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TRIBUNA

Las citas y el totalitarismo

Natalia K. Denisova
sábado 27 de julio de 2019, 19:36h

Santiago Abascal citó a Miguel de Unamuno y han saltado las alarmas. Los medios de comunicación no saben a qué atenerse. Carecen de criterio para saber si el facha es quien cita, o si el fascista es el citado, o peor, si los dos son enemigos del género humano. Hasta El Español, periódico supuestamente “liberal”, pregunta si es “justo que Abascal cite a Unamuno en el Congreso”. ¿Cómo a alguien se le puede ocurrir cuestionar el derecho a citar a un autor en el Congreso? ¿Qué tipo de sociedad clasifica a los escritores en fascistas o antifascistas? ¿Qué totalitarismo tan cerril es el de nuestra sociedad?

“Ni venceréis, ni convenceréis” fue la cita que hizo Abascal de Unamuno y podría seguir citando textos del escritor bilbaíno, entre otras razones, porque le darían muchos argumentos contra la actual política lingüística del gobierno de España. Hay unos trabajos de Miguel de Unamuno dedicados a distintas lenguas de la península. Por ejemplo, tratemos hoy lo que dice sobre el vascuence: “Enterrar un idioma que se muere, y enterrarlo embalsamado en ciencia como dije, es recoger lo que de él queda, archivar sus formas, fijarlas por la escritura, estudiarlo. Y en vez de hacer esto, entretiénense no pocos de mis paisanos, en absurdo empeño por resistir al incoercible proceso vital, en inventar una especie de valapük euskérico que ellos solos lo entienden, o, mejor dicho, tantos volapükes cuantos reformadores del vascuence salen. Así han creado una especie de lengua pseudo-literaria, engendro del gabinete, que no hay aldeano que la entienda.” (Unamuno, El bizkaitarrismo y el vascuence, OC). Es un saber imprescindible el de Unamuno para ver lo que sucede hoy en el País Vasco y en otras regiones, llamadas comunidades autónomas. ¿Acaso la actual política lingüística de España consiste en algo más que en la promoción de todo tipo de lenguas regionales? Y si no hay lenguas, pues, se las inventan y transforman, con un par de retoques de gabinete, las hablas regionales y dialectos locales en “idiomas”. Valioso ejercicio mental si no conllevara consigo la imposición institucionalizada de tales lenguas.

No olvidemos que el pueblo español tiene larga experiencia en las políticas lingüísticas y más larga aún en la invención de nuevas lenguas. Recordemos el auge de las artes y gramáticas de las lenguas indígenas en América recientemente descubierta. El agustino Diego Basalenque compuso el Arte del idioma Tarasco, el Arte y Vocabulario de la lengua castellana vuelto a la matlalzinga; Diego de Landa, franciscano de Alcarria, mejoró la gramática maya, redactada por fray Luis Villalpando; otro franciscano, Bernardino de Sahagún escribió en náhuatl, dotándolo del nuevo vocabulario para que exprese más y mejor la realidad, o Andrés de Olmos que hizo de náhuatl la segunda lengua con la gramática escrita después del español. Aparte de las mencionadas hablas indígenas fueron elevadas a nivel de las lenguas las siguientes hablas indias: el otomí, guaxteca, totonaca, guaraní, cackchiquel, mazahua, quechua, chibcha, aimara… Durante siglos un sinfín de dialectos han sido dotados de gramática clara y vocabulario amplio gracias a la obra de los religiosos y civiles en América, porque la administración de los Austrias, que no de los Borbones, promovía el estudio de las lenguas nativas en las universidades, creando cátedras y costeando ediciones de libros en ellas.

No obstante, esta experiencia generosa del estudio de las lenguas menguantes, en una etapa de estancamiento y lenta desaparición porque no pueden expresar la realidad que les rodea, ahora se ve tergiversada en España. Diría que ha perdido su razón de ser porque de generosa se ha vuelto totalitaria y carente de caridad. ¿Es concebible que no te atienden en un hospital porque no hablas catalán o vascuence? ¿Es posible que te proporcionen una paliza por hablar español en España? Resulta que no sólo posible, sino que pronto pasará desapercibido para la mayoría de la población, acostumbrada a las noticias de este tipo.

La cita de Unamuno me ha llevado lejos del propósito inicial de este artículo. Reiteramos, hay que citar a los clásicos dónde quiera y quién quiera. La única condición es citarlos con mirada y corazón limpio, sin sacarles de sus casillas, es decir, de su circunstancia. Aunque, ¿será esto posible en una sociedad dogmática? “El dogmatismo es uno de los vicios que más difícilmente desarraigamos de nuestro espíritu colectivo, y somos los vascongados, en este como en otros aspectos, archi-españoles.” Es el dogmatismo que rige la sociedad actual española y también la europea. Una de las pruebas es el intento de despreciar a Abascal por citar a Unamuno, o decir que Unamuno era un “fascista” porque lo cita Abascal. Ese tipo de expresión demuestra que el analfabetismo y el totalitarismo son intrínsecos a la mayoría de los grupos que conforman el Congreso de los Diputados.

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