En el año 2008, Murakami publicó el ensayo De qué hablo cuando hablo de correr. En él, analiza su gran afición, correr, y la relación con su vida y su trabajo. En la primavera del 2017, Tusquets ha publicado De qué hablo cuando hablo de escribir. La traducción del original japonés no es exactamente esa, sino algo así como “La profesión de novelista”. La editorial ha preferido tirar del título anterior y, aparte de razones de marketing, hay otras razones que pueden defender esta decisión: correr y escribir son dos de las principales ocupaciones de Murakami. Y una sirve para entender la otra, a pesar de su diferente naturaleza. De alguna forma murakamiana, una es una metáfora de la otra, precisamente porque son dos ocupaciones diferentes pero practicadas por la misma persona.
El libro recoge once capítulos y un epílogo. Seis de los once capítulos, aparecieron de forma seriada en una revista japonesa de literatura, Monkey. Los otros cinco y el epílogo, los escribió para completar el libro. Los temas que trata son los siguientes: la naturaleza de la novela, cómo se convirtió en escritor, los premios, la originalidad, los temas, el proceso de escritura de una obra larga, la relación entre la vida física y la íntima, la formación del novelista, la elección de personajes, el papel de los lectores y la proyección de su literatura en el extranjero. Sobre todos estos temas, y más, va desgranando su filosofía de una forma clara, metódica, amena y muy humilde. Porque Murakami, como buen japonés de éxito es una persona muy humilde, tanto que cualquiera puede llegar a asombrarse.
No nos engañemos, Murakami es uno de los escritores de ficción más exitosos del mundo. Por ello, es también uno de los más odiados. Las críticas que ha recibido y recibe dentro y fuera de Japón son variadas: su estilo no es “japonés”, su prosa parece una traducción del inglés, se repite en sus libros, abusa de marcas e iconos pop y contemporáneos, se apoya en lo internacional de forma tramposa, es banal… De qué hablo cuando de escribir es una explicación personal de su proceso de escritura, pero es también un ajuste de cuentas sutil, y muy humilde, con los que lo atacan. Y la defensa de Murakami, como buen esgrimidor de Kendo, es directa pero sutil, efectiva aunque minimalista.
De entrada, el libro es muy ameno. Es un ensayo/autobiografía honesto, sincero, directo como es difícil de ver hoy. Al cabo de un rato de lectura, uno piensa que lo importante de este libro no es la información sobre la novela, sino la relación de un ser humano con su oficio. Podía tratarse de un constructor de pianos, un cocinero o incluso un obrero. Lo definitorio es esa relación y su explicación a los demás. Está claro que los aprendices de literatos los aficionados a formas de creación artística quizá lo saboreen más, pero al final, cualquier persona que haya trabajado en su vida entenderá y valorará el relato de su experiencia.
Veamos algunas de las cosas que dice Murakami en este libro. Una primera idea es que escribir una novela no tiene un mérito especial: “Si se trata de escribir una novela, en cambio, se puede lograr sin entrenamiento específico. Basta con saber redactar correctamente (Y en el caso de los japoneses opino que la mayoría son perfectamente capaces), un bolígrafo, un cuaderno y cierta imaginación para inventar una historia. Con eso se puede crear, bien o mal, una novela.”
Lo difícil de la novela no es entrar en su espacio sino mantenerse. Muchas personas pueden escribir una novela interesante; pocas pueden escribir varias. Afirma también: “El género de la novela es, digámoslo en estos términos, una lucha libre abierta a cualquiera que quiera participar.”
De los escritores, dice también cosas muy interesantes. De entrada, los define como seres “necesitados de algo innecesario”. Además de esta intrigante definición, para él, la inteligencia excesiva es un enemigo del buen novelista. Esta afirmación puede parecer risible a un occidental, pero Murakami la explica y justifica con tesón. Para él, el novelista necesita ante todo de un ritmo, de una cadencia de trabajo. El trabajo del novelista es un trabajo acompasado con un ritmo y un tempo hasta cierto punto misteriosos, pero necesarios para forma un estilo propio con continuidad.
Muy interesante, y hasta cierto punto popular, es la anécdota de por qué y cuándo se hizo novelista. Murakami decidió ser novelista un día que fue a ver en un partido de béisbol. Ya tenía un bar de jazz en ese momento, y le iba muy bien, pero justo en el momento en el que “…Hilton bateó… En ese preciso instante, sin fundamento y sin coherencia alguna con lo que ocurría a mi alrededor, me vino a la cabeza un pensamiento: Esto es. Quizá yo pueda escribir una novela.”
La explicación de Murakami es tan Murakami que al hacerla parece del todo un personaje de Murakami. Su literatura está llena de esas epifanías, como él mismo las llama. Esta, que viene a ser algo así como el mito fundacional de su literatura, tiene una importancia capital. Murakami, como persona, se ve afectado por un acto que no tiene nada que ver con él ni con sus intenciones, pero que le lleva de forma misteriosamente directa a un cambio de vida. A partir de esa revelación y la decisión siguiente, su vida cambiará irremisiblemente. Se dedicará a escribir sin mirar hacia atrás. El análisis del narrador Murakami sobre el personaje Murakami es frío y revelador. La literatura de Murakami comenzó el día en el que se convirtió en personaje de sí mismo.
Tras ese punto de inflexión, se dedicará a buscar “algo que habita dentro de mí”. Y lo hará buscando la originalidad como forma de llegar a la libertad: “La orginalidad, en cierto sentido, no es más que uno de los resultados de ese deseo, de ese impulso de transmitir a la gente una alegría ilimitada por lo que se hace, una sensación de libertad”. La novela se convierte, de forma metafórica, en una máquina para comunicarse con otro planeta hecha con materiales humildes. Para él, “alguien capaz de escribir una novela es alguien capaz de comunicarse con los habitantes de otros planetas”.
Es difícil no caer rendido por la lucidez y la sinceridad sobre su propio trabajo. Ni por la advertencia para los que nos gusta leerle: “a partir de ahora, descenderé para buscar en las profundidades de mí mismo, en la lejanía”. Murakami, en este libro, hace una confesión que es también una advertencia para sus lectores: a partir de ahora, sus temas se acotarán a su ser y a su búsqueda interior.
Pero todo es una ilusión, porque este libro es ya una búsqueda de sí mismo. Una gran búsqueda interior hecha con suma inteligencia, sinceridad y cariño hacia su profesión. En cierta manera, Murakami nos dice que para conseguir la libertad uno tiene que convertirse en personaje de uno mismo. Y solo ese humilde pensamiento hace que la lectura de este libro valga la pena.