Cuando un buen lector oye hablar de un incendio forestal, quizá lo que de inmediato le aparece en su memoria es El llano en llamas, título del magistral libro de cuentos de Juan Rulfo. Si bien esa región que se quema en el texto de Rulfo no refiere precisamente a lo forestal, sino al incendio que fue para su país la encarnizada Revolución Mexicana de 1910, y luego la persecución anticlerical y no menos cruenta Guerra Cristera; relación que, en nuestro caso, imaginamos como un pedido de socorro por lo que se quema con malignas intenciones humanas. Rulfo, todos sabemos, fue uno de los exponentes principales del realismo mágico y su narración, escrita en lenguaje popular, se consuma en su mayor parte, a través de la voz de los personajes; en el caso actual los responsables callan, son obligados a callar o, lo que es más condenable aún, vociferan imbecilidades o son cómplices (directos o indirectos) de lo que sucede.
También como algo propio del realismo mágico, vemos consternados a través de la televisión, que estos espantosos incendios arrasan con una velocidad impresionante la vulnerable superficie de la Amazonia. Algo tan serio como aterrador ya que este sitio es considerado un pulmón verde de nuestro planeta y esos incendios no sólo matan a las especies que allí habitan, sino que causan un notable perjuicio a la ecología global. La catástrofe desde hace demasiados días afecta y se sigue extendiendo, y poco se hace para detenerla; se afirma que en plena intensidad arrasa con el equivalente al tamaño de un estadio de fútbol por minuto. Un horror desde todo punto de vista, que lamentablemente en el periodismo internacional ha ido perdiendo fuerza como noticia de primera plana.
Lo cierto es que las llamas siguen arrasando y el daño, como se sabe, es irremediable. Se registraron más de 80.000 focos en lo que va del año, con un aumento del 84 por ciento con respecto al año 2018. Estos incendios forestales son fuegos fuera de control en áreas naturales, como bosques, pastizales, praderas y sembrados, que a menudo se propagan rápidamente y dañan de manera irreversible recursos naturales; además de extinguir especies animales, destruir hogares y amenazar la seguridad de poblaciones vecinas a estas zonas. Pero lo más preocupante y quizá lo más terrible es que se ha comprobado que en muchos casos son seres humanos los que provocan buena parte de estos incendios forestales que, en el puntual caso de la Amazonía no ocurren por casualidad, sino que son, lo que se llama, “incendios premeditados”. Por otro lado por razones de negocios de la madera, se duplicó la deforestación de la Amazonia con el actual gobierno de Bolsonaro, lo cual también incide en el deterioro climático.
Pero vayamos al puntual caso de los “grileiros”, o “tomadores de tierra ajena”, que han sido claramente identificados como los pirómanos causantes de este horror; pues estos inescrupulosos delincuentes mediante técnicas fraudulentas (coimas, contactos políticos, documentación falsa, apoyo de funcionarios) buscan apropiarse de grandes extensiones de campos que pertenecen a los nativos de cada región. Este proceder es el más taimado de los robos a quienes son los auténticos dueños de una tierra que les pertenece por herencia de manera natural. Los “grileiros”, está comprobado, lo hacen para conseguir un título de propiedad que les legalice la posesión de esas riquísimas extensiones forestales.
Ahora bien, no todos, aún en el propio Brasil, saben lo que es un “grileiro”; menos en el mundo. Quienes viven en las ciudades no suelen estar al tanto de esta práctica delictiva, lo que aumenta el éxito de las estafas. Se les llama así a los especuladores o falsificadores que adulteran documentos para obtener tierras, frecuentemente de manera fraudulenta, disponiendo la expulsión de cualquier ocupante anterior, y después la venta con altísimo lucro. Dicha palabra viene del procedimiento usado para dar época a documentos que al ser dejados por un tiempo a la intemperie son defecados por los grillos, adquiriendo un envejecimiento que los hace parecer de antigua data. Estos papeles son usados por los usurpadores “grileiros” para dar legalidad a dichos despojos.
Lo curioso es que el menos impertérrito que misógino presidente de la República Federativa del Brasil, más preocupado en comparar la edad de su joven mujer con la de Macron, el presidente de Francia, desde la vereda de los deforestadores y “grileiros”, quiere responsabilizar a los activistas climáticos de estas actividades delictivas; como si ellos recorrieran cada continente para iniciar los incendios y hacer campaña política en favor del ambientalismo. Un cruel disparate desde todo punto de vista. Por otro lado los “grileiros”, estos invasores no menos sofisticados que violentos y desalmados, no tienen escrúpulos en asesinar a familias enteras para quedarse con sus tierras. Es una historia compleja donde la actitud bien clara es echar a los indígenas de sus tierras haciendo, además, un daño irreversible en nuestro planeta.
Cuidar el medio ambiente es algo que se debería tomar muy en serio. Se vive destruyendo bosques y selvas a mansalva y con ellos el entorno de cientos de animales y también de muchas personas. Una ambición que está llevando a matar especies hasta provocar su extinción. Estamos infectando el suelo de nuestro planeta con gran cantidad de venenos que están contaminando las tierras de cultivo y los acuíferos subterráneos; a la vez que lanzamos a la atmósfera gases y humos que también la contaminan. Incluso estamos dejando nuestra huella en el espacio; se ha comprobado que ya es demasiada la cantidad de chatarra que vaga por él. Es tal la contaminación que afecta y se expande de un modo incontrolable, que hasta el aire que respiramos se ve cada día más perjudicado.
Esta preocupación llevó hace más de dos años al papa Francisco a publicar su encíclica “Laudato si’, mi’ Signore” (“Alabado seas, mi Señor”), un precioso mensaje donde se nos recordaba con palabras del Santo de Asís que nuestra casa común es una hermana con la cual compartimos la existencia, y es también como una madre bella que nos acoge en sus brazos: “Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba”. Basado en estas palabras, el papa Francisco enfatizó con nuevos y contundentes argumentos la defensa de nuestro planeta. “Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que nos ofrece. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla, y esto no es así.”
Sin duda es necesario retomar este mensaje y propiciar un nuevo diálogo sobre el modo como estamos defendiendo el futuro de nuestra Tierra. Necesitamos aunarnos todos porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan, nos atañen y nos involucran. El movimiento ecológico mundial ya ha recorrido un largo y constructivo camino, y ha generado numerosas agrupaciones ciudadanas que ayudan a la correspondiente concientización. Lamentablemente, muchos esfuerzos para buscar soluciones concretas a la crisis ambiental suelen ser frustrados no sólo por el rechazo de los poderosos como los señores Trump y ahora Bolsonaro, sino además por cierta indiferencia general.
En antinomia con la Encíclica del Obispo de Roma, y de una manera no menos torpe que indecorosa o ignorante, nos parecieron las palabras del actual inquilino de la Casa Blanca, quien con pretendida ironía, exclamó ante la avalancha de frío que hace meses se aproximó sobre la costa de su país: “¿Cómo, no era que había calentamiento global?”. Negó luego, de manera explícita, el contenido del informe en cuanto a los efectos catastróficos que se anunciaron sobre la economía: “No me lo creo, es otro delirio ambientalista. ¿Cuáles son las pruebas?”, restando credibilidad a los científicos que se expidieron sobre el delicado asunto. Poco después “el sargazo” (la infestación las algas marinas) que se extendió a lo largo de 1.000 kilómetros en las playas del Caribe, contaminando una parte de la costa de los Estados Unidos, fue la respuesta de la propia naturaleza.
Con otras consecuencias, aunque tal vez no demasiado alejadas de las mismas que motivaron a Juan Rulfo, el llano sigue en llamas y, por ende, nuestro planeta, y es algo tan serio como dramático y preocupante. Las reflexiones teológicas o filosóficas sobre la situación de la humanidad y del mundo pueden sonar a mensaje repetido y abstracto si no se presentan nuevamente a partir de un llamado a la conciencia dentro del contexto actual, y en lo que tiene de inédito para la historia de la humanidad.
Es grave, muy grave, lo que está sucediendo con nuestra casa común. Antes de que sea demasiado tarde se debe tomar partido y exigir que se haga algo de una vez por todas. Laudato si', mi' Signore, per sora nostra matre Terra,la quale ne sustenta et governa, et produce diversi fructi con coloriti flori et herba.