El terrorismo yihadista es uno de los más grandes retos a los que se enfrenta Occidente, que ha golpeado con fuerza a nuestra sociedad. En el recuerdo de todos están terribles atentados como el perpetrado contra las neoyorquinas Torres Gemelas, la sala Bataclan en París, o la red de Cercanías en Madrid, entre otros muchos. Al grito de Allahu Akbar (“Alá es grande”), el islamismo radical siembra el terror y la destrucción. Para combatirlo con eficacia, además de emplear todos los medios con los que se cuenta, resulta decisivo estudiar los mecanismos que mueven a los asesinos, ponerse en su mente. Es lo que hace la escritora Lotte Lentes (1990), alemana afincada en Ámsterdam, en su debut novelístico La arena del desierto.
La novela, nos explica la autora bilbaína Aixa de la Cruz en el prólogo, empezó a gestarse poco antes de que el autodenominado Estado Islámico decapitara el 2 de septiembre de 2014 al periodista norteamericano Steven Sotloff, y difundiera la ejecución por internet, uno de los instrumentos preferidos por el Dáesh para difundir sus mensajes intimidatorios. En esa época, Lotte Lente se hallaba en Bruselas y vivía cerca del Museo Judío de la Minimestraat, que fue objeto de un ataque cuando un joven disparó contra un grupo de turistas y dos empleados. El luctuoso hecho impactó a la autora germana, que se preguntó cómo era posible que un joven que podría haber sido su compañero de clase y que llevaba sus mismas zapatillas de deporte se hubiera convertido en un asesino.
El intento de respuesta es La arena del desierto, que nos narra la historia de Majid, habitante en un suburbio del municipio francés de Roubaix, donde ha crecido. En apariencia el joven Majid estaba integrado en la sociedad occidental que le acogió, pero ¿es así? Evidentemente no. A través de la propia voz en primera persona de Majid asistimos a su proceso de radicalización, su viaje a Siria, y su implicación en un atentado suicida.: “Vas a hacer algo importante, ¿eh? Eso te honra, esa determinación, estar dispuesto a sacrificarte para una causa superior”, le dicen.
Esa “causa superior” que le venden es la lucha contra los “infieles” y la implantación del islamismo, entendido en un extremismo criminal. Y se lo presentan como un “paraíso” que, naturalmente, nada tiene que ver con lo que verdaderamente es. El protagonista de La arena del desierto lo comprueba con creces.