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Obama, el sueño universal

Juan José Laborda
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1718lamartingmailcom/12/12/18
viernes 14 de noviembre de 2008, 22:12h
Lo que resulta fascinante en la elección de Obama, es que los ideales de los “padres fundadores”, ¡un grupo de americanos que inventaron una república basada en la libertad individual en el siglo dieciocho!, sigan siendo el argumento político de los americanos, doscientos treinta y dos años después. Es el “sueño americano”. Lo que vimos en las lágrimas de muchos ciudadanos en Chicago, escuchando las palabras del recién elegido presidente, era la fe renovada en unos ideales, que al igual que hace dos siglos, dan cabida a cualquier ser humano, un humanismo universal surgido en América, la tierra prometida.

Es admirable: no hace tanto que los negros defendían tener los mismos derechos que los blancos, los años de Martín Lutero King; en Chicago contemplamos la emoción del reverendo Jesse Jackson, partícipe en las marchas civiles organizadas por King, hasta su asesinato. A veces se objeta: “En Europa no somos tan racistas”. Bien, es una conjetura, pero ¿lo seríamos igual si nuestros países hubiesen tenido que integrar tantas razas como ellos? Lo que no es una conjetura: la realidad biográfica del próximo presidente americano: hijo de un keniata -Obama se llama el protagonista guineano de la novela de Donato Ndongo, un apellido común entre los bantúes, mayoritarios en esa región central de África-, por su extracción familiar, Obama, en Europa, hubiera tenido menos posibilidades de ascenso social. Él no pertenece a esa élite en la que están Condolezza Rice o Colin Powell. Obama, posiblemente, sería más un marginal en las grandes ciudades europeas, que un brillante universitario titulado en Harvard, la más selecta facultad de derecho de su país. Pero el sueño americano no es sólo una ilusión individual, el triunfo privado de aquéllos que logran la fama o la riqueza. El “sí, podemos”, es una utopía política, no quimérica, al alcance del esfuerzo de un pueblo unido con esos antiguos ideales. Sobre esas ideas construyó Obama su discurso en Chicago. Él era, en la soledad del escenario, la imagen de un sueño de millones y millones de personas, y no sólo americanos, sino de todo el mundo. Su elección no es resultado de las cuotas para las minorías; es la decisión de la democracia constitucional más antigua, afrontando la situación más difícil desde los años 30 del siglo pasado. ¿Se imaginan algo así con un turco en Alemania, un paquistaní en Gran Bretaña, un argelino en Francia, o un ecuatoriano -no digo un marroquí- en España?

Pero Obama es más que eso. Es la posibilidad de un cambio político para todas las democracias. La izquierda americana, con él, aspira a dirigir un movimiento poderoso que está presente en las actuales sociedades abiertas. Sus claves son claras: protagonismo de las personas, de las ideas, de las instituciones, reduciendo el poder holístico de los partidos políticos. Liderazgo basado en el rigor, y no en rasgos populistas. Apuesta por los ideales del progreso, de la tolerancia, de la compasión, en lugar de ese jacobinismo, que a derecha y a izquierda, han dañado el prestigio y la credibilidad de la política. El consenso, el pacto, como objetivos más elevados de unas sociedades amenazadas por la crisis económica y la desorientación ideológica, lo que significa que el rival no es un enemigo, y en política internacional, el regreso a la cultura internacionalista, al multilateralismo y al acuerdo con los países aliados para afrontar una globalización desgobernada.

Juan José Laborda

Consejero de Estado-Historiador.

JUAN JOSÉ LABORDA MARTIN es senador constituyente por Burgos y fue presidente del Senado.

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