Este título de este pliego de cordel tiene como dedicación a la figura de un gran hombre que en estos momentos amenazado está por esta España tan fieramente humana. La lectora se habrá dado cuenta que está sacado el título del pliego de un libro de Paco Umbral. Pero vayamos con los ojos a la cuna que jamás a los ataúdes.
Todo lo que está sucediendo en estos momentos pandémicos no únicamente por virus contraídos, sino, lo que agrava más el caso, por asuntillos meramente económicos, me hace pensar que Antonio Miguel Carmona es un vicio bello de la política no sólo madrileña, sino española e incluso internacional, pues su voz se hace notar allá por donde pisa la dudosa luz del día, que diría Camilo José Cela en su famoso poemario. Que a mí me gustó leerlo en su momento, mas ahora le doy pie como si fuera el libro un texto de balompié.
Madrid es la churrería de San Ginés, la calle Fuencarral y el Bar Comercial, donde de vez en vez se sentaba Carmona para calzarse un café junto a Tomás Gómez, Bono, Zapatero y todos esos amigos íntimos de que dispone Antonio Miguel por ser figura egregia del politicismo socialdemócrata de los madriles. Pero el socialismo de Carmona no es la social-democracia europea. El socialismo carmoniano, como tegumento, se propone madrugar como un mantra digamos que no excesivamente utópico, pues va a calendas de ese socialismo solidario basado en una Economía justa y beneficiaria para los que más hacen, pero menos tienen. No voy a definir su concepto de Economía dado que ahí no llego. Lo único que sé es que Carmona lo tiene muy bien pensado y que ha viajado mucho para contrastar y adivinar lo que la economía puede contribuir en pureza al bienestar de todas las sociedades globales, pues Carmona no es Madrid solo -queda dicho-, sino que es la vida de un viajante, pero al revés de la obra de Arthur Miller.
Supongo que Madrid es la estación de Atocha desde donde salen los AVES a una velocidad que de tan alta ha sido plagiada por los japoneses y los chinos y hasta los saudíes, inclusive con corruptelas de monarcas en mérito. Madrid, digo, es el Parque del Retiro, donde los adolescentes se dan besitos o besazos bajo el monumento a Santiago Ramón y Cajal, la Fuente de la Alcachofa o la Casa de las Fieras, pues fiero es el amor como el de Calixto y Melibea o como los personajes reales en el filme de Vicente Aranda -que por cierto vi hace poco en la tele- Amantes.
Esta ferocidad del amor madrileño Carmona la entiende como una forma de ejercer la libertad y el trajín de los pañales, pues que muchos infantes han nacidos creados al lado del Monumento a Benito Pérez Galdós o al lado de La Rosaleda o, mejor, en frente de la Casita del Pescador. Y es que Carmona visita el Retiro para evadirse de su vida arismética.
En efecto, efectivamente, de acuerdo, en rigor, Madrid es Casa Lucio, donde Antonio Miguel Carmona se afila un cocido o quién sabe si una paletilla de cordero mientras se da a la cháchara con periodistas, escritores, políticos, bellas aristócratas hippies o sindicalistas nacidos en Alcobendas. Madrid es la reunión de unos personajes que van haciéndose a sí mismos, como se hizo Carmona después de transcurrida su infancia en Malasaña. Madrid es un bocata de jamón de mula y el edificio del Tribunal de Cuentas, el ministerio de Agricultura y las yogurinas -término plagiado a mi maestro Umbral-, quienes pasean su cuerpecillo anfibio y resistente a la Viagra por Recoletos o por El Viso, muchachas chéveres que anuncian su sexualidad cuando van dentro del metropolitano o cuando van a las maitines -que por ir se va- de Unidas Podemos o de otros partidos más a la diestra de Dios. Que libre es la persona de plazear allá donde deseare.
Pero Carmona no es de Podemos, si bien ha dejado gobernar a Ahora Madrid resultando de todo ello la ira de esa matriz que es Esperanza Aguirre más el glaciar ardido del socialismo madrileño.
A Carmona sólo le hace falta tonsurarse la cabeza y leer más a menudo los Santos Evangelios, que AMC ya sólo lee al keynesianismo en libros como Las consecuencias económicas de la paz, Ensayos de persuasión o Breve tratado de la reforma monetaria, contradichos dichos textos por otros economistas como Fiedrich von Hayek, Ludwig von Mises o Henry Hazlitt, teniendo en cuenta que éste último escribió un libro, El fracaso de las nuevas economías, que no es otra cosa que una degollante crítica capítulo a capítulo sobre la Teoría general de Keynes.
Antonio Miguel Carmona tiene escrito libros sobre Economía, sobre su idea de la Economía social y solidaria sujetada a los resortes de la tecnología, etc. etc.
Carmona no recorre la Pampa, pero sí un Madrid desde cuya claraboya todavía se ven a los vivos y a los jóvenes de la movida madrileña de los 80 de Enrique Tierno Galván, aquel alcalde que bebía anís Machaquito y que hizo del socialismo, en coalición con el PCE en 1979, una alcaldía de porros y al loro, reelegido con mayoría absoluta en 1983. Carmona tiene algo de Tierno Galván, quien fue tan popular que llegó a presidir la Federación Mundial de Ciudades Unidas y a cuyo entierro acudió el Madrid entero para ofrendar al “Viejo Profesor”, quien había dejado unas memorias tituladas Cabos sueltos -libro altamente recomendable para quien quiera hacer de la política unas migas de pan arrojadas al Manzanares-.
Antonio Miguel Carmona estuvo en la Movida y se movió mucho, pues le daba al tabaco como una locomotora de vapor de los Hermanos Marx.
Por lo tanto, decía que Madrid es un Carmona entre quincallero y afrancesado, goyesco y el Museo Sorolla, difusor de ideas originales y profesor de la economía keynesiana, además de polemista en los platós de televisión, pero siempre respetando al adversario. Carmona es padre amantísimo de sus hijas, como el Cid, pero las hijas de Carmona no se llaman doña Elvira y doña Sol, casaderas con aquellos infantes de Carrión, cobardes y terroristas de aquella Castilla de Alfonso VI.
La familia para Carmona es muy importante y conduce a sus hijas y a su compañera con vendavales de cariño, coalición genética y complicidad virtuosa. La familia es lo primero y luego viene esa política que a veces le impide a uno estar más amarrado a la consanguineidad por dejarse llevar por ese ventisquero que es la broncomanía del politicismo. Y es que Carmona es seductor y femenino, por eso ama para ser amado y le aman sin que él lo solicite en demasía.
Todo gran hombre siempre debe tener al lado suyo a una gran mujer. Dice el dicho para mí mal dicho. Pero eso es lo que le está ocurriendo ahora a AMC en cuestión de amores, pues que el amor, como dijo Dante, mueve el Sol y las estrellas, o, como apuntó Ralph W. Emerson, el amor, esencia de Dios, no se hizo para la ligereza, sino para la completa dignidad del hombre.
Pero Madrid: tribu urbana. En efecto, efectivamente, Madrid es una tribu que recorre las cafeterías de la Gran Vía mientras los ciegos venden cupones que nunca le tocarán en suerte a Carmona entre otras cosas -y ése es mi parecer- porque nunca compra lotería. Que la lotería es una cosa navideña que no va a pie juntillas con la social-democracia en su versión de la militancia y de justicia social, la cual cree más en el esfuerzo y el trabajo diario que en las botellas de champagne que vemos por televisión abiertas por esos indecentes a los que encima que les toca el premio van y lo cascan, sabiendo que Celtiberia es un país de envidiosos y de gualdrabas, de ratones roedores y de fenómenos atmosféricos.
Madrid es AMC fertilizando una noble política a la que se pegan, como los besos de Ana Obregón, los adversarios, esto es, el aguirrismo, más -lo cual más gravedad impone- los de dentro de las filas ubérrimas de amigos ideológicamente mismos mas con distintos collares perrunos que acaban siendo los peores enemigos. Y me callo y nombres no doy.
Madrid es la femineidad del cuentakilómetros de aquel libro de García Márquez, 100 años de soledad, y que tanto devora Antonio Miguel Carmona. Pero siempre están Stendhal y el heavy de AC/DC. Siempre queda París y su amor por la Constitución de la V República. Quedan tantas cosas que aquí doy el rejonazo a este pliego de cordel.
Respetemos, pues respeto es la alacena en donde conviven gorgoritas con la convivencia de nuestro día a día, a este hombre, que, a más de tal, es personaje sin cargo público en el actual socialismo español ni madriles. Antonio Miguel Carmona Sancipriano, nacido un enero en Malasaña, es que resulta ser que tiene ese aire novelesco y sentimental, flequillo y esos suyos abrazos tiernos como la voz de aquel profesor y amigo suyo que fue José Luis Sampedro. Olamos los perfumes que todavía nos arriban de Fregenal. Mas después, vecindémonos.