Una canción o una respuesta latina, latinoamericana, muy propia de un lugar donde lo atávico aún es palpitante y por eso las cosas son intensas y fascinantes.
Una canción que es flecha india con la punta envenenada.
En este sentido lo que siempre me ha fascinado, estimulado, enamorado e inspirado de la poesía de Gioconda Belli (léase por ejemplo su reconstituyente y revitalizante poemario Apogeo), además de su lenguaje cristalino pero trufado de metáforas de alta resolución, es su femenina fuerza como de mujer precolombina en cuyos ojos y sueños hay toda una historia de sobrevivencias y superaciones, café y fuego. Y, salvando las distancias estilísticas, que son muchísimas, hay no poco de esa fuerza lírico-latina en la canción compuesta en fase de ira de Shakira: sí, las mujeres también tienen derecho a la fase de ira.
He aquí pues una canción de letra como apresurada pero habilidosa en la mala baba de sus rimas y calamburs, y líricamente tan eficaz como efectista y efectiva.
Si Ida Vitale y Carilda Oliver Labra trasmutaran en raperas pop podrían improvisar sobre una servilleta de bar una letra como ésa.
Esta canción de Shakira, de la india rubia de voz chillona y cuerpo con rincones en los que rompe el mar, contra el gringo pijo, es un himno a la feminidad volcánica y valiente que no se doblega ni se quiebra; que resiste; la feminidad que proviene directamente de esas mujeres postcoloniales que, en lugares esenciales, de verdad han hecho país haciendo casa y haciendo familia, y por eso son como columnas que lo sujetan todo, y tienen fuerza de viga que lo sostiene todo.
“Lo mejor de tu vida me lo he llevado yo” cantaba Julio Iglesias en un verso que hoy nos parece el sumun del machismo cuartelero; un verso que viene a ser el equivalente al por esa carretera pasé antes yo con el camión. Y lo recordamos ahora porque en buena medida las críticas al fondo y la forma de la canción de Shakira creemos que vienen inconscientemente dadas porque esta vez, y ya era hora, es una mujer la que pone creativamente en su sitio a un hombre más sobrado que un cristo con tres pezones.
Ha hecho y va a hacer más por la causa del feminismo, de la igualdad en dignidad, derechos, deberes de hombres y mujeres, la canción de Shakira que mil Irenes Monteros juntas y enteras.
Vale, si Shakira llega a ser José Luis Perales le hace un nuevo himno al Barça. Pero, como es una tía con mucha casta, ha creado una canción que contiene, de alguna manera pop-rap, la fuerza lírica de las grandes mujeres latinoamericanas aguerridas y demasiado versadas en dificultades derrotas y resurrecciones como para venirse abajo a las primeras de cambio por pamplinas, donjuanadas caducas, amores románticos decimonónicos y estupideces de ese tenor.
Y le viene muy bien a la feminidad europea las más de las veces aburguesada este revitalizante soplo de aire andino. Como le viene muy bien a la masculinidad chulesca esta sacudida que nos recuerda que en el fondo todos los educados en el falocentrismo amamos la mirada airosa de esas mujeres libres que en realidad no nos podemos permitir.
La fuerza de la canción de Shakira es sumamente refrescante para nuestra masculinidad y nuestra feminidad siempre necesitadas de revisiones y nuevos impulsos.
Y esto es lo que tenemos que decir al respecto al margen de los gustos musicales.
¡Qué pedazo de mujer!