El día 6 de enero, Epifanía del Señor, último día de la pascua de Navidad, día de los Reyes Magos de Oriente —de gran tradición en España— y día de la Pascua Militar, los civiles recibimos también una invitación para recordar, celebrar y agradecer, como ciudadanos libres de un Estado social y democrático de Derecho, establecido en la Constitución, el constante servicio a la existencia pacífica de España, es decir, a todos nosotros, de los hombres y mujeres de nuestras Fuerzas Armadas durante todas las horas de todos los días de todas las semanas de todos los meses del año.
El solemne rito castrense de la Pascua Militar fue decretado por el Rey Carlos III en 1782 para celebrar anualmente la toma de Mahón y la recuperación de Menorca de la ocupación británica ese día de hace 238 años. Se considera el inicio del año militar, y Su Majestad el Rey, mando supremo y capitán general de las Fuerzas Armadas, y el ministro de Defensa ofrecen un balance del año anterior y enumeran los objetivos para el actual. Este día, grande y especialmente festivo para el Ejército de Tierra, la Armada, el Ejército del Aire y la Guardia Civil, tiene su acto central en el palacio real de Madrid.
Es seguro que el Rey Don Felipe Sexto y la ministra de Defensa dedicarán un espacio apropiado en sus discursos para subrayar, elogiar y agradecer especialísimamente la inconmensurable intervención de nuestras Fuerzas Armadas en el territorio nacional en la lucha sin cuartel contra el coronavirus, durante el funesto y letal año 2020, junto a la felicitación merecida por las misiones que han continuado o iniciado en todo el globo terráqueo, derivadas de las obligaciones de España con su defensa nacional y con otros Estados y organismos internacionales.
Sólo la «Operación Balmis» ha sido algo asombroso en números y efectividad, y merece la mayor de las celebraciones y agradecimientos. El nombre de Balmis se debe al médico militar alicantino que encabezó la lucha contra la viruela en los territorios de Ultramar de la Monarquía española en América, Asia y África, al situarse al frente de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, la primera misión humanitaria de la Historia, ordenada por el Rey Carlos IV, mediante la Real Orden de 5 de junio de 1803: «Deseando el Rey ocurrir a los estragos que causan en sus dominios de Indias las epidemias frecuentes de viruelas; y proporcionar a aquellos sus amados vasallos los auxilios que dictan la humanidad y el bien del Estado, se ha servido resolver que se propague a ambas Américas; y si posible fuera a Filipinas, a costa del Real Erario, el precioso descubrimiento de la vacuna, acreditado en España y casi en toda Europa como preservativo de las viruelas naturales».
La «Operación Balmis» ha supuesto —como quien no quiere la cosa, prácticamente de un día para otro, como si fuera sencillo movilizar a miles de personas y sus efectivos o se estuviera entrenando todos los días para la pandemia que ha asolado España y el mundo— el despliegue total de ciento ochenta y ocho mil militares en dos mil trescientas localizaciones de España, y veinte mil intervenciones en cien días. Lo voy a exclamar con números por si algún lector visualiza así mejor la dimensión: ¡188.000 militares, 2.300 localizaciones, 20.000 intervenciones, 100 días! Ocho mil individuos, con sus pertrechos, en la calle todos los días. Y, como algo único respecto de los demás países, solo en España las Fuerzas Armadas han actuado formando un bloque conjunto.
Ante el colapso de los hospitales civiles, levantaron hospitales de campaña donde se les dijo, y realizaron las intervenciones que se les demandaron, sin perder la concentración en la misión, ni dejar de ofrecer una palabra de aliento y una sonrisa a los que ayudaban, sin distinción alguna. Se ocuparon especialmente de los ancianos en los días más complicados (a finales de marzo y principios de abril); cuando fallecían como moscas miserables en las residencias y se les ordenó que trasladaran cadáveres a las tres morgues que se abrieron de urgencia en Madrid.
Con fallecidos entre sus filas, no dejaron de cumplir con su cometido —patriótico, constitucional, militar— pese a la casi seguridad de que se podrían contagiar, en una fase donde el virus era casi plenamente deletéreo. Debe ser lo que tiene tratar con camaradería la vecindad de la muerte. Y, una vez concluida la «Operación Balmis», ni una palabra de queja, ni un gesto de no me prestáis atención o no me reconocéis lo hecho. Los hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas han vuelto a sus misiones habituales o a las nuevas, como la «Misión Baluarte», derivadas de la situación pandémica.
Y todo ello, sin dejar de atender los demás compromisos. En palabras del jefe del Estado Mayor de la Defensa, general del Aire Villarroya: «Balmis ha sido la operación militar con más efectivos y con más dedicación en los últimos tiempos, sin detrimento del resto de funciones y capacidades que tienen las Fuerzas Armadas. Hemos seguido prestando la seguridad que prestamos todos los días en las operaciones permanentes; hemos mantenido los barcos en la mar y los aviones de alerta temprana preparados para salir; y las misiones en el extranjero han continuado» («Atalayar 28»).
En el «Año del Coronavirus», los hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas (de su Capitán General al último soldado o marinero) han demostrado, una vez más y como nunca, que están moldeados en la fragua y el crisol del espíritu de servicio y el sacrificio, de la decencia y la generosidad, de la disciplina y la ejemplaridad. Las Fuerzas Armadas han acudido a donde el poder civil las ha llamado en defensa de la salud de los ciudadanos, jugándose la vida. Todos, sin renuncio, ni duda alguna se entregaron al auxilio de sus compatriotas, a nuestra ayuda, sin esperar nada a cambio. Por deber y por honor. Sin menosprecios ni resentimientos. Orgullo de España.
Todos tenemos una deuda con nuestras Fuerzas Armadas. Desde luego, en la Pascua Militar de este año, cuentan sin duda con el agradecimiento y el reconocimiento ilimitados y adicionales de todos los españoles por la inestimable tarea sanitaria que han asumido también en España.
Daniel Berzosa, profesor de derecho constitucional y abogado, pertenece a la XXXVII promoción del Curso de Defensa Nacional