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La guerra del taxi

jueves 30 de noviembre de 2017, 08:18h

Este miércoles, la inmensa mayoría de los taxistas españoles ha secundado la huelga convocada por las distintas Asociaciones del gremio en protesta por lo que consideran una competencia desleal de las plataformas de vehículo de alquiler con conductor (VTC), en especial Uber y Cabify. La manifestación celebrada en Madrid ha colapsado durante toda la mañana el tráfico en la capital y ha terminado con disturbios en los alrededores de la plaza de Neptuno, produciéndose cargas policiales a las puertas del Congreso de los Diputados.

No les falta razón a los taxistas en su protesta. El vacío legal producido por la Ley Ómnibus, aprobada por el Gobierno de Zapatero en 2009, supone que la regulación del sector compete al Ministerio de Fomento, mientras que las Comunidades y Ayuntamientos se ocupan de la concesión de licencias y el importe de las tarifas.

Así, la licencia de un taxi puede costar entre 120.000 euros a 200.000, mientras que las de los coches de Uber o Cabify rondan los 20.000 euros. Es verdad que los taxis tienen grandes ventajas como contar con zonas reservadas en calles de todas las ciudades y amplios espacios en las estaciones de tren y aeropuertos, mientras que los vehículos de las plataformas solo pueden recoger pasajeros si previamente han contratado el viaje. Aunque, a menudo, los vehículos de las plataformas se camuflan en estos centros neurálgicos para captar clientes.

Se trata, en fin, de un conflicto que debe regular el Gobierno, aunque como declaraba el ministro de Fomento es preceptivo reformar la legalidad vigente, pues esa ley de 2009 sigue en vigor. Pero el problema va más allá. Los vehículos de las plataformas son más cómodos y baratos y recogen al pasajero en el lugar fijado previamente por Internet. Y, aunque hay compañías de taxis que ya se han apuntado a la Red, la mayoría lo ha descartado. En este aspecto, las plataformas llevan una clara ventaja al sector tradicional.

Costará resolver el conflicto. Los taxistas, aunque tienen que modernizar sus estructuras, pueden tener razón en buena parte de sus reivindicaciones, pero la pierden cuando molestan reiteradamente a los ciudadanos de las grandes ciudades al colapsar el tráfico y, sobre todo, cuando emplean la violencia como ha ocurrido este miércoles. Los manifestantes lanzaron bombas de humo y petardos contra la Policía en su intento de derribar las vallas de seguridad que rodean el Congreso de los Diputados y algunos de los más radicales atacaron con palos y piedras algunos coches de las plataformas de Uber y Cabify, llegando incluso a herir gravemente a sus conductores.

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