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ENTRE ADOQUINES

Change.org, ¿sabemos por qué firmamos?

miércoles 17 de febrero de 2016, 19:59h

Todos hemos recibido en alguna ocasión – a veces la media se dispara – una solicitud más o menos desesperada, a través de alguien más o menos conocido, para que estampemos nuestra firma virtual en change.org ayudándolo así en su batalla de “pez pequeño” contra la tropelía. Pero, ¿puede darse el caso de que quien se disfraza de pececillo sea en realidad un zorrillo y la presunta tropelía, una justa causa? Por desgracia, claro que sí, aunque personalmente quiera creer que esto ocurre en la minoría de los casos. Porque en nuestra naturaleza reside por lo general la empatía, y ayudar mediante dos simples clics nunca estuvo tan al alcance de la mano. Sin embargo, igual que estamos predispuestos a apoyar a aquel que asegura necesitarlo también se nos revuelve el estómago cuando nos enteramos que quien lloraba lágrimas de cocodrilo era un caimán de tomo y lomo, que se aprovechó de nuestra bondad para fin espurio. Como poco, nos han tomado el pelo.

Un ejemplo que está ocurriendo en este mismo momento es el de la petición que en change.org se ha lanzado para “salvar” a un emblemático local de jardinería situado en el barrio de Sants de Barcelona que se llama Hivernacle. El actual responsable del negocio asegura que se ve en la obligación de marcharse porque, en primer lugar, el propietario quiso subirle la renta de manera desproporcionada y, más tarde, se negó directamente a renovarle el contrato. El anuncio de que tan verde y florido lugar, con raíces no solo en sus plantas sino también en el barrio y en la propia ciudad, vaya a desaparecer por culpa de la propiedad del inmueble ha conseguido que muchos hagan clic en change.org e, incluso, que la prensa se haga eco de “tan triste final”. En este preciso instante, ya han logrado 2.584 firmas en su petición para paralizar el cierre del establecimiento y, de paso, para reclamar al ayuntamiento que medie entre inquilino y casero. Pero, ¿qué puede mediarse cuando ya hay, precisamente de por medio, una sentencia judicial en la que queda bien claro que la única parte que incumplió el contrato fue quien ahora solicita intervención municipal y popular?

Lo menos que podemos exigir cuando alguien nos pide que le echemos una mano contra la injusticia que dice vivir, es que se trate de auténtica injusticia. Algo tan simple y de sentido común como que se nos diga la verdad y, ya puestos, que no utilice el miedo a los peces grandes (o gordos) como arma de movilización vecinal. Me explico: según el actual responsable de Hivernacle, cuando él se marche, en cumplimiento del correspondiente mandato judicial firme, la maldición de las culebras caerá no solo sobre el local que lleva ocupando tanto tiempo sin pagar, sino que, para colmo de males, una siniestra mano se encargará de convertir el espacio en el peor de los agujeros negros que hoy en Barcelona se puedan imaginar. El infierno en forma, nada más y nada menos, de apartamentos vacacionales, es decir, esos antros convertidos en zona cero después de que jóvenes turistas extranjeros arramplen con todo el arsenal de alcohol que hayan podido adquirir y, a continuación, beber medio en pelotas, con la música a todo trapo y meando el líquido que no llegó a sus venas desde el balcón a la calle. Un horror que, sin embargo, los vecinos deberían saber que no va a ocurrir. El acristalado y mítico local que alberga el Hivernacle seguirá adelante con su actividad dedicada a plantas y flores. Lo importante es que, además, a partir de ahora lo haga de manera justa para todos. Sin mentiras ni demagogias.

Alicia Huerta

Escritora

ALICIA HUERTA es escritora, abogado y pintora

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