A todos nos dejó boquiabiertos la rápida reacción de Estados Unidos en respuesta al ataque con armas químicas que llevó a cabo el gobierno del presidente sirio Bashar Al Assad contra la población civil. Para sorpresa de los convencidos de que Estados Unidos no ejercería más tiempo de policía del mundo, Trump decidió bombardear la base siria desde la que se había perpetrado el fatídico y cruel ataque que acabaría con la vida de más de ochenta personas, entre adultos, niños e incluso bebés. Todos ellos no eran sino nuevas víctimas inocentes de una guerra civil que se torna imparable después de seis años.
Es cierto que la decisión del presidente norteamericano no sólo ha mejorado su imagen, desvinculándole de sus posibles conexiones con Moscú, que se remontan al periodo electoral, sino que parece además haber virado la política exterior norteamericana, invitando a pensar que realmente el gobierno estadounidense está interesado en derribar del poder a Al Assad.
Es por ello que no resultaron del todo convincentes las declaraciones efectuadas por Rex Tillerson, Secretario de Estado norteamericano, cuando señalaba que no se podían deducir de esta acción cambios en la política exterior del gobierno respecto a las actividades militares de los estadounidenses en territorio sirio. Quién sabe si estas declaraciones obedecen a su probada cercanía con el mandatario ruso, que le había concedido en el año 2003 la Orden de la Amistad. Más creíbles y esperanzadoras, por el contrario, me parece que han resultado las del propio Trump cuando alentaba la cooperación de “todas las naciones civilizadas” para terminar con “la tragedia y el derramamiento de sangre en Siria”.
La imagen de Trump podría mejorar todavía más si esta decisión no queda como una mera reacción aislada al más puro nivel emocional, sino como un primer paso en aras de que Al Assad se plantee la entrada en un verdadero proceso de paz. Es cierto que ello contrastaría con el mensaje del presidente que transmitió anteriormente, durante el tiempo de campaña electoral, en el que defendía la política no intervencionista de Estados Unidos. Ahora bien, si quiere pasar a la historia como un verdadero estadista, necesita ejercer de presidente de Estados Unidos e implicarse en el conflicto sirio, tal y como lo ha hecho en los últimos días, abandonando de una vez por todas su postura aislacionista.
Corea del Norte debe tomar nota de que está ahora en el punto de mira y podría sufrir un ataque parecido al de la base siria. De hecho, los ensayos que Estados Unidos viene realizando en operaciones militares junto con Corea del Sur pueden interpretarse como una advertencia a Corea del Norte de que está jugando con fuego y puede quemarse. Esperemos que el encuentro de Trump con el presidente chino haya ayudado para persuadir a Xi Jinping de que tiene que colaborar, posicionándose en contra de los avances nucleares de la República Popular norcoreana.
El aumento del presupuesto armamentístico en Estados Unidos también induce a pensar que Trump romperá con la doctrina aislacionista. Si el sentimentalismo es lo que le mueve, entonces parece previsible que se involucrará a nivel internacional en los principales conflictos que como el sirio conducen a la muerte de inocentes a diario.
No se puede perder de vista que Trump en cuestión de horas se ha visto arropado en su decisión de bombardear la base siria por numerosos países de la comunidad internacional. De hecho, el propio ministro de Asuntos Exteriores de Reino Unido, Boris Johnson, no solo justificó el bombardeo a Siria sino que avanzó que el G-7 (compuesto por EE UU, Francia, Reino Unido, Japón, Alemania, Italia y Canadá) y la alta representante de la UE para Asuntos Exteriores, Federica Mogherini, analizarán en los próximos días la imposición de “más sanciones” a Siria, Rusia e Irán por infringir la normativa internacional relativa a la prohibición de uso de munición tóxica. Asimismo, la acción norteamericana ha sido respaldada por los líderes de España, Francia, Chipre, Grecia, Italia, Portugal y Malta, que acaban de celebrar en Madrid la tercera Cumbre de Jefes de Estado o de Gobierno del sur de Europa, así como por Alemania.
De hecho, el Palacio de El Pardo ha sido ocupado además de por Rajoy, por el presidente de Francia, François Hollande; el de Chipre, Nicos Anastasiades; y por los primeros ministros de Grecia (Alexis Tsipras), Italia (Paolo Gentiloni), Portugal (Antonio Costa) y Malta (Joseph Muscat), habiendo sido precisamente el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en calidad de anfitrión, quien ha asegurado en una declaración conjunta, en nombre de todos los presentes, que se califica de “comprensible” la acción de ataque de Estados Unidos a Siria. Muy probablemente este abrazo geopolítico a Trump por parte de los principales líderes europeos no deje indiferente al presidente norteamericano, y el fraternal gesto le ayude modificar su política exterior; en definitiva, asumiendo un mayor protagonismo en el conflicto sirio en aras de conseguir una paz que todavía se vecomo un mero pero ilusionante espejismo.