La editorial Encuentro ha publicado “Católicos en tiempos de confusión”, que firma el catedrático de Historia y sacerdote jesuita Fernando García de Cortázar. Es un libro inteligente, brillante y erudito. La portada, que luce el cuadro “Cristo ante el sumo sacerdote”, de Gerard van Honthorst, ya anuncia el tono de la obra. En un tiempo en que los católicos sufren ataques, críticas e incomprensiones a causa de su fe, esta obra da claves para comprender qué sucede y articular una respuesta.
Sin embargo, las reflexiones de esta obra tan necesaria no se circunscriben sólo a los católicos. Los tres problemas “que aquejan a los españoles en general y a los católicos en particular” – la progresiva pérdida del sentido humanista, el naufragio de la idea de España y el repliegue del catolicismo a espacios privados y personales fuera de toda visibilidad pública- han de interpelar a todo ciudadano interesado por el bien común y la participación en la vida pública. Cualquier lector que tenga interés en las grandes discusiones de nuestro tiempo y nuestro país leerá con sumo provecho estas páginas que destilan un humanismo cristiano en pleno diálogo con la modernidad.
El libro parte de la idea de que sufrimos una crisis de civilización. A partir de aquí, reivindica todo el legado de lo que llama “las grandes ideas”: “Somos herederos de la Grecia Antigua y de Jerusalén, de Roma y la cristiandad medieval, del humanismo renacentista, de la Ilustración y del liberalismo moderno”. Algunos de sus pasajes recuerdan la erudición de Benedicto XVI; otros, la prosa lúcida y conmovedora de Juan Pablo II: “Europa se construyó sobre la esperanza, no sobre el resentimiento. Europa se construyó sobre el fervor del futuro alimentado en un duro aprendizaje, no sobre el miedo al pasado estéril. Los hombres y las mujeres que decidieron fabricar un régimen de bienestar y tolerancia habían aprendido lo que significaban los tambores cercanos del fanatismo totalitario. Y se organizaron en una sociedad plural que, precisamente, deseaba olvidar la farsante unanimidad con que se les sometió a la tiranía. Por ello, la democracia cristiana, el liberalismo y el reformismo obrero ofrecieron opciones caracterizadas por el vigor de las ideologías, concepciones políticas, distintas y complementarias siempre acompañadas del respeto a las ajenas”.
García de Cortázar invita a “llenar de plenitud dos espacios: el de la sublevación moral ante la violencia del discurso, de la matanza o de la exclusión, y el de nuestro particular diálogo con la belleza, con la cultura, que nada tiene que ver con el oportunismo de una sociedad, que no por casualidad se enfanga en la cultura basura, desde que la posmodernidad decidió olvidarse de la diferencia entre la alta y baja cultura y acabó por desconocer lo que era la cultura”.
Así, no hay debate en que no entre desde la “memoria histórica” hasta la santidad en nuestro tiempo pasando por los eufemismos que se emplean para no llamar a España por su nombre. De todos los charcos sale García de Cortázar con inteligencia, cultura y una sensibilidad profundísima que no dejará impasible al lector atento.
Antes de votar en las diversas citas electorales que los ciudadanos tenemos este año en España, convendría reservar unas horas para leer estas páginas que recuerdan de dónde venimos y proponen alternativas para dirigir nuestros pasos.
Es un libro magnífico. No se lo pierdan.