo golpe que Alemania ha recibido en su autoestima con la noticia de que su línea aérea, la joya de su corona en organización y seguridad (tenemos los mejores pilotos del mundo, dijo el presidente de Lufthansa antes de saberse lo peor), no detectó que uno de sus pilotos era un chiflado, al que no se debería dar el carnet de conducir ni de una moto.
Y en los mismos días, en Cataluña había quienes volaban fuera de Europa y del sentido común. Francesc de Carreras, un competente y valiente profesor de Derecho Constitucional, ha escrito este párrafo: “Como de la tragedia a la comedia solo hay un paso, el acuerdo del pasado lunes significa que estamos ya en la fase de la pura comedia, protagonizada de nuevo por Mas y Junqueras.” Está clarísimo, otros pilotos suicidas.
Consejero de Estado-Historiador.
JUAN JOSÉ LABORDA MARTIN es senador constituyente por Burgos y fue presidente del Senado.
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