Pedro Sánchez ha decidido emprender una guerra sin cuartel para destruir al PP. Está convencido de que sólo así tiene alguna posibilidad de sobrevivir el 23-J. Una confrontación a cara de perro, recurriendo a todas las armas a su alcance, en especial las ilegales. En su comparecencia en el Congreso, pronunció un discurso basado exclusivamente en el odio a "la derecha" y una egolatría sin límites, a pesar de haber sido aplastado en las elecciones del 28-M. Demostró también su desprecio a la democracia, a la soberanía popular al calificar de "injusta e inmerecida" su descomunal derrota. Cuando pocas veces una derrota ha sido tan justa y merecida.
Por sus gestos y palabras, se comportó como un dictador que arenga a sus tropas para emprender una batalla a vida o muerte. O yo o el caos, vino a decir. "O una España progresista o trumpista". Tuvo la desfachatez, sin embargo" de acusar al PP de poner en marcha "una ola reaccionaria" para "tratar de crispar hasta límites insospechados". Y tuvo la desfachatez narcisista de enumerar sus muchos logros como presidente del Gobierno por haber logrado "la estabilidad y la prosperidad" después de la pandemia y la guerra de Ucrania sin olvidarse del volcán de La Palma. El delirante discurso de Pedro Sánchez se cerró con una intensa y prologada ovación de los diputados y senadores que asistieron al espectáculo. Le aclamaron como si se tratará de un caudillo fascista o de un dictador comunista. Prietas las filas.
La conclusión de la comparecencia de Sánchez es inquietante. No sólo porque su campaña se vaya a basar en la bronca y los insultos con el fin de crispar y polarizar al electorado español. Sino por las muchas trampas que ha demostrado ser capaz de ejecutar para sobrevivir. El PP no debe fiarse. No puede bajar la guardia ante las maniobras del presidente del Gobierno desde la Fiscalía General del Estado o el Tribunal Constitucional que, al final, también controla. Ha demostrado ser un autócrata capaz de inventarse cualquier cosa con tal de aniquilar la imagen de Feijóo o cualquier dirigente del PP. Y también debe prepararse Génova para que los muchos medios de comunicación adictos y las redes sociales que controla propaguen todos los bulos necesarios para derribar a su gran adversario electoral. Sin olvidar, el intenso crecimiento que se va a producir del voto por Correo, el gran agujero negro de la fiabilidad del sistema electoral español.
Si en la campaña del 28-M Pedro Sánchez perdió los estribos con sus insultos y amenazas, ha quedado evidente que ahora va a redoblar la bronca y la crispación para, entre otras cosas, sustituir a Podemos, ERC y Bildu en sus provocaciones y ataques a "la derecha extrema", como llaman al PP. Busca la tormenta perfecta para derribar al adversario. Se trata de una deriva peligrosa basada en el guerracivilismo, la polarización y la crispación. Debe creer que "los españoles son bobos", como le ha reprochado Otegui por el amago estratégico de alejarse ahora de Bildu "después de 4 años juntos". Pero los españoles no son bobos. No olvidan la catastrófica gestión del Gobierno de coalición acaudillado por Pedro Sánchez.