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¡A POR ELLOS!, por Alicia Huerta

miércoles 25 de junio de 2008, 22:19h
La pregunta que realizaba una reportera de televisión a los viandantes de la calle Arenal me ha dejado esta mañana literalmente parada. Frente a la correspondiente cámara, la periodista pedía a los que tenían el valor y las ganas de detenerse, que dijeran qué clase de sacrificio estarían dispuestos a hacer con tal de que España ganara la Eurocopa. No me digan que no era cómo para dejarte en el sitio. Y por si acaso me estaban entrando tentaciones de moverme, la respuesta de una señora muy pasados los cincuenta con pinta de ir camino de una fatigosa incursión en Pontejos ha logrado provocarme tal estado de alucinación que si al final no consigo reponerme y volver a la Tierra, a estas alturas estaría rezando para que ningún conocido me descubriera en las noticias de un canal local, haciendo de comparsa de la encuesta callejera. Dormiré esta noche tranquila, creo que me he quitado a tiempo.

La buena mujer ha contestado que para ayudar a la selección roja estaría, nada menos, que dispuesta a hacer dieta. Un sacrificio muy sano, comentaba la comentarista y yo seguía sin salir de mi asombro. La verdad es que la propuesta de la oronda señora del vestido floreado resumía bastante lo que se vive estos días después de que España derrotara, por fin, a la temida Italia. Y también antes, porque desde que se estrenó la selección en esta Eurocopa las tiendas de productos típicos ya no las abarrotan sólo los turistas sino los nacionales, a quienes hasta ahora no se les había ocurrido lo indispensable que es tener en casa una enorme bandera rojigualda o simplemente gorras, banderines, camisetas, pañuelos y hasta bikinis con los colores patrios. Y si todo esto sirve para quitarnos el complejo de nación que arrastramos históricamente, bienvenido sea.

Reconozco que yo era del grupo de pesimistas que pensaba que Italia volvería a ganar y está claro que no era sólo por mi nada deportiva admiración por su portero. Lo pensaba porque son un pueblo al que no le pesan como a nosotros los prejuicios y los complejos. Ellos se sienten siempre italianos, no sólo cuando hay competiciones deportivas a nivel internacional. Italia es, junto con el nuestro, uno de los países con más diferencias regionales, pero aunque un veneciano y un napolitano no sean capaces de entenderse si hablan sus propios dialectos o los del norte piensen que por debajo de Roma nada más que hay mafia y subdesarrollo, nunca, y mucho menos fuera de sus fronteras, dejan de ser y de sentirse italianos. Se mueven orgullosos entre sus tópicos, de los que jamás se avergüenzan, y proclaman las bondades de su cappuccino, de su pasta y de su pizza allá por donde pasan. Nunca me he encontrado a un italiano a quien haya preguntado por su nacionalidad y me respondiera que no era italiano sino siciliano. A algún español renegando de ello, por desgracia, sí.

Una delicia que me equivocara en el pronóstico, sobre todo porque más allá del buen juego, los seleccionados por el criticado Aragonés demostraron que lo del complejo de inferioridad es parte del pasado. Ojalá que con el fenómeno de la Eurocopa nos acostumbremos de una vez a ver la bandera como lo que es, el logotipo de un país, la marca de la casa, y no un distintivo de un ideario político.

Y esta noche, a por Rusia.

Alicia Huerta

Escritora

ALICIA HUERTA es escritora, abogado y pintora

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