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TRIBUNA

Helmut Schmidt

Juan José Laborda
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viernes 13 de noviembre de 2015, 20:41h
Esta semana ha fallecido Helmut Schmidt (1919-2015), el que fuera canciller (1974-1982) de la antigua República Federal de Alemania. Cuando cumplió 90 años, el 23 de diciembre de 2009, muchos lo celebramos, no sólo en Alemania o en Europa, sino en todo el mundo: producía alegría ver y escuchar a un hombre con muchos años que, sin embargo, seguía emitiendo vibraciones de energía intelectual, y sobre todo, intensas vibraciones morales.

El viejo canciller Schmidt fue hasta su muerte un referente para la sociedad alemana, y sus opiniones eran respetadas y asumidas por los ciudadanos corrientes, y por las élites de su país y del mundo entero. El premio Nobel de la Paz, el costarricense Óscar Arias, ha escrito que “Helmut fue el más político de los intelectuales y el más intelectual de los políticos que he conocido.”

En efecto, después de ser derribado por Helmut Kohl en una moción de censura (los liberales cambiaron de socio porque querían reducir las prestaciones sociales y el ala izquierda de su partido conspiraba contra él porque pedían más gasto público), Helmut Schmidt empezó una nueva vida como editor de la revista “Die Zeit”, un referente del mejor periodismo independiente, culto, crítico y bien escrito, uno de los pilares de la cultura democrática alemana -con su casi medio millón de tirada y su enorme influencia-, y en esa empresa cultural -sin comparación en España- Helmut Schmidt ha marcado su impronta personal y política hasta poco antes de su muerte.

Helmut Schmidt ha sido un modelo de pensamiento socialdemócrata. Cuando ocupó las más altas responsabilidades ministeriales y de gobierno, se caracterizó por un gran pragmatismo, pero un pragmatismo que se fundamentaba en la corriente filosófica del mismo nombre, que proviene del utilitarismo de David Hume, y que sirvió para armar la conciencia social de las sociedades democráticas y liberales anglosajonas. Es conocido que Helmut Schmidt fue amigo de Carl Popper, el teórico de la ciencia más importante del siglo veinte, y crítico de sus totalitarismos, y su compromiso con las libertades democráticas no fue la retórica al uso, limitada a votar alegremente por encima de todo, sino que se anclaba en lo profundo de las responsabilidades del ejercicio de los demás derechos fundamentales. Así, Helmut Schmidt, lo mismo aplicó medidas económicas keynesianas para cubrir las necesidades sociales, que se caracterizó por su inflexibilidad con las amenazas terroristas, y sobre esto último, aún se recuerda su victoria sobre la banda Baader-Meinhof, y sobre los secuestradores palestinos de un avión de Lufthansa en Mogadiscio.

En castellano están publicados diversos libros suyos, memorias y reflexiones culturales y morales, y en ellos se comprueba su inteligencia y su amplia cultura. Muy impregnado por el clásico pensamiento anglosajón, Helmut Schmidt ha sido un europeo militante. Aunque no tuvo la suerte de protagonizar momentos históricos únicos, como Adenauer, Brandt y Kohl, los otros grandes cancilleres, con su pensamiento pragmático creó las condiciones para las transformaciones posteriores. Su firmeza con los soviéticos, y su habilidad para mantenerse como interlocutor privilegiado con ellos, produjeron resultados sorprendentes, por ejemplo, las Actas y la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE, Helsinki, 1975), que supuso la universalización de los Derechos Humanos en las relaciones internacionales, y que fue la cuenta atrás del comunismo como ideología alternativa a la liberal-democrática, y la posterior implosión pacífica de la Unión Soviética.

En su libro de memorias relata sus conversaciones con Mao en Pekín, y con Brezhnev en su domicilio en Hamburgo, cuando el dirigente soviético visitó oficialmente Alemania. Con Mao discutió de filosofía, y a Brezhnev le enseñó su ejemplar del “Capital” de Carlos Marx (que Helmut había subrayado en su juventud), aunque llegó a la conclusión que el dirigente soviético no había leído nunca a autores rusos como Dostoyevski.

Hasta poco antes de su fallecimiento, Helmut Schmidt ha alentado a los gobiernos y a la opinión pública de Europa para que mantengan la iniciativa política con China y con Rusia, pues la UE no puede dejar esos complicados asuntos sólo en manos de los norteamericanos. Quien ideó la moneda única europea, el parlamento europeo elegido por sufragio universal, el Consejo Europeo como gobierno de los Estados miembros, los fondos para compensar las regiones y los ciudadanos más débiles o necesitados, ese mismo hombre de Estado señalaba una y otra vez que estuviésemos atentos a Rusia y China, para resolver los problemas que surgirán con esos países, y en suma, que los europeos nos preparemos a gobernar la globalización.

Helmut Schmidt fue solidario con la transición democrática de España. Frente a las fáciles descalificaciones a Alemania (que se parecen mucho a las que hicieron entonces los adversarios de la democracia representativa), España ha encontrado siempre simpatías entre los dirigentes alemanes, y Helmut Schmidt ha sido un ejemplo destacado, en una lista que va de Willy Brandt, pasando por Helmut Kohl, y que hoy llega hasta Martin Schultz.

Tuve la oportunidad de manifestar ese agradecimiento como español, y como presidente del Senado, cuando Helmut Schmidt pronunció una conferencia en esa Cámara en 1990, y estas líneas quieren ser un homenaje a su memoria.

Juan José Laborda

Consejero de Estado-Historiador.

JUAN JOSÉ LABORDA MARTIN es senador constituyente por Burgos y fue presidente del Senado.

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