El fin de una época
lunes 26 de mayo de 2008, 19:00h
Finalmente, se ha confirmado la muerte de Pedro Antonio Marín, fundador y máximo líder de las autodenominadas Fuerzas Armadas Revolucionas de Colombia -FARC-. Después de sesenta años de vida guerrillera, que lo habían convertido en el guerrillero más viejo del planeta, quien habría de hacerse llamar Manuel Marulanda Vélez (como homenaje a un dirigente sindical asesinado en los años cincuenta), muere habiendo logrado convertir una guerrilla de bases campesinas en una poderosa organización político-militar que, en los últimos años ha sido determinante en las elecciones presidenciales y en la agenda gubernamental del país.
En las elecciones presidenciales de 1998, los contactos con Marulanda Vélez, para un acuerdo de paz con las FARC, le dieron la victoria al conservador Andrés Pastrana. Y cuatro años después, la propuesta de derrotar militarmente a las FARC, le daría el triunfo del liberal disidente, Álvaro Uribe Vélez, para el periodo presidencial 2002-2006.
En los últimos años, bajo el mando de Marulanda Vélez, las FARC habían concentrado todos sus esfuerzos en una campaña por el reconocimiento del status beligerancia a las FARC, que no sólo le asegurara recuperar el carácter político de su acción militar, sino que también le permitiera quitarse de encima la calificación de terroristas que habían logrado imponer los gobiernos de Pastrana y Uribe en Europa y los Estados Unidos.
Las negociaciones para llegar a un acuerdo humanitario que permitiera la liberación de los secuestrados en su poder, se habían convertido en la carta principal con la que las FARC buscaban lograr ese objetivo.
Marulanda Vélez desaparece en un momento en que las fuerzas armadas colombianas han logrado infringirle duros golpes a la cúpula de la organización. Las muertes de Raúl Reyes e Iván Ríos, no sólo significaron el primer golpe directo a la estructura del Secretariado de las FARC, sino que también pusieron en evidencia un escenario de aislamiento territorial al que pudo estar sometida la máxima dirigencia de la organización guerrillera.
Sin embargo, esta vez las FARC han reaccionado muy rápido. El anuncio de Timoleon Jiménez (A. Timochenko) en el sentido de que “acordamos unánimemente que a la cabeza del secretariado y como nuevo comandante del EMC esté el camarada Alfonso Cano. Como integrante pleno del secretariado ingrese el camarada Pablo Catatumbo y suplentes los camaradas Bertulfo Álvarez y Pastor Alape”, la organización guerrillera ha querido hacer llegar un mensaje de solidez institucional.
En ese escenario, la muerte de Marulanda Vélez tiene un valor más simbólico que político o militar. En realidad, la desaparición del líder guerrillero se constituye en un golpe moral para su organización, más que una baja que pueda alterar la estructura de funcionamiento de las FARC. Hay una razón fundamental para explicar esa situación. Marulanda había logrado institucionalizar la toma de decisiones en la organización guerrillera, que se plasmó en una sólida estructura jerárquica y militar. En los distintos documentos, se hace explícito que las actividades de las FARC están regidas por un Régimen Estatutario que define los principios ideológicos, la estructura organizacional, el sistema de mando, la toma de decisiones, el reglamento disciplinario y los deberes y derechos de los combatientes.
Aún cuando hay quienes sostienen que la presencia de Marulanda se constituía en un vinculo que aseguraba la unidad de la estructura institucional de la organización, en realidad con el asenso de Alfonso Cano a la máxima jerarquía de una organización tan institucionalizada como las FARC, no habría que esperar que haya grandes cambios en la agenda política o en su estrategia militar. Desde el punto de vista político, es muy poco probable que abandonen su propósito de obtener el reconocimiento de beligerancia y que, en ese mismo sentido, no hay que esperar que cambien las exigencias para la liberación de los secuestrados.
Tienen razón algunos analistas cuando dicen que, con la muerte de Marulanda, termina una época, en la que las organizaciones guerrilleras justificaban su acción y existencia en los fuertes vínculos que podían mantener con campesinos y agricultores. Habrá que esperar cuáles son los nuevos ejes políticos e ideológicos que definan el sentido y contenido de la que será la nueva época de las FARC.
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Doctor en Ciencias Políticas
PEDRO MEDELLÍN es doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de París
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