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Cuba: Obama mueve ficha

Javier Rupérez
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jruperezelimparciales/9/1/9/21
lunes 20 de abril de 2009, 16:50h
La decisión de permitir a los cubano-americanos residentes en los EEUU viajar a Cuba y enviar ayudas economicas a sus familias constituye una medida hábil en el contexto de las nuevas expectativas suscitadas por las administración demócrata en varios terrenos de la politica internacional. Ha sido tomada en vísperas de la cumbre de la OEA en Trinidad Tobago, cuando era previsible que los neo castristas –Venezuela, Ecuador, Nicaragua, Bolivia- hicieran de nuevo bandera reivindicativa del tema cubano y cuando significativos sectores del exilio, donde priman ahora las segundas y terceras generaciones, querrían encontrar vías para la distensión, el contacto y eventualmente el negocio. Pero, que duda cabe, es una decisión limitada que no acaba de convencer por completo a nadie en el patio domestico –los duros no se contentarán mientras no haya un cambio de régimen y los blandos no querrán nada que no sea el levantamiento completo del embargo y el pleno restablecimiento de relaciones diplomáticas- cuya inteligente virtualidad es la de situar el siguiente movimiento en el terreno de los Castro. Ya lo ha dicho Obama en Trinidad con claridad meridiana: los demás tambien tienen que moverse.

La primera reacción de La Habana ha sido de estupor –evidentemente no se esperaban la noticia- y le segunda, seguramente aconsejada por los estrategas de ALBA, la caja de resonancia del chavismo neo castrista en Iberoamerica- dice aceptar el dialogo en pie de igualdad para hablar de todo, incluidos derechos humanos y presos políticos. Es una manera de evitar el sonrojo que supondría la constatación de la evidencia: los cubanos americanos moviéndose por Cuba sin restricciones y haciendo llegar a sus familiares ayudas sin limite cuantitativo crean muchos problemas para un régimen cuya mayor habilidad ha sido rentabilizar el ostracismo impuesto por Washington como fuente inagotable de males para el pueblo cubano y como pretexto para mantener con mano férrea uno de los sistemas dictatoriales mas largos y sangrientos conocido en los ultimas cinco décadas. En la manera en que el castrismo permita y administre las decisiones ahora tomadas por la Casa Blanca se podrá deducir su disposición real para embarcarse en otras vías futuras de normalización política y diplomática.

Obama ha optado por una aproximación gradual al tema cubano posiblemente con el convencimiento de que la mejor manera de resquebrajar el edificio de la represión es facilitar pausadamente los contactos de todo tipo con el mundo exterior. Desde ese punto de vista el embargo norteamericano al comercio con Cuba, como tantas veces se ha puesto de relieve incluso desde sectores nada proclives al castrismo y a sus secuelas, ha servido sobre todo para alimentar la propaganda de los sátrapas caribeños. La respuesta del ”sentémonos y hablemos de todo”, tiene indudablemente perfiles sospechosos, por más que la Secretaria de Estado Clinton la haya recogido con regocijo. Recuerda un tanto a las infinitas conversaciones con iraníes y norcoreanos: se habla y se habla, convirtiendo al diálogo en un objeto en si mismo y al interlocutor en rehén para el reconocimiento, mientras en la sustancia nada cambia. Tambien a ello se ha referido Obama en Trinidad Tobago: la conversación debe servir para algo.

Debería servir para facilitar la transición de Cuba hacia la democracia. Es sorprendente desde ese punto de vista el sigilo con que los lideres iberoamericanos de todos los colores –incluyendo algunos tan poco sospechosos de practicar el marxismo leninismo como Felipe Calderón, el presidente de Méjico- transitan por el tema cuando exigen de la comunidad internacional en general y de los Estados Unidos en particular la plena normalización de relaciones con Cuba. Aunque piadosamente quepa suponer que no lo explicitan para mejor facilitar la maniobra hacia la democracia, ese vocerío de demandas pro cubanas suscita un cierto estupor. ¿Se trata de endosar sin más la catástrofe humana, política y económica que ha supuesto el castrismo? ¿Constituye la propuesta una invitación formal a un “aquí no ha pasado nada”? Aún teniendo en cuenta los sacrificios que toda transición trae consigo, ¿deben los cubanos y los que no lo son extender un manto de respetabilidad a los Castro y a todos sus secuaces sin la más mínima contrapartida?

Obama ha movido bien su primera ficha cubana y el resultado inmediato- una indudable relajación de tensiones- debe ser recibido con parabienes. Todo lo demás queda pendiente. Incluyendo el modelo que el presidente Obama quiere ofrecer del comportamiento de los Estados Unidos como potencia hegemónica. Que, cabe esperar, no corresponde exactamente con el que persiguen gentes como Chaves, Castro, Morales y compañía. Por mucho que se intercambien libros.

Javier Rupérez

Embajador de España

JAVIER RUPÉREZ es académico correspondiente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas

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