LA NEGRITUD EN PEKÍN
jueves 07 de agosto de 2008, 20:04h
Frente a la raza superior decretada por los nazis, frente a los años altivos y prepotentes de la ensoñación aria, un negrito sencillo, Jesse Owens, se alzó como estrella en los Juegos Olímpicos de Hitler. El tirano quedó vejado y furibundo.
Del deporte difundido por los blancos para su gloria y entretenimiento se han ido adueñando los negros. Primero fue el boxeo. Después el atletismo. Más tarde, el baloncesto. Ahora le ha tocado el turno al fútbol. Recuerdo todavía en los años cincuenta la aparición en el Atlético de Madrid de Ben Barek, ya viejo pero todavía jugador perfecto, sólo comparable a Zidane. Era un caso casi único. Hoy los negros vertebran el entero fútbol europeo e iberoamericano. Y han empezado ya incursiones prietas en otros deportes, incluso el tenis y el golf.
Los Juegos Olímpicos de Pekín encenderán, a partir de hoy, la apoteosis de la negritud, sobre todo en atletismo, como ocurrió en Atenas, en Sidney, en Atlanta, en Barcelona... La prueba reina de los Juegos, los 100 metros, la disputaron en Atenas ocho hombres, de muy varias nacionalidades. Eso sí, los ocho eran negros.
En la época de Pericles, siglo V a.C., las familias patricias consideraban elegante tener entre sus esclavos a algún negro. Hombres y mujeres de ébano, vendidos por conductos árabes, alcanzaban elevados precios. La negritud se vengó en su regreso a Atenas coronándose de olivo y laurel. Los epinicios pindáricos, las odas triunfales, se dedicarían ahora a esta «dulce raza, hija de sirenas, estirpe de torre y de turquesa», «...déjame hundir las manos que regresan a tu maternidad, a tu transcurso, patria de raíces, tu ancho rumor, tu lámina salvaje viene de donde vengo, de las pobres y altivas soledades, de un secreto como una sangre, de una silenciosa madre de arcilla».
Blancos racistas del alma de barro, rubios nórdicos, emperadores del dinero, especuladores de pueblos, tribus blancas de Europa y Norteamérica, ¡qué larga penitencia estáis pagando por vuestros pecados de raza en esa épica del deporte olímpico, contemplado por el mundo entero ante la pantalla hipnótica de la televisión!
de la Real Academia Española
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