El profesor Carlos González Villa aborda en Un nuevo Estado para un nuevo orden mundial. La independencia de Eslovenia uno de los acontecimientos de mayor trascendencia ocurridos en la recta final del siglo XX, como fue la irrupción de Eslovenia como estado independiente en la comunidad internacional. Este hecho significó el inicio de la desintegración acelerada de Yugoslavia.
La primera característica que sobresale de esta obra es su rigor científico, perceptible en la abundante bibliografía utilizada (buena parte de ella en lengua eslovena) y en las fuentes consultadas (por ejemplo, documentación desclasificada relativa a las presidencias de Ronald Reagan y George H. W. Bush). Además, el autor realizó entrevistas a los principales actores que lideraron el proceso independentista esloveno, incorporando extractos de las mismas a lo largo de los 5 capítulos en que vertebra el libro.
Asimismo, resulta obligatorio recalcar que González Villa ha visitado en innumerables ocasiones Eslovenia, lo que le ha permitido obtener un conocimiento preciso no solo de lo que allí ocurrió a finales de los años ochenta e inicios de los noventa del pasado siglo, sino también de lo que acontece en la actualidad. En este sentido, destaca el declive del europeísmo en la sociedad civil eslovena tras estallar la crisis de la eurozona y la irrupción de conductas populistas cuando se produjo la reciente crisis de los refugiados.
La complejidad del objeto de estudio que aborda el autor resulta evidente. Carlos González Villa es consciente de ello y logra sortear eficazmente ese obstáculo a través de una exposición cronológica que facilita la comprensión de los contenidos. De una manera más concreta, analiza el proceso independentista esloveno poniéndolo en relación con el contexto tanto regional (crisis sistémica yugoslava) como global (la recta final de la Guerra Fría, momento en el que asistimos a la implosión de la URSS) en el que se desarrolló.
Con relación a la crisis sistemática yugoslava, ésta se acentuó conforme avanzaron los años 80. Las dificultades económicas aumentaron notablemente, lo que en última instancia redundó en la debilidad del gobierno central, un fenómeno que fue aprovechado por las diferentes repúblicas para iniciar procesos de independencia. En el caso de la pionera Eslovenia, a partir de 1989 construyó un estado paralelo que desobedecía reiterada y conscientemente las directrices trazadas por las autoridades yugoslavas. Asimismo, como buenos nacionalistas de manual, los dirigentes eslovenos apelaron a la homogeneidad étnica y al pasado glorioso de su nación durante la Segunda Guerra Mundial, tendiendo a idealizarlo.
Con anterioridad, González Villa ha realizado una oportuna labor de contextualización que permite que el lector conozca los rasgos más destacados de Eslovenia durante el Titismo, como su PIB superior al del resto de naciones que integraban Yugoslavia y su mayor desarrollo económico. La combinación de ambos factores se instrumentalizó durante la eclosión nacionalista de los años 80 para perfilar una suerte de carácter distintivo esloveno vinculado a rasgos que sus élites enfatizaron, tales como el idioma o el sello progresista y europeísta de su nacionalismo.
Este último aspecto resulta fundamental ya que permitió que la comunidad internacional eliminara sus escasas reticencias a la separación de Eslovenia y predominara desde entonces la idea de que se trató de una secesión modélica. Esta interpretación, como reitera el autor a lo largo de la obra, no tiene en cuenta determinados comportamientos del nacionalismo esloveno, como por ejemplo el rechazo a los inmigrantes procedentes de las antiguas repúblicas yugoslavas.
Junto a ello, las élites eslovenas para justificar los afanes rupturistas procedieron a la creación de un enemigo que resultara fácilmente identificable por el pueblo. Ese rol se lo asignaron a Yugoslavia, asociándola a rasgos eminentemente peyorativos, tales como el autoritarismo, el desorden o la mala administración, “y ello a pesar de que la vanguardia del movimiento yugoslavista a lo largo del siglo XIX estaba nutrida por los principales intelectuales y políticos eslovenos, que reaccionaban así a las actitudes austríacas hacia los eslovenos” (págs.107-108).
Por otra parte, el apoyo que por razones estrictamente estratégicas Estados Unidos había brindado a Yugoslavia durante la Guerra Fría, se fue diluyendo a partir de la segunda mitad de los 80: “Las ayudas económicas y militares habían desaparecido y el apoyo político estaba cada vez más vacío de contenido. Las visitas de los altos funcionarios estadounidenses ya se habían terminado y Bush respondió con evasivas a una petición expresa del presidente Jovic, en octubre de 1990” (p. 125).
En esta actitud del gobierno norteamericano encabezado por George H. W. Bush influyó decisivamente la desintegración del bloque del Este, lo que se tradujo en una ausencia de interés por los Balcanes. Este comportamiento, no obstante, contrastaba notablemente con lo que había ocurrido durante la primera presidencia de Reagan (1980-1984). En efecto, en el contexto del incremento de la tensión Este vs Oeste, la NSDD 133 definió a Yugoslavia como “un importante obstáculo para el expansionismo y la hegemonía soviética en el sur de Europa” (p. 45).
En definitiva, nos hallamos ante una obra fundamental para comprender una etapa decisiva de la historia del siglo XX en un escenario geográfico bien delimitado, Balcanes, siempre objeto de atención por parte de la comunidad académica. La independencia de Eslovenia en ningún caso debe considerarse un fenómeno puntual; por el contrario, fue el catalizador de una serie de transformaciones regionales en las cuales la violencia entre naciones que escasos años antes.