A pesar de que gran parte de la historia de algunas zonas de nuestro país están ligadas a la cultura celta, es cierto que no proliferan las publicaciones que se ubican es esa época, una etapa de caracterización oscura y muy desconocida para el gran público, pero sin duda apasionante e interesante como es el acercamiento a otras de las muchas culturas que han poblado y enriquecido España.
Por este motivo es de agradecer que Pablo Núñez -autor también de Las hijas del César, entre otros títulos-, nos aproxime a la cultura celta, y que, además, lo haga desde el punto de vista más épico y fantástico lo que le añade atractivo. El campo épico viene de la propia historia que se narra, ambientada en las luchas de poder, en las guerras y la búsqueda de la justicia. La parte fantástica viene del lado de los druidas, activos de vital importancia en muchos de los trámites de los poderosos y quizás con una imagen desdibujada por parte de algún célebre cómic.
En esta ocasión, la acción comienza cuando es destronado el rey de Erin, llamado Tautikom. Como siempre ocurría en estas situaciones se trataba de que la crueldad fuera una de las armas que sirviese para debilitar más aún al derrotado, para garantizar que no levantase cabeza. Por ello el nuevo rey de Erin, Irvyn El Blanco, manda al depuesto monarca al destierro en tierras galaicas. En este exilio le acompañará una de sus hijas, Elvia, lo que supone que se separe de su hermana Wen que sufre un destino peor, pues quedará cautiva de Irvyn El Blanco, y esto generará en ella el odio y la sed de venganza necesarios para tratar de hacer justicia.
Finalmente, tal y como el más poderoso druida de esa época presagió, ambas hermanas están avocadas a reencontrarse, pero ya no serán aquellas jóvenes hijas del rey que vivieron días felices la una junto a la otra. El reencuentro entre Elvia y su herman Wen, conocida como la Dama Blanca se convertirá sin duda alguna en un Juego de Reinas.
Estamos ante una novela de fácil lectura, de historia trepidante y con la frescura que siempre aportan los argumentos menos comercializados. Nombres rotundos, conexión con la naturaleza, magia y la pelea por aquello que cada uno entiende como legítimo, una serie de ingredientes que impregnan Juego de reinas, atrapando al lector.