TRIBUNA
Maquiavelo en el estado de alarma
lunes 25 de mayo de 2020, 20:24h
Resulta incomprensible que el PSOE se haya apoyado en EH Bildu para votar la quinta prórroga del estado de alarma. Ante la cantidad de reacciones provocadas en contra, miembros del ejecutivo se vieron obligados a justificar su equivocada, y diría más, nefasta decisión echando la culpa al Partido Popular, insistiendo en que tuvieron “por necesidad” que negociar con esta fuerza política que, como sabemos, tanto daño ha hecho a España en nuestro pasado más reciente.
A raíz de la lectura de numerosos ensayos sobre el tema, me vinieron a la mente las palabras de Maquiavelo cuando en su obra El Príncipe, publicada póstumamente en 1532, proclamaba: “Por eso necesita tener un ánimo dispuesto a moverse según le exigen los vientos y las variaciones de la fortuna y, como ya dije anteriormente, a no alejarse del bien, si puede, pero a saber entrar en el mal si se ve obligado”. Estamos ante un claro paralelismo entre el realismo político de Sánchez y de Maquiavelo en pleno siglo XVI.
Convencidos de que no hay mejor defensa que un buen ataque, Sánchez y otros miembros del gobierno trataron de minimizar los efectos del pacto con Bildu, arremetiendo duramente contra la oposición. “Lo irresponsable, el hecho insólito, es que el PP, con 89 escaños, vote que no y ponga en riesgo una nueva prórroga”, apuntó Pedro Sánchez. Parece obvio que el presidente del Gobierno ante la incertidumbre de si podría contar en la votación con apoyos suficientes para sacar adelante la prórroga del estado de alarma consideró preferible la firma de un acuerdo entre PSOE, Podemos y Bildu. La aritmética les falló porque las cuentas confirmaban que el Gobierno hubiese tenido asegurada la mayoría parlamentaria suficiente en la votación con el apoyo de PNV y Ciudadanos.
Si tomamos distancia y analizamos el comportamiento de nuestro presidente, efectivamente, observamos que lo que caracteriza a la política de Sánchez es la política realista, al estilo del diplomático y teórico político italiano, de que el fin justifica los medios.
Pensemos que la debilidad parlamentaria le impulsó sin ningún escrúpulo a ceder ante el chantaje de otras fuerzas políticas que, a cambio del apoyo, le exigían nada más y nada menos que derogar íntegramente la reforma laboral de Mariano Rajoy (2012). Lo peor de todo es que la negociación no fue transparente ni siquiera para los propios miembros del ejecutivo. Muestra de ello es que, al salir a la luz este pacto, se desencadenó una crisis incluso dentro del PSOE y entre el vicepresidente Pablo Iglesias y la vicepresidenta Nadia Calviño. El pulso entre unos y otros ya veremos, finalmente, quién lo gana pero lo que salta a la vista es que las tensiones y la crispación entre los diferentes grupos parlamentarios en este momento no se pueden disimular.
Cierto también es que ante el riesgo de dimisión de algún miembro del gobierno, Sánchez trató astutamente de guardar las formas, mostrándose cercano a Calviño, llegando a matizar que aunque había que cambiar los <<aspectos más lesivos>>, cualquier reforma se haría sin dar la espalda al diálogo con los actores sociales y a través de la Comisión de Reconstrucción. Yo añadiría: ni tampoco ninguneando a los propios compañeros de partido…
Vale la pena recordar aquí que también en El príncipe, Maquiavelo señalaba que “… es necesario a un príncipe, si se quiere mantener, que aprenda a poder ser no bueno y a usar o no usar de esta capacidad en función de la necesidad”. Efectivamente, uno percibe que Sánchez se guía por los consejos del filósofo florentino, no solo recogidos en su obra más conocida, ya citada, sino en sus Discursos sobre la primera década de Tito Livio (1512-1519), que por cierto dirigió Maquiavelo a varios miembros del gobierno republicano de la Florencia de entonces. Allí no solo dejaba clara su repulsa hacia el régimen tiránico sino que también defendía la idea de que el que ostenta el poder del Estado, bien sea un individuo o un colectivo, debe preocuparse de asegurar su propia continuidad. Y justo es esto lo que trata con fuerza e intensidad de hacer Sánchez una y otra vez, asegurar su permanencia en el poder cueste lo que cueste. Lo que, sin embargo, ha olvidado nuestro presidente es que Maquiavelo también insistía que en “entre todas las cosas de las que un príncipe debe guardarse, se encuentran el ser digno de desprecio y odioso”. A juzgar por las caceroladas y manifestaciones de estos últimos días da la impresión de que no está cuidando este aspecto y la crispación sigue en aumento contra el gobierno lo que puede hacer peligrar esta legislatura.
Otro aspecto que, a mi juicio, también se ha pasado por alto es que para Maquiavelo el fin último del gobernante debía ser mantener la unidad y lealtad de sus súbditos hasta el punto, según el teórico político del siglo XVI, de que la crueldad se convertiría en menos mala si sirviera a estos propósitos.
Con las últimas actuaciones de Sánchez lo que está pesando en la balanza cada vez más es el odio, justo lo que Maquiavelo decía que un príncipe debía evitar a toda costa. Con palabras del pensador florentino: “Debe, no obstante, el príncipe hacerse temer de manera que si le es imposible ganarse el amor consiga evitar el odio, porque puede combinarse perfectamente el ser temido y el no ser odiado”.
En la vida de la república, el príncipe debe ser un gobernante realista, apegado a las circunstancias, adaptable a los tiempos cambiantes, y fiel al fin para el cual ha sido elegido. Lo que está claro es que para Maquiavelo y también para Sánchez la actividad política reside en los estrategas. Sin embargo, hay algo muy importante que les separa y es que para Maquiavelo, el buen estratega es el que constata que en la política reinan la violencia, la astucia, la voluntad de poder, poniendo esas fuerzas al servicio del bien público, aprendiendo a conocerlas con el fin de utilizarlas eficazmente como medios de ese fin legítimo.
En el caso de Sánchez, la política se disfraza como un asunto de salud pública que conduce a afirmar que se estudia una sexta prórroga porque es un <<deber>>. A mi modo de ver, detrás de todo se encuentra la falacia de pensar que lo que verdaderamente salva vidas es la permanencia de un estado de alarma bajo un mando único.