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TRIBUNA

Premio para un criollo

Natalia K. Denisova
sábado 23 de abril de 2016, 18:22h
Ha llegado el ansiado gesto del gobierno para homenajear al grandioso escritor Miguel de Cervantes. El jueves en la Biblioteca Nacional los indocumentados de turno ejercieron de palmeros de Fernando del Paso, novelista mexicano, a quien le ha tocado el premio Cervantes de este año. Y, como el premio ya hace años que no se entrega por los méritos, sino porque toca como si fuera el premio de la ONCE, el premiado lo celebró con una borrachera de tequila malo. Mientras pasaba la resaca, escupió contra el viento: “los españoles impusieron en México”, antes conocido como el virreinato de la Nueva España, “el castellano a sangre y fuego”.

Si el premiado y sus palmeros se hubieran atrevido a consultar los fondos de la Biblioteca Nacional que los acogía, se hubieran ahorrado repetir lugares comunes, prejuicios y viejas ideologías que provocan náuseas. Todas huelen a un ajado nacionalismo criollo rancio y antiguo. Si Fernando del Paso, excelso ejemplo de esta corriente que hace alarde del odio a sus antepasados, se hubiera atrevido a abrir algunas de las obras que resguarda la gran Biblioteca Nacional de España, habría descubierto algo más que “imposición” del castellano en América.

Veremos sólo un caso que pone en cuestión su competencia intelectual para hablar de la historia del gran país que es México, que nunca se podrán comprender sin la historia de Nueva España. Recordemos, en efecto, la historia familiar de Fernando de Alva Cortés Ixtlilxóchitl, célebre escritor “indígena”, según inculca la propaganda de la academia mexicana. Fernando de Alva, llamado así en honor de Hernán Cortés y cuyo segundo apellido normalmente se omite, tuvo tres abuelos españoles y fue educado en el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco donde aprendió náhuatl, latín y castellano. A diferencia de sus hermanos que se conocen como Alva, Fernando optó por el apellido materno Ixtlilxóchitl, según los investigadores actuales como Bradley Benton, porque esta opción le daba una ventaja en la disputa por la posesión del señorío que dejó su abuela doña Francisca Verdugo, hija del tlatoani de Teotihuacán. La vida de doña Francisca no deja de ser un caso para ilustrar el modo de “imponer” la lengua española, por utilizar la salvaje declaración de Fernando del Paso. Ella se casó con Juan Grande, en 1561, quien aprendió hablar náhuatl y sirvió de intérprete en la Real Audiencia de México. Doña Ana, su hija y futura madre de Fernando Ixtlilxóchitl, creció aprendiendo las dos lenguas: el náhuatl de su madre, que nunca llegó a hablar español por falta de necesidad, y el español, de su padre, traductor.

Sin duda, Fernando del Paso no conoce ni a Ixtlilxóchitl, ni a Tezozomoc, ni a Chimalpain. Tampoco le hace mucha falta, porque las ofensas de su cultura mexicana, son aplaudidas y hasta galardonadas con premios. En fin, otro día les hablaré acerca del dicho mexicano: que la conquista la hicieron los indígenas y la independencia los criollos… Quede claro: el español fue lengua de comunicación, lengua, jamás de imposición. Que lea Del Paso a Cabeza de Vaca y sabrá de lo que hablamos.
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