La actual guerra de Ucrania vuelve a repetir en la Historia, una vez más, el modelo de conflicto que el siempre actual Tucídides nos narra en su Guerra del Peloponeso. Para Tucídides, lo que hay que saber sobre la naturaleza humana sólo puede conocerse históricamente. En general no existen verdades estáticas sobre los hombres, sólo nuestra experiencia acerca de lo que los hombres han hecho y la comprensión de situaciones particulares. No obstante, en la historia percibimos cierta regularidad que subyace a la existencia de semejanzas entre una situación histórica y otra. Ciertos rasgos generales de la naturaleza del hombre permanecen constantes y (en general) los hombres se ven afectados de la misma manera o de manera similar por acontecimientos similares. En su análisis de la Guerra civil en Corcira, provocada por la guerra entre Atenas y Esparta, Tucídides invoca el concepto de naturaleza humana (“phýsin anthropeîan”) para explicar las feroces batallas y las calamidades resultantes que “ocurren y siempre ocurrirán mientras la naturaleza humana permanezca siendo la misma”. Observa que el estrés de la guerra y el deseo de victoria tienden a socavar el juicio del hombre (gnomê) y a fortalecer sus pasiones (orgê).
El mundo vuelve a estar polarizado, del mismo modo que el mundo helénico se polarizó inmediatamente antes de que estallase la Guerra del Peloponeso. Dos hegemones o superpotencias se enfrentan junto a dos constelaciones de países pilotadas cada una por uno de ellos. Atenas/EEUU, intensificando su poder político y económico en los países de la liga ático-délica/OTAN, y Esparta/Rusia, reivindicando la autodeterminación de cada país adscrito a la liga enemiga, y apoyada por la liga del Peloponeso/BRICS. La búsqueda constante de más dominio ( pleonexía ) por parte de los hegemones es la verdadera fuente del conflicto y de la guerra. Cuando el poder en el mundo se divide en dos alianzas desaparece en ambas la posibilidad de acumular más poder, y la expansión en una amenaza a la otra. Es así que la pleonexía y la aspháleia ( seguridad ) dejan de ser complementarias. Ucrania es hoy para EEUU lo que fue Anfípolis para Esparta, y, a la vez, es para Rusia lo que fue Lesbos para Atenas.
Durante la Pentecontecia, o los cincuenta años de paz posteriores a las Guerras Médicas, Atenas se había convertido, merced a la liga ático-délica, en la mayor talasocracia del Mediterráneo, controlando de este modo todo el tráfico comercial del Mediterráneo, y estrangulando a sus competidores en manufacturas ( Corinto, Mégara, etc. ). Su enorme exportación de cerámica y otros productos manufacturados significó que pronto afluyeron casi exclusivamente al Pireo los cereales, el ganado y los minerales de Italia y del Mar Negro. Se podría decir que todos los países amigos de la liga ático-délica, que había sido creada por Arístides el Justo, aquel bravo general que antes de la Batalla de Salamina tomó en un golpe de mano Psitalea, para defenderse del Imperio Aqueménida de los persas, se habían convertido de facto en colonias atenienses, al servicio exclusivo de los intereses de Atenas, y tácitamente se les advertía que cualquier defección sería castigada con el estrangulamiento económico y la invasión militar ( Melos, Mitilene, etc. ). El sistema de monedas ático, basado en el decreto de Clearco ( 6 óbolos=1 dracma, 100 dracmas=1 mina, 60 minas=1 talento, todo con el anagrama de la lechuza-Atenea ), se había impuesto por completo en toda transacción comercial en el Mediterráneo oriental. Incluso la Persia aqueménida usaba este patrón ático en su comercio exterior.
Tras la Segunda Guerra Mundial los EEUU, merced a los tratados militares de las distintas partes del Globo ( OTAN, ANZUS, etc. ) se convirtió, como heredera del Imperio Británico, en la gran talasocracia universal, y con el pretexto de defender al “mundo libre” de la amenaza comunista (real) que entrañaba el Imperio Soviético, fue transformando a todos sus aliados amigos en peones de sus intereses económicos y estratégicos. El dólar se convirtió en seguida en la divisa-patrón de toda transacción comercial internacional. Es así que EEUU repitió punto por punto el programa nacional de la Atenas de Pericles.
Ahora bien, los muchos ecos y patrones recurrentes en la Historia no pretenden adormecernos con la certeza complaciente de que hemos captado el funcionamiento interno de la historia; por el contrario, nos desafían a evaluar las diferencias y similitudes genuinas entre dos contextos, a pensar históricamente. Una historia interpretada, que a su vez depende de juicios sobre la idoneidad y la probabilidad y los despliega, complementa nuestra experiencia de “cives mundi” y agudiza nuestro juicio.
Como los tiranos arcaicos, los atenienses eran considerados hombres que perseguían sus propios (exclusivos) intereses; y eran objeto de miedo y odio.
El hegemón entiende, siempre equivocadamente, que su libertad y seguridad sólo se puede garantizar con el ejercicio de la tiranía sobre otros pueblos. Así, el propio Alcibíades nos dice: “Existe el peligro de caer bajo el imperio de otros, si no tenemos nosotros mismos el imperio sobre otros pueblos ". Es así que el miedo y la falta de prudencia del hegemón pone en peligro su propia hegemonía.
El ultimátum a la isla de Melos refleja el miedo obsesivo de Atenas a sus aliados, su ansiedad por eliminar todo vestigio de oposición o neutralidad, aunque es esta misma polarización la que pone en peligro su propio bienestar y hegemonía. Como el tirano pisistrátida tras la muerte de Hiparco, Atenas agrava el peligro respondiendo instintivamente, sin comprender ni usar de la prudencia. Los atenienses reaccionan a la evidencia de la hostilidad aliada y espartana fortaleciendo su control sobre el poder, provocando así las mismas consecuencias que buscan evitar. El ejercicio del poder entre hegemones inicia regularmente este ciclo destructivo de respuestas instintivas, de intentos antagónicos e inútiles por garantizar la seguridad, con resultados siempre contrarios a los que se buscan.
De acuerdo a las enseñanzas de Tucídides, hoy Rusia y los EEUU tienen muy buenas razones para restringir su búsqueda de más poder a fin de preservar precisamente el poder que ya poseen. Rusia y quizás más EEUU parecen haber perdido la capacidad de interpretación contextual que tenían por ejemplo, en la época de Nixon, es decir, una comprensión histórica de las tendencias humanas, la situación actual y real de cada uno de ellos, y aquello que dicta la prudencia en el mundo tal como es ahora. Sus líderes deben mantener el autocontrol, la capacidad de contrarrestar sus instintos más primarios y resistir la peligrosísima tentación de garantizar su seguridad promoviendo sólo sus propios intereses exclusivistas.