La mejor voluntad es la novela que concluye la trilogía sobre la familia que la californiana Jane Smiley publicó a finales de los años ochenta antes de que el premio Pulitzer por Heredarás la tierra la consagrara; eso ocurrió en 1991, y son muchos los años que han tenido que pasar para que estas tres novelas cortas previa llegaran al catálogo editorial en castellano.
No sé si está bien decir que es un placer leer una novela como esta, que deja un regusto de desasosiego, pero así lo siento. Porque hacernos reflexionar sobre el concepto de familia en sus distintas situaciones, siempre desde el punto de vista de uno de los integrantes, sí es un placer.
En La edad del desconsuelo (Sexto Piso, 2019) es un padre de familia con dos hijas quien se enfrenta a la aparición (y resolución) de un amante en la vida de su mujer; en Un amor cualquiera (Sexto Piso, 2020) es el desmembramiento de una familia con cinco hijos, también a partir de la aparición -fugaz- de un tercero; y en esta La mejor voluntad que tenemos en las manos, el conflicto radica en la asunción de valores sociales por parte del hijo de un matrimonio que pretende su crianza en un naturalismo tan feroz que traspasa los límites del capitalismo y casi, de las relaciones sociales habituales.
Nos hace reflexionar sobre la incomprensión por la falta de adaptabilidad social que sufre el hijo por parte de unos padres que creen estar haciendo lo mejor y hasta lo inalcanzable en aras del crecimiento de su familia. Es por tanto una historia que genera zozobra, especialmente en el momento de completar su lectura. Porque obliga a recapacitar sobre las rutinas que nos impone el capitalismo y cuáles podrían ser los efectos de su desmembramiento; o más bien, las secuelas en esas familias que quieren, al precio que sea, evadirse de las obligaciones que la sociedad nos impone. Vivir al margen y sus consecuencias.
En esta, como en las dos anteriores novelas cortas que pueden considerarse trilogía pero también leerse por separado por su completa independencia, la escritura de Smiley es precisa y directa, cortante a veces en el uso de la presteza descriptiva y de la determinación narrativa; un estilo que permite que su texto fluya con vigor, sin visos de resultar antiguo, a pesar de los años que han transcurrido desde su escritura.
Curiosamente, más antiguo simula el texto de la novela que tras alcanzar el Pulitzer dio a conocer a su autora. Heredarás la tierra nos relata otra historia familiar (esta sí desde su génesis y asentamiento hasta su casi disolución, en la que se dejan ver los años literarios transcurridos. La mejor voluntad es fácilmente asimilable a un presente muy cercano, y desde luego el conflicto mantiene interés en su reflexión.