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Recalentamiento de la Guerra Fria

CLAVES: Salta el puzzle caucasiano con trasfondo político

lunes 11 de agosto de 2008, 16:57h
Una vez acabado el troceamiento de los Balcanes, y cuando aún no se han extinguido totalmente sus focos de insurrección étnica, mezclados con fondo histórico y espacios de influencia geopolítica de las potencias mundiales, era inevitable que saltase el puzzle caucasiano.

En una superficie inferior a la de España, viven más de un centenar de pueblos y etnias, con lengua, religión y sistemas socio-políticos diferentes y a menudo incompatibles. Aldeas separadas por algunos centenares de metros no son capaces de entenderse y, a menudo, arrastran odios seculares y venganzas familiares cuyas heridas nunca se cierran.

Existe una lineas divisoria entre el Cáucaso del norte y del sur que coincide con la herencia de la Guerra Fría y de la descomposición del imperio soviético. En la zona septentrional de las montañas, se encuentran las “repúblicas autónomas” o “independientes” federadas con la actual Rusia: Daguestán, Chechenia, Ingusetia, Osetia del Norte, Kabardino-Balkaria y Cherkasia. En ellas, coexisten decenas de grupos étnicos en regímenes relativamente estables. El fermento del islamismo político y del terrorismo derivado del mismo amenaza periódicamente con reavivar los focos insurreccionales en Chechenia y Daguestán.

En el Cáucaso meridional, igualmente encerrado entre las montañas y los dos mares que lo bañan – el Mar Negro y el Mar Caspio–, se extienden de este hacia oeste Azerbaijan, Armenia y Georgia, igualmente densos en rivalidades étnicas, religiosas y culturales. Con una particularidad en el caso del Cáucaso sur, que es fuente de inestabilidad permanente: la existencia dentro mismo de estas naciones independientes y reconocidas como tales internacionalmente, de regiones con identidad propia, como Osetia del Sur, Abjazia y Adjaria en el caso de Georgia; o extensas zonas geográficas pertencientes al país vecino, como Nagorny-Karabaj, enclave armenio en Azerbaiján origen de una guerra de seis años (1988-1994) entre los dos vecinos, o Najicheván, enclave azerí en Armenia, sacudido por periódicos brotes de violencia étnica.

El Cáucaso ha vivido históricamente siempre sumido en conflictos internos. Sólo durante el periodo del imperio soviético, y gracias al puño de hierro del georgiano Josef Stalin, el Kremlin impuso “la paz del silencio” gracias a su política de desplazamiento de poblaciones y de colonias de población combinada con el fomento del desarrollo endógeno.

Sin embargo, el final de la Guerra Fría y el papel cada día mas importante del abastecimiento energético, han hecho del Cáucaso una zona de alto riesgo. Desde los pozos petrolíferos y gasísticos del Mar Caspio y de Azerbaiján, salen los oleoductos que atraviesan todo el Cáucaso Norte hasta el puerto ruso de Novorossisk en el Mar Muerto, o que enlazan más al norte con la red energética rusa que abastece Europa. Por la parte meridional del Caucaso, otras macrocanalizaciones energéticas alcanzan el Mar Negro por Georgia, o lo harán directamente al Mediterráneo a través del gran proyecto BTE que unirá las capìtales de Azerbaiján (Baku) y Georgia (Tibilis) con la ciudad turca de Erzurum, antes de desembocar en el Mare Nostrum.

La decisión del presidente georgiano Mijail Saakashvili de utilizar su Ejército para sofocar la rebelión independentista en Osetia del Sur, y que ha originado una guerra abierta en el Cáucaso con la intervención directa de Rusia, puede significar, si no se detiene a tiempo, el comienzo de un conflicto generalizado de alcance imprevisible. Rusia se siente acosada y cercada por países de su periferia y ex-repúblicas soviéticas, hoy convencidas de su vocación atlantista y proamericana. Estas, como en el caso de Georgia, no dudan en servir de cabeza de puente a designios estratégicos occidentales que van más allá de los conflictos regionales. En todo ello, las búsqueda de la supremacía energética, aparece cada vez más claramente como el nervio de la guerra.