El escritor, investigador y profesor brasileño Adriano Messias obtuvo con Todos los monstruos de la tierra varios premios, entre otros el Jabuti, el más destacado de su país. Y no es para menos. Messias nos ofrece un ambicioso, muy bien documentado y completo trabajo, que le llevó varios años de investigación, en el que recorre desde sus primeras muestras en la Antigüedad hasta hoy un fascinante territorio: el estudio de los géneros fantástico, de ciencia ficción y de terror en la literatura y el cine, a través de sus numerosas e icónicas criaturas. Así, a modo de peculiar bestiario, desfilan por sus páginas figuras como Drácula y toda la progenie de vampiros, Frankenstein, el hombre-lobo, la Momia, zombies, alienígenas, King Kong, junto a la pléyade de científicos transtornados.
Mucha materia, sin duda, debía afrontar Adriano Messias, pues a lo largo del tiempo todas han tenido numerosos acercamientos y vueltas de tuerca, como, por ejemplo, en el campo del Séptico Arte referido al príncipe de las tinieblas, quizá uno de los más atractivos. Así, El baile de los vampiros, de Roman Polanski, Abierto hasta el amanecer, de Robert Rodríguez -con guion de Quentin Tarantino-, o Drácula de Bram Stoker, dirigida por Francis Ford Coppola, entre muchos otros filmes, desde el clásico Drácula de los años treinta, debido a Tod Browning y protagonizado por el emblemático Bela Lugosi, hasta las producciones de la Hammer de la década de los sesenta del pasado siglo, a las que Messias dedica un apartado, pues, como bien recalca, “la imagen de Chistopher Lee con los labios ensangrentados se convirtió en una referencia para las representaciones más contundentes del vampiro cinematográfico”.
Todos los monstruos de la tierra se divide en tres grandes capítulos, cada uno con sus correspondientes apartados, consiguiendo presentarnos todo ese ingente material de manera perfectamente ordenada, lo que resulta una de las virtudes del ensayo, destacando también que su apoyatura en disciplinas complejas, sobre todo el psicoanálisis y la semiótica, no supone un planteamiento ni un estilo enrevesados sino muy accesible a un amplio abanico de lectores. El primer capítulo se ocupa de precisar y demarcar el concepto de lo fantástico, centrándose en el segundo en sus desarrollos en el celuloide. El tercero trata de lo que Messias bautiza como “fantasfera”, con especial atención al cine pos-2001 –año, recordemos, de los atentados yihadistas en Estados Unidos: “El 11 de septiembre de 2001 se convirtió para toda la cultura mundial, en un antes y un después: tal vez ahí empezó el nuevo siglo”. Y el psicoanalista Oscar Cesaroto, en el prefacio al libro recalca: “El hito traumático del 11 de septiembre inaugura la centuria con la violencia, partera de la historia, dando a luz insólitos terrorismos. A partir de entonces, los pavores nocturnos nunca más serían los mismos”.
En el análisis de Adriano Messias comprobamos cómo el horror se trasmuta en arte literario, cinematográfico...: “Si se nos privase de fantasear –concluye Messias- qué estéril planeta tendríamos delante”. Y lo fantástico y el terror y sus criaturas, que forman parte del imaginario colectivo, encierran un sentido catártico. Soñamos que podemos domeñar la ansiedad, ese sabernos finitos y vulnerables. Bien certifica Messias: “El monstruo es el exorcista de la angustia mediante la sensación de miedo que provoca”.