Con la actualidad económica detenida, hoy la cosa va de mitos.
Aquiles no alcanzaba nunca a la tortuga en la paradoja de Zenón, porque se trataba de una metáfora matemática en la que el tiempo estaba detenido. Y así ocurre a menudo con las estatuas, que dialogan con un movimiento estático. Si hay algo fluido , eso es la hermética economía. En el Banco de España de Madrid puede verse el caduceo de Hermés-Mercurio –bueno, ahora no, porque están restaurando el edificio-, que ampara el comercio, las noticias, el engaño, la mentira y el robo también, todos consustanciales para el pensamiento antiguo.
Nacida bajo el influjo hermético, a la prensa económica no se le detiene el tiempo jamás –los mercados nunca duermen, que decía aquel-. La bolsa se mueve por su propia inercia, a veces locamente, sin sentido, por la propia inquietud de su naturaleza. Pero lo cierto es que lo analistas están a la espera del movimiento del muy quieto Banco Central Europeo, que no va a hacer ningún avance estratégico hasta que se dilucide qué pasa con la Unión Europea. Y eso es esperar hasta las elecciones en Holanda –este miércoles-, las de Francia y las de Alemania, donde el antieuropeísmo ya se ha hecho mayor.
Y no sólo la prensa nos explica el mundo. Ahí están las estatuas. Los periodistas financieros solían hacerse un retrato, cuando iban a Nueva York, con la estatua del toro de Wall Street que, cabreado, embistiendo, es un hito del orgullo yuppie después del traspiés bursátil del 87. Lo colocó un artista-activista en el 89, para simbolizar la fuerza del pueblo norteamericano. Durante las protestas de ‘Ocuppy Wall Street’ la policía tuvo que custodiarlo frente a los enfurecidos manifestantes. Sus más de tres toneladas de bronce han visto caer otro mito contemporáneo, el muro de Berlín, seguido del posterior derrumbe de la Unión Soviética y sus satélites.
Frente al insomne movimiento de la prensa que, como Aquiles con la tortuga, pisa los talones de la actualidad sin llegar a alcanzarla nunca, las quietas estatuas también crean sus propios mitos. Un fondo llamado State Street, que mueve la friolera de 2,5 billones de dólares, ha colocado a una niña, obra de la artista Kristen Visbal, en posición jotera –los brazos en jarra, la cabeza bien alta- enfrente del bicho.
Si finalmente se queda en Nueva York, y delante de la estatua del toro –por el momento ha cosechado un gran éxito de selfies, verdadero termómetro de la cosa- la niña de Wall Street, la niña sin miedo, permanecerá ahí, estática, como una interrogación ante la fuerza de la gran embestida. Un desafío. El siglo XXI.