El plan de Pedro Sánchez para hundir a Núñez Feijóo

Pedro Sánchez ya prepara las maletas para volver a Moncloa después de unos días de descanso en el paraíso de Doñana. No han sido unas vacaciones plácidas. El presidente del Gobierno había logrado destruir a su gran contrincante Pablo Casado con la inestimable ayuda de Dolores Delgado, la fiscal general más sectaria de la Historia, la exministra socialista cuya misión esencial era investigar cualquier error del PP para impedir que la poltrona del gran jefe corriera peligro. Y a fe que lo hizo a la perfección. Provocó la gran crisis en Génova por un puñado de mascarillas compradas por Ayuso, como ahora hace con Martínez-Almeida. Los enjuagues de Illa con las toneladas de material sanitario adquiridos por el Ministerio de Sanidad andan aparcados en el limbo.

Pero Núñez Feijóo salió del banquillo de Galicia y en unos pocos días hasta Tezanos reconoce que el nuevo presidente del partido ya amenaza la victoria del PSOE en las próximas elecciones generales. Y ahora toca empezar de cero. Ahora, Sánchez tiene que recurrir de nuevo a su Ejército mediático y a todas las Instituciones del Estado para aniquilar cuanto antes a su nuevo rival. Para empezar, Dolores Delgado ha tenido que interrumpir sus vacaciones para agitar a los fiscales más sectarios cuyo encargo es el habitual: investigar hasta el último rincón de Génova y enviar a sus sicarios a Galicia para rastrear los movimientos de Feijóo. Cuentan las malas lenguas que el más espabilado ya ha conseguido una foto del presidente del PP comiendo percebes en el restaurante de un amigo. Se investiga si pagó la cuenta de su bolsillo o fue invitado, lo que supondría un trato de favor más que sospechoso. Supondría un escándalo que coparía las tertulias de las televisiones adictas y de sus muchos medios de comunicación.

Pero, mientras Delgado no encuentre algo más enjundioso o una nueva mascarilla doblada, el gran plan de Sánchez apunta a los pactos del partido con Vox para lanzar a los cuatro vientos que Abascal marca la agenda del PP y, como es habitual, que Feijóo es un fascista. Ya se ha comprobado tras el acuerdo en Castilla y León. Los medios más afines han informado que el programa del nuevo Gobierno autonómico se basa en las políticas homófobas y racistas de Santiago Abascal. No importa que sea una enorme mentira, pues Mañueco ha dejado claro que los principios del PP sobre igualdad e inmigración son intocables.

Pero, sin duda, la partida de ajedrez entre el PP y Vox determinará el futuro de Feijóo. Porque puede ocurrir lo contrario de lo que planea la propaganda de Moncloa. Cuando Pablo Iglesias y Pedro Sánchez firmaron el acuerdo para gobernar en coalición, todos vaticinamos que el líder de Podemos daría el abrazo del oso al presidente del Gobierno. Y fue al revés. El impulsor del populismo comunista se tuvo que cortar la coleta tras su fiasco en la Asamblea de Madrid. No hay que descartar, pues, que Vox se diluya dentro del PP al entrar a formar parte en sus posibles gobiernos de coalición. El pez grande se suele comer al pequeño.

Pero después de la tragedia del coronavirus y, ahora, implicados en la guerra de Ucrania, los ciudadanos buscan estabilidad política y económica. Como se refleja en todas las encuestas, Podemos y Vox pierden fuelle. Los españoles se han dado cuenta de que las fantasías populistas solo se basan en el griterío, en mensajes desquiciados y radicales. Y lo que hace falta es un Gobierno moderado y sensato que huya de los extremismos y se centre en su verdadera misión: enderezar los letales bandazos políticos, sociales y económicos de Pedro Sánchez. Sacar a nuestro país del atolladero en el que se encuentra.

La batalla va a ser a sangre y fuego y se prolongará dos largos años. Tanto Pedro Sánchez como Núñez Feijóo se juegan todo a una carta. El presidente del PP deberá estar atento, pues el líder del PSOE siempre tiene un as en la manga. Cuenta con un potente Ejército mediático y ha tomado al asalto todas las Instituciones del Estado con un solo objetivo: ganar las elecciones para mantenerse en el poder. Por las buenas o por las malas. Por lo general, por las malas.