No sé por qué algunos se desgarran las vestiduras. ¿Es que esperaban algo distinto de Pedro Sánchez? El presidente...
No sé por qué algunos se desgarran las vestiduras. ¿Es que esperaban algo distinto de Pedro Sánchez? El presidente del Gobierno necesita o puede necesitar los cinco escaños del partido proetarra Bildu y les da toda la coba necesaria para no perder su apoyo. Si es necesario caer genuflexo ante ellos lo hace. Si precisa arrastrarse de hinojos ante los bilduetarras está dispuesto a emporcar la dignidad de España. En alguna ocasión he afirmado que Pedro Sánchez aceptaría a pactar con Vox si con ello garantizara su permanencia en la poltrona monclovita que constituye el centro mágico de sus desvelos.
Igor González, un terrorista etarra condenado por espeluznantes delitos, se ha suicidado. Cristianamente hay que condenar el delito y compadecer al delincuente, máxime en el trance límite del suicidio. Pedro Sánchez ha superado la compasión cristiana para referirse al acontecimiento con una elegía pública bochornosa. Otegi se ha frotado las manos y ha aprovechado para sermonear a los españoles sobre la violencia de Estado. El grueso del mundo etarra o filoetarra no solo no ha manifestado arrepentimiento por los cerca de 900 crímenes cometidos, sino que los respalda y justifica.
La obligación moral y la decencia política exigirían a Pedro Sánchez desdeñar cualquier relación con Bildu, pero como el partido proetarra dispone de cinco diputados, el presidente del Gobierno los cultiva por si fueran necesarios para esas ardorosas combinaciones parlamentarias que le mantienen en el poder.
Y no, no me desgarra las vestiduras la elegía de Pedro Sánchez por Igor González. En el análisis ponderado de la situación política siempre he contado con la indecencia sanchista. La realidad que vivimos es la que es y no parece fácil cambiarla a pesar de los diagnósticos hostiles de algunos analistas de que Pedro Sánchez pueda mantenerse en la silla curul de Moncloa.
