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TRIBUNA

Ante la duda, decidiendo con los principios

Juan José Laborda
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1718lamartingmailcom/12/12/18
jueves 29 de octubre de 2015, 19:48h

Vivimos una temporada en la que las encuestas electorales fallan bastante, en comparación con los años en que se confiaba todo en política a la demoscopia. En Canadá, Gran Bretaña, Escocia, Grecia, Cataluña, por referirme a elecciones recientes, los electores se comportaron de manera diferente a lo que pronosticaban los sondeos demoscópicos. No es que los encuestados mientan a los encuestadores, sino que los sociólogos carecen todavía de procedimientos para conocer cuál es el nuevo estado de ánimo de los ciudadanos y cómo son sus preferencias electorales en una época caracterizada por su falta de perspectivas de futuro.

Aunque la cólera ciudadana está remitiendo, eso no parece garantizar que estén libres de sorpresas las próximas elecciones del 20 de Diciembre. No obstante, ahora mismo, los pronósticos son que gane en votos el PP, seguido, con este orden, por el PSOE, Ciudadanos y Podemos, como partidos de tipo nacional más representativos. Parece claro que nadie tendrá mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados.

El factor nuevo en estas elecciones es que se está poniendo en duda el liderazgo de Mariano Rajoy. No se formula con los requisitos democráticos de publicidad, transparencia y existiendo candidatura alternativa, sino que se está destilando esa duda desde los círculos partidarios del propio presidente del Gobierno que, al parecer, propalan el rumor de que el partido de Albert Rivera no apoyaría una investidura de Rajoy a la presidencia del Gobierno.

Este fenómeno, que ha sido agrandado en los medios periodísticos, pone de manifiesto una estructura partidaria muy poco apta para encauzar debates como los del liderazgo; las renuncias de dos mujeres dirigentes (¡el género no es casual!), Cayetana Álvarez de Toledo y Arantza Quiroga, revelaron ese problema en el PP, común, por otra parte, a nuestro modelo de partidos.

El debate sobre el liderazgo de Rajoy va más allá, en mi opinión, de un debate sobre las formas personales o la edad de nuestro presidente del Gobierno. Debería ser, por su importancia, un debate democrático, y entonces, además de las cualidades personales del líder, el partido conservador tendría la oportunidad de dejar la ambigüedad actual, que ha permitido al PP mostrarse a la vez heredero de la AP de Fraga y de la UCD de Suárez y Calvo Sotelo.

El escaso carisma de Rajoy puede deberse a que el presidente no tiene un relato político al que referirse con alguna emoción democrática, a pesar de sus muchos años de vida partidaria, ya que los hitos más notables del pasado de AP y del PP ahora no resultan especialmente memorables. En una de sus entrevistas radiofónicas de esta semana, Rajoy reconoció su equivocación cuando negó la existencia del cambio climático, un prejuicio de los extremistas ideológicos a los que el PP lisonjeaba entonces, para oponerse a las políticas medioambientales de los socialistas. Pero esa equivocación es una larga cadena en el tiempo, que comienza con las reservas de Fraga a los Pactos de la Moncloa, seguidos por su oposición a los primeros Estatutos de Autonomía, y llegando a nuestros años, rechazando las nuevas leyes reguladoras del divorcio, del aborto o del matrimonio homosexual. A esto hay que añadir las decisiones del gobierno de Aznar en política internacional y la tremenda carga de los casos partidarios de corrupción.

De manera que el débil liderazgo de Rajoy tiene mucho que ver con los silencios obligados del PP por su pasado. Ahora se explicaría que el argumento que el presidente usa por encima de cualquier otro, rehuyendo entrar en el terreno de lo propiamente político, sea el argumento propiamente jurídico; dicho de otra manera, dejando en la esfera de los jueces, fiscales y magistrados constitucionales, responsabilidades que lógicamente son también competencia de un gobernante y del partido que lo respalda (que hacen política sin cesar).

El ejemplo más evidente es el del desafío de Cataluña. El presidente Rajoy ha invocado la ley, cosa que está muy bien, pero que resulta insuficiente. Faltan propósitos políticos, en su día referidos a un nuevo pacto sobre la financiación autonómica, y más recientemente, argumentando que su solución se basa en los fiscales y tribunales para dar la respuesta a un separatismo nacionalista que no se ha desinflado -como confiadamente dijo entonces- como un suflé.

El presidente Rajoy se verá con Pedro Sánchez y Albert Rivera, pues sabe que el error tremendo de Aznar el 11-M fue negarse a una reunión en plena campaña electoral de 2004, pero el alcance y la sinceridad de este encuentro con los dos nuevos líderes será la prueba de que Rajoy quiere y puede establecer un liderazgo cooperativo, algo que la ciudadanía premiaría electoralmente.

¿Será posible encuentros permanentes entre Rajoy, Sánchez y Rivera?¿Ha regresado para estas elecciones Pedro Arriola?¿Quién decidirá el alcance de esas reuniones, el presidente del Gobierno o el coordinador de su campaña electoral? Ciudadanos aparece como una UCD que puede desplazar al PP como una residual AP del pasado. Por eso es tan delicado el encuentro de Rajoy con Albert Rivera sobre Cataluña. Un aumento de los votos de Ciudadanos, a costa del PP, podría dar al PSOE de Sánchez la primera plaza electoral. Con la presión electoral es difícil definirse, pero ante la duda, en estos dilemas políticos, se acierta siempre decidiendo a favor de los principios.

Juan José Laborda

Consejero de Estado-Historiador.

JUAN JOSÉ LABORDA MARTIN es senador constituyente por Burgos y fue presidente del Senado.

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