Acaba ya de suceder en lo que no creo, que a Dios pedimos dádivas y nos trajo gloria en los perniles y zancarrones con agravios de tocinos.
Y es que Carmen, La Carmen, mi Carmencita Calvo, vicetiple y calvinista y ojos como hachas para conjurar contra más de tres millones de re mil cornudos, nos ha engañado con malas propiedades. La propiedad de mi Carmencita -Ay, Carmela, ay, Carmela, ay, Carmela- no es otra que la de un PSOE de más de cien años - como la novela de Gabo-. 100 años son los que Carmen lleva como metáfora en el rosal de su vestido –“ahora su melodía duerme en los ecos”-. Y ansí creóse el mundo en dos intentos de investidura a razón de ese pobrecito amador que, aunque bello de lluvias bailarinas, cobarde es ante los labios humedecidos de Carmen. “Viéndote sobre el cerro de la luna / triunfar de tanto bárbaro contrario, / ¿quién no temiera, oh, noble Belisario, / que habías de dar envidia a la Fortuna”, le dijo Carmen a Pedro el Sancho tal que el otro día en la bancada azul del hemiciclo.
Ha sido la Condesa Descalza, zapatitos de espumar gargajos. En efeto, la Condesa que parla a lo bajini cual castrati en las televisiones rojas de España, pero que a la que le asoman los pechos de la bella actriz gitana que es.
Odiados lectores a los que amo: no lo pongáis en duda: la causa del crimen, la tragicomedia a la francesa, trajín y todas las reglas del teatro clásico -Racine, Racine, Garnier, etc.-, el demonismo de aposento de crónica y sacrilegio, el morro al cual nunca pisaron mancebos del 15M y dulces días, se ha gestado en ese tablado flamenco que es La Moncloa -Corral de la Morería- bajo o desde o entre o para o según o si o sobre o tras la vicepresidenta del Gobierno en funciones del socialismo socialdemócrata liberal María del Carmen Calvo Poyato. Y es que María del Carmen viene de las Escolapias y de un interuniversitario de Criminología.
Calvo, María del, la cual se va a los toros con esos amiguetes a los cuales los difunta en el Instituto Cervantes como se difunta a las célebres sucesiones de abortos populosos -es el caso del dícese poeta granadino Luis García Montero, que empezó albertiano y ha acabado en chúpame esa rosa sevillí de Felipe González, que se sepa- lleva como delicto en su necesidad de escribana el hombrear el carné de su personal y macho socialismo sentimental. Carmen es un susurro falsón y faisán que tiene en su voz la cariátide pegada al oído de Pedro/Sinatra. Y es por consecuencia y por estas circunstancias, dígome, que es Carmen y no la otra ni el otro la que controla el meollo del cogollo del bollo de la cotorra. ¿Cómo es la cotorra de Carmen? Lo decimos con Góngora: “al animoso Austro, al Euro ronco, / chopo gallardo, cuyo liso tronco / papel fue de pastores, aunque rudo, / a revelar secretos va a la aldea, / que impide Amor que aun otro chopo lea”.
Es decir, que Carmen -medio mar, medio ría, dos veces huella la campaña al día- ha sido la que ha trinchado y mordido el glande y jodido el cartel de este pollo manifiesto y valleinclanesco al que hemos asistido en lucha de Cid y el conde de Romanones en estos días de San Jerónimo -a los leones se les veía el pito regordete y amorcillado de hastío- para luego, tras la cháchara, castrar todos los pezones de las muchachonas de Unidas Podemos.
Ah, Carmen, bóvedas te coronan de espadañas. Pues liberal socialdemócrata naciste en el lascivo Ostión y, con tu agricultura urbana, te has hecho con el español socialismo que muchos le arrojaron/te arrojaron hacia todos los topacios que caben en la serranía roja/rojaza de nuestra Castilla y alrededores. Pero al galán novio el montañés -digamos que Groucho Marx- has presentado como tu forastero, por mucho que en Galapagar - los pañales huelen a mierda- sólo existen tus personales habitaciones para la locura de los greñudos, quincemayistas, rastas, en comú podem, garzones y un PCE de nostalgia carrillista a los que, con tu innata efigie de vaca de leche, has enviado a los psiquiátricos de Vistalegre.
Desde aquí te afeo que al embarazo de Irene Montero, preñada por el montañés coletas y calcetín, y a todo - ya de paso- su echeniquismo les dieras a todas/os cicutas atenienses de los mil tiranos en bolsas de té. Menos té necesitaban las poderosas hembras de Unidas Podemos y más Hacienda y botín por repartir entre los distintos ministerios. Pues bien tú sabes, amada mía, torera y diabla cojuela, que sin dinero no hay Gobierno ni trabajo ni dependencia ni igualdad ni comunismo frente a estos Francos de franquicia que son las derechonas. O dicho a la gallega: sin economía no hay democracia.
Toda democracia, según María de Magdala -la que le besaba los labios a nuestro Señor Cristo Rey- milita en la soberanía del pueblo y nuestro pueblo castellano y alrededores precisa la repartición del botín, pero sin presiones de la Botín, la CEOE, los grupos internacionales inversores, la nueva directora del FMI, etc., y la madre que los parió a todos.
Dijo Shelley: “Es un sonido cósmico, tal de lenguaje. ¡Oíd¡”. Pues no oíste, dígote, ay Carmela, ay Carmela, ay Carmela, tú, demogorgon de las bestias, el clamor del populacho, ahí, aquel jueves -Do you remenber?- de julio de un 2019, estando todo frente al sonido de las radios, de bote en bote como llenos están mis testículos de este lóbrego Occidente, siendo el populacho y la populacha los que sacándose la Teta de la Libertad del Feminismo como Doctrina Revolucionaria exclamaban:
-Danos parné, vicepresidenta, maravedíes, medios reales, rubias, libras, cartón moneda y hasta dos euros de conmemoración, pero danos algo, Carmen, algo, que sin la Hacienda poco se puede hacer desde una vicepresidencia en asuntos sociales.
Ñoña, ñaño, niña, coño, que la cosa estaba hecha e Irene Montero ya le estaba poniendo de nombre a su embarazo: “Esta es la Carmen de España y no la de Mérimée”. Que Irene sabe que, después del Quijote, aquella Carmen que no era ni sevillana ni trianera -como mal dicen las crónicas de los bandoleros- sino de la Serranía de Ronda, aquella Carmen cigarrera en la Fábrica de Tabacos de Sevilla, mito y pechos al contrabando con Gibraltar, atracadora y buscona, besona como besa la española de verdad, pudiste ser tú, Carmen Calvo, muñeca triste y liberal como Adam Smith. Pero ni por esas, a joderse la marrana. A empezar de nuevo. A que el pueblo salga a votar, que yo te digo, Carmencita amada, que aquí el rojerío ya no sale de sus casas, que es mejor verlas pelis por Netflix. O sea.
Y ansí, Virtud militante, regresaron las cadenas y las prisiones y ese perfume buitre que hoy nos tiene melancólicos, rugosas, empalmadas, pedernales que bruñen ante el Gran Ocaso del Cabrón. Ah, y al fondo siempre el mar sin fondo. ¡Ôh, dulce mi enemiga¡
Desde Palma de Mallorca, amor, te envío por correo postal a La Moncloa mi regalito de Cenicienta: un zapato Graceland -solicitado a Malú, la que le arranca los pelos del sobaco a Albert Rivera- para que en vez de mi Ava Gardner descalza seas todas las soledades segundas del primer amor que jamás tendrás. Olvídate de Sinatra. Aquí me tienes, tu Humphrey Bogart que quiere ser la lombriz que te masajee los senos. O lo que tú me pidas, amor.