Pedro Sánchez juega a diez bandas la política del engaño. Negarle habilidad sería desdeñar la evidencia...
Pedro Sánchez juega a diez bandas la política del engaño. Negarle habilidad sería desdeñar la evidencia. Ante el Pleno del Congreso de los Diputados, embaucó a Ciudadanos, marginó a ERC, llegó a un acuerdo con Bildu y dejó con un palmo de narices a los empresarios. Consiguió lo que quería: prorrogar sus plenos poderes. Llegará un momento en que nadie le creerá y se habrá terminado su juego. Pero entretanto el César de alpargatas continúa cómodamente sentado en su poltrona monclovita.
ERC le permitió ganar la cuarta prórroga del estado de alarma. El presidente se dio cuenta de que para ganar la quinta era más barato entenderse con Inés Arrimadas porque Gabriel Rufián se había subido a la parra y le pedía mucho más de lo que podía dar. Temeroso de que alguna veleidad fracturara la votación, negoció bajo cuerda con Bildu, acordando con los herederos de Eta lo contrario de lo que había prometido a los empresarios.
A Pedro Sánchez se le planteará una situación insalvable cuando Podemos le exija cumplir los compromisos. Bildu sabe que será respaldado por los podemitas y jugará esa carta para que Pedro Sánchez cumpla lo acordado. El presidente camina por la cuerda floja desde hace dos años, cuando Felipe González se hartó y declaró: “Me ha engañado y no tenía porqué hacerlo”.
En dos semanas, Pedro Sánchez deberá retornar al Congreso de los Diputados para que le aprueben una nueva prórroga. ¿Conseguirá que alguien crea en sus promesas? Responder no a esta pregunta es demasiado arriesgado. Pedro Sánchez seguirá haciendo a la vista de todos sus piruetas circenses. Y tal vez no se caiga.