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El Gobierno, nuestro sobrino loco

Laila Escartín Hamarinen
miércoles 22 de abril de 2009, 20:39h
Para muchos políticos españoles la motivación más profunda parece ser llegar al poder (y mantenerse en él) por megalomanía, no por razones altruistas como servir al pueblo y a la patria. El deber original del político, tal y como se concibió en las primeras democracias griegas, era servir a la polis en la organización sensata, inteligente y beneficiosa de los asuntos comunes de la polis y sus habitantes. El político bueno es un servidor de los ciudadanos. Pero esta idea queda lejos de la imagen que tienen de sí mismos los políticos de hoy.

Una prueba de ello es que cada vez que los miembros del gobierno actual (me limito a hablar de él por mantenerme en el presente) son criticados por sus actuaciones, no son capaces de aceptar la crítica con ecuanimidad, sino saltan al contra-ataque con cosas absurdas como: “usted es machista”, o “siempre atacando cualquier cosa que haga el PSOE”, o “pues lo que hizo su partido hace quinientos dos años fue mucho peor”. Como adolescentes, sí señor, como adolescentes heridos, caprichosos y tontos. Más inverosímil que la ficción. Esta gente maneja todo el dinero que los individuos (usted y yo) están obligados a entregar de su trabajo al estado todos los meses. Es catastrófico.

Un buen político, cuando es criticado, escucha, analiza las palabras de su locutor, y realiza un trabajo de auto-examen. Si un político es honesto y hace bien su trabajo, no tiene necesidad de saltarle al cuello a su locutor en actitud defensiva, porque tiene la conciencia tranquila; se mantendrá ecuánime, amable y cortés, abierto al diálogo transparente; probablemente querrá indagar más en la crítica de su locutor para descubrir qué hay detrás de ella, y si se identifica en ella, conversará para encontrar apoyo en la búsqueda de una solución al problema. Pero esto no sucede jamás.

El gobierno español actual ha salido de un libro de Franz Kafka, tiene cerebro de mosquito, se rige por las normas de lo absurdo y pesadillesco, y por mucho talante que digan poseer, no tienen la menor idea de cómo se conversa o dialoga, y no creo que sepan lo que significa una actitud auto-crítica. No es un chiste, porque está en juego nuestro dinero y nuestra supervivencia y la de nuestros hijos. El individuo no se puede quedar cruzado de brazos dejando a unos enloquecidos inmaduros hacer el imbécil con un dinero que damos mensualmente al colectivo, con la intención de que sea usado para la organización del estado –nuestra macro-familia y nuestro macro-hogar –. Si en casa se nos cuela un sobrino loco que coge dinero de nuestra cartera y se lo gasta en lucecitas de navidad, en confeti, en champán y en DVDs, rápidamente le paramos los pies, y lo echamos de nuestra casa. Es lo mismo, sólo que a mayor escala. Pero el españolito no hace nada, mira para un lado, silba y se rasca la cabeza confundido. ¡Viva España!





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