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2009 en Colombia: el año de las definiciones

martes 06 de enero de 2009, 22:01h
Cada vez con más frecuencia se dice que 2009 será el año de la incertidumbre. Las difíciles condiciones políticas que tendrá la crisis internacional sobre la economía colombiana, el cambio en la agenda en las relaciones con los Estados Unidos, y la necesidad del gobierno Uribe de asegurar la aprobación del referendo reeleccionista, marcan un panorama tan difícil de predecir, que nadie se atreve a sugerir algo distinto a la incertidumbre. Pareciera que hay muchas razones para pensar que así sea.

Sin embargo, cuando se observa con más detalle la trayectoria que está siguiendo la crisis, se encuentra que lejos de ser un año incierto, en materia política los próximos 12 meses serán de definiciones.

Para comenzar, en la economía están encendidas las alarmas y los indicadores no hacen otra cosa que confirmar el nerviosismo. Sobre todo con lo que está sucediendo en los principales socios comerciales de Colombia. Por ejemplo, en Estados Unidos la actividad industrial cayó en diciembre a niveles que no se habían registrado desde junio de 1980 y el desempleo comienzan a reportar datos de dos dígitos. Y en Venezuela, pese a tener fondos que les va a permitir transitar el desierto de la crisis por lo menos en los próximos dos años, la caída de los precios del petróleo (tan inesperada como acelerada) y una situación cambiaria insostenible, modifica las expectativas de financiamiento que podían tener los colombianos de la economía venezolana. Además, hay factores de geopolítica internacional que llevaran a las autoridades venezolanas a tomar decisiones de compra e inversión que favorecen los productos de sus socios estratégicos, entre los que no está precisamente Colombia. Quizá por considerar este tipo de escenario, que las proyecciones de crecimiento para Colombia, no superan un incremento del 2.5%, al tiempo que el desempleo llega a niveles superiores al 10%, lo que significa un aumento de 1.4 puntos entre noviembre de 2007 y el mismo mes de 2008.

Es evidente que la crisis económica tendrá un gran impacto en la política interna del país. No resulta difícil prever que, ante una pérdida de los mercados externos, los empresarios van a ejercer una fuerte presión sobre el gobierno para que disponga de las ayudas necesarias para enfrentar la crisis. “Si ya antes hubo subsidios, exenciones de impuestos o líneas de crédito, para enfrentar problemas como la sobrevaluación del peso, no veo la razón por la cual hoy no decida hacer lo mismo. Si la crisis es de mayores proporciones que las del pasado” argumentará algún alto funcionario para explicar porqué, a pesar de las limitaciones presupuestales, el gobierno decidió darle una mano al empresariado para enfrentar la crisis.

Por otra parte, la llegada de los demócratas a la Presidencia de los Estados Unidos, contribuirá a hacer todavía más complejo el panorama para los intereses políticos colombianos. El escenario en el que se posesiona Barak Obama no es el mejor: Rusia hace pruebas militares a pocos kilómetros de las fronteras estadounidenses; el gobierno indio acusa al pakistaní de apoyar las acciones terroristas en su contra; el gobierno israelí lanza el ataque aéreo más destructivo en los últimos 20 años, sobre Gaza, propiciando una gran fractura en el mundo islámico; el gobierno ruso suspende la provisión de gas a Ucrania, afectando a varios países de la Unión Europea (Polonia, Hungría, Rumania y Bulgaria); y el gobierno afgano, sostenido por los Estados Unidos, se ve desbordado por la corrupción interna y la proliferación de las mafias en todo el país.

Puestos en una perspectiva en la que Obama apuesta al multilateralismo, no se debería esperar que el gobierno de los Estados Unidos decida un tratamiento especial con Colombia por considerarlo un socio estratégico en la lucha contra el terrorismo. Más bien, hay algunos demócratas que están convencidos de que presionar a Colombia por resultados en la defensa de los derechos humanos, es políticamente muy rentable. Puede ser la prueba de que en un mundo convulsionado, el gobierno de los Estados Unidos mantiene su preocupación por ese tema. Además, en un entorno en el que Obama ha planteado la necesidad de establecer un dialogo con Cuba y Venezuela, Colombia va a ser el eslabón más débil en la cadena de los intereses internacionales estadounidenses. Y ese hecho, va reducir todavía más el margen de maniobra del gobierno colombiano en la lucha contrainsurgente y en la búsqueda de corresponsabilidad en el combate al narcotráfico.

En Colombia, una de los principios que siguen los políticos colombianos radica en creer que lo que hacen internamente no se nota en el exterior y que lo que pasa en el exterior, no nos afecta internamente. Bajo ese principio, es de esperar que actúen en 2009 con respecto al referendo reeleccionista. Sin considerar los efectos que puedan tener en el exterior, los congresistas de la coalición gubernamental harán pública, una y otra vez, su disposición a votar positivamente el referendo. E incluso dirán que apoyan reajustar el texto para permitir la reelección de Uribe en el 2010. Eso, siempre y cuando el gobierno les aumente la cuota burocrática y los contratos que les da “representación en el gobierno”. Saben muy bien, que en ese voto aprobatorio radica su capacidad de negociación y su poder político. Y buscarán estirarlo lo más que puedan. Pero por si acaso, algo afecta la reelección de Uribe, ya estarán haciendo pactos por debajo de la mesa con los que aspiran a suceder a Uribe en 2010. Y Uribe lo debe saber.

Por esa razón, en asuntos políticos, 2009 será un año de definiciones. Los principales actores políticos, del gobierno y la oposición, tendrán que definirse. Uribe debe saber que si quiere mantener la unidad de su bancada y el control sobre el poder político, le queda una sola alternativa: forzar la aprobación del referendo con el texto corregido para permitir la reelección en el 2010, sin importar el costo que deba pagar. Con el referendo aprobado, emprender la campaña (al costo que sea) en busca de los 7 millones y medio de votos que le permitan ganar el referendo que avala su intención de presentarse a la reelección. Y ya con los más de 7 millones y medio de votos en el bolsillo, tomará la decisión si se presenta o no. Si opta por presentarse, seguramente obtendrá una nueva victoria, a pesar de que las condiciones externas no sean las más propicias para estar cuatro años más en la presidencia colombiana. Si no se presenta, Uribe no perderá. Se irá de la Presidencia, pero le habrá dejado a sus competidores y opositores un mensaje claro y simple: hay que contar con él en las elecciones de 2010 y 2014. En este año político que comienza, para todos, todo lo demás, será lo de menos.

Pedro Medellín

Doctor en Ciencias Políticas

PEDRO MEDELLÍN es doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de París

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