¿En qué consiste la vida? ¿Cuál es la diferencia esencial entre la materia inerte y la materia viva? El doctor en Genética y Biología celular (e investigador en la Universidad Autónoma de Madrid) Miguel Pita (1976) nos plantea esta pregunta, que ejerce de pórtico imprescindible para tratar de comprender un poco en qué consiste un virus. Este libro de tamaño bolsillo es una magnífica producción de lo que solemos llamar “divulgación científica”, género tan necesario como dificultoso. Necesario porque en el tráfago de una opinión pública arrasada por la trivialidad de las redes sociales y sus irreflexivos contenidos, tan manipulados como manipuladores, contar con información científica acreditada supone insuflar oxígeno a la racionalidad del discurso público. Dificultoso porque el punto de equilibrio entre el rigor teórico y la accesibilidad del mensaje es extremadamente sutil y esquivo. Miguel Pita acierta plenamente al calibrar ese delicado fiel, y nos ofrece un texto cristalino y ameno; exhaustivamente trabajado en cada párrafo para que la explicación, sencilla y eficaz, conserve todos sus anclajes con la fundamentación científica, sin cargarse con ningún peso adicional que tuerza el elegante curso de su línea de exposición. Como señala el autor en el prólogo: “[…] este libro está escrito […] de forma simple, coloquial y directa […] no está escrito para virólogos, químicos ni científicos en general, sino para lectores con ganas de aprender.”
El autor nos hace saber que hay dos funciones básicas que caracterizan a cualquier fragmento de materia cuando decimos de ella que se halla viva: su capacidad de aislarse (relativamente) del medio que le rodea para constituirse en una unidad de gestión interna, y su capacidad de replicarse a sí misma numerosas veces. Los virus no cumplen la primera condición, pero sí la segunda. No hay, en consecuencia, consenso total sobre la cuestión de si son realmente seres vivos. Pero desde su “esquematismo ontológico” (la expresión es nuestra) son capaces de interactuar con los organismos de modo absolutamente notorio y decisivo.
Junto con el repaso a las nociones biológicas elementales, el texto encuentra también la ocasión de abordar argumentos de crítica social y cultural, deplorando el modo poco constructivo con el que buena parte del debate político-mediático se ha abandonado a la crítica gratuita durante la crisis sanitaria. El espacio público, si no quiere verse asolado por la insignificancia, debe hacerse mucho más permeable a la autoridad de la ciencia, puesto que “[…] es la mejor herramienta a la que podemos acudir para solucionar los problemas graves, por ser útil frente a la complejidad e impermeable a las posiciones interesadas.”
En una época en que todos los cimientos en los que solía apoyarse nuestra vida cotidiana se han desplazado de un modo que aún no podemos valorar con claridad, disponer de un testimonio lúcido sobre la naturaleza de los virus nos hace más conscientes de las dimensiones del desafío al que nos enfrentamos a nivel global. Y nos aporta una más amplia perspectiva sobre el significado de ese incierto trayecto que llamamos vida: “El fenómeno más fascinante de la historia de nuestro planeta”.