Desde hace algunos años, la sociedad civil impulsó en México una iniciativa muy interesante, consistente en exigirle a los candidatos a puestos de elección popular, particularmente a los políticos, que antes de emprender su camino a cargos públicos que pagaremos entre todos, declaren abiertamente acerca de tres asuntos delicados, polémicos en sus alcances y causantes de la corrupción que aqueja a nuestra impresentable clase política, efectuando:
1) Declaración patrimonial, pormenorizando sus bienes, para saber con cuál patrimonio llegan y con cuál se irán del cargo al que aspiran;
2) Declaración de intereses, definiendo sus nexos, para evitar conflicto de tales con el cargo público al que pretenden; y
3) Declaración fiscal, que permita identificar la concordancia entre sus ingresos, detectando así cualquier enriquecimiento ilícito, y de paso saberlos no evasores, con su puntual atención a las obligaciones emanadas del fisco.
¿Alguna objeción a esta iniciativa? ¿verdad qué no? ¿es cierto que no admite ambigüedades ni posturas facetas? Nada que también a España hiciera tanto bien. Así es. Porque es clarísima y no permite dobleces. Por eso no gusta a muchos políticos, los incomoda, los disloca, y destacadamente si son del PRI y del Partido Verde, uno, el gran partido saqueador de México y el otro, un “partido” mexicano (y conste que no escribí “partiducho”) aliado del PRI, pseudoecologista, que apesta a corrupción de manera aborrecible, que la destila por sus poros, con la impunidad con la cual se han conducido ambos, y han sido los grandes obstructores de que la iniciativa de momento, no se haya convertido en la Ley 3 de 3.
Desde hace algunas campañas políticas y más por compromiso político que por exigencia legal, solo algunos candidatos se han prestado a esta práctica y sin reparos han manifestado lo consultado por tal iniciativa. La gente valora si les extienden su voto o no, según los datos que arrojen. Ha sido positiva para los ciudadanos.
A la Iniciativa 3 de 3 puede darle seguimiento en su página (http://tresdetres.mx/#/) y desde luego, constataremos ahí cómo incomoda a los políticos, tanto que a regañadientes y de forma muy esporádica, se han ido sumando, con una lentitud pasmosa, frente a la cual una tortuga es un relámpago comparada con la voluntad política de transparentar sus anhelos y desempeños. Y vencido el periodo ordinario de sesiones del Congreso, el pasado 30 de abril, se ha detenido el tema alegando agotamiento del calendario legislativo y sin visos de atenderse con prontitud y seriedad en un periodo extraordinario, que como sea sería costoso y lo paga el erario, o sea, nosotros. Se atraviesan las elecciones clave del 5 de junio en varias entidades –en todas al PRI se le está acusando de compra de votos y ejercicio de violencia para amedrentar votantes– y todos los partidos hacen sus cálculos, postergando para el otoño el discutir tamaña iniciativa. Saben los partidos políticos que estos comicios pueden ser la última oportunidad de colar a sus delincuentes candidatos, impunemente cobijados por sus siglas.
Es suficientemente peligrosa tal iniciativa como para que los candidatos, los políticos en general y sus partidos, acepten de buena gana a sus condicionamientos. Antes de aceptarla, han contrapuesto su soberbia, su desdén y su ánimo poco transparente y nada colaborador de conducirse con probidad y honestidad en los temas públicos, muchas veces asumiéndolos como negocios privados, impunemente administrados.
Es aberrante la postura del Partido Revolucionario Institucional. Por un lado ha pretextado su anhelo de revisar con cuidado la iniciativa. No quiere una cacería de brujas, advierte, y por la otra, siguiendo la pauta marcada por su líder parlamentario, el exdirigente César Camacho, tan conspicuo como las sospechas que pesan también sobre su fortuna (porta relojes de conocida marca suiza con valor de 897 mil pesos c/u [42 mil 714 euros) sin que nos den los números que los justifiquen, el PRI ha advertido que desea “que en los casos de menor cuantía, en donde no hubo dolo, no haya obtenido un beneficio él ni su familia o socios y que el servidor público cubra voluntariamente el daño y/o perjuicio, no se inicie el procedimiento sancionador”. Sí, leyó usted muy bien: que el PRI desea una dispensa a quienes desvíen recursos públicos. El acto mismo que permanezca impune. Saben bien cuán complicado resulta muchas veces probar tales desvíos, pese al boquete causado al erario. Nos resulta ofensiva su idea.
Como la iniciativa ciudadana 3 de 3 es un misil de largo alcance, era menester detenerla, aunque el congreso mexicano estuviera discutiendo un paquete de leyes referidas a combatir la corrupción –en las cuales se insertaría el tema de la iniciativa aludida– y el discurso del priista Peña Nieto como jefe de Estado, consiste en jurarnos su mayúsculo interés en combatir ese cáncer político, pese a que él mismo está envuelto en escándalos de corrupción por bienes de dudosa procedencia, señalamientos sobre haber recibido jugosas comisiones a cambio de extender privilegios indecibles a constructoras y empresarios diversos y esté su esposa envuelta en adquisiciones de bienes, cuyos montos no cuadran con sus ingresos y están ambos exonerados de una manera desfachatada por su secretario anticorrupción. Que un impresentable como Peña Nieto encabece el estructurar el “sistema nacional anticorrupción” permite expresar que el chiste se cuenta solo.
La Iniciativa 3 de 3 afronta realidades a revertir y cuyo antecedente más reconocible y elocuente consiste en el priista Carlos Hank González, de insondable fortuna al amparo del ejercicio del cargo público, quien expresó con un cinismo que muchos priistas hoy lo siguen festejando, que “un político pobre, es un pobre político”. Tanta desmesura y desvergüenza quedó impune, hay que decirlo, y a ese hartazgo de la sociedad mexicana obedece la Iniciativa 3 de 3.
Total, que al PRI nunca le ha gustado la transparencia. Actúa cual si no existiera aquella y como si desconociera su significado. Siendo sinónimo de corrupción, le ha venido muy bien retrasar esta discusión si no iba a obtener una ley a modo, sin dientes y sin capacidad para encarcelar a muchos correligionarios. Cuenta el chiste que le preguntaron al distinguido priista “¿pero usted sabe qué es la moral?” Su respuesta fue lacónica: “La moral es un árbol que da moras”. Contra todo eso va la Iniciativa 3 de 3, esperando convertirse en ley en alguna muy lejana ocasión.