Argentina: en busca de la escuela perdida
sábado 16 de febrero de 2008, 18:21h
La educación fue preocupación central de los más importantes hombres públicos de Argentina del Siglo XIX, como Juan Bautista Alberdi, Domingo Faustino Sarmiento, Nicolás Avellaneda y Julio Argentino Roca. La ley 1420 sancionada en 1884 fue la gran propuesta institucional educativa. Gracias a la instauración de la enseñanza primaria obligatoria y gratuita fue posible integrar a millones de inmigrantes que llegaron al Río de la Plata, y también a sus descendientes. El conocimiento de los oficios, en muchos casos ancestrales, que estos inmigrantes traían consigo, fue no solo un aporte adicional para el desarrollo del potencial productivo, sino también un elemento clave para consolidar la movilidad social, que fue por muchos años la característica distintiva de Argentina comparada con el resto de América Latina.
La modernización productiva valoriza hoy como nunca todas las dimensiones educativas, además la insuficiencia educativa es una barrera que impide la movilidad social ascendente. Esto fue bien entendido, como hemos visto, por la generación del 80, que enfrentó la anterior globalización (1870-1913) con un grandioso proyecto educativo. Es así como el analfabetismo que en el primer tercio del siglo XX era del 60% en Portugal, 40% en España y 20% en Italia, era inferior al 15% en Argentina. Pero hoy las exigencias educativas van más allá de la enseñanza primaria y en este terreno estamos mal. No hay tiempo que perder, si pensamos en los millones de adolescentes argentinos que deberán afrontar el desafío de la globalización con menos preparación que la que se brinda en el resto del mundo.
La luz roja ya se ha encendido: se acaban de conocer los resultados de las evaluaciones realizadas por la OECD en el año 2006, basadas en exámenes a alumnos de 15 años en 57 países. Estos resultados son muy preocupantes, baste decir que en las pruebas de lectura e interpretación de textos, los estudiantes argentinos se ubican en el lugar 53º, superando apenas a los jóvenes de Azerbaijan, Qatar y Kyrgyzstan. Estamos por debajo no sólo de todos los países industrializados sino también de Chile, Uruguay, México, Brasil y Colombia, que son los latinoamericanos que participaron de esta evaluación. Lo grave es que además nuestro nivel esta ahora por debajo del verificado en la prueba del año 2000. Ocupamos los últimos lugares también en las otras pruebas: en matemáticas el lugar 52º y en ciencias el 51º, esto evidencia un pobre desempeño en todas las áreas.
En Argentina no sólo no existen ni exámenes generales de evaluación de la enseñanza primaria ni universitaria como en Brasil, sino que tampoco existen exámenes al concluir el ciclo secundario, como existen en Chile y en muchos países europeos y asiáticos. Además, y a contramano del resto del mundo que procura explicitar la información para conocimiento de la comunidad educativa (estudiantes, profesores y padres), nuestra Ley de Educación establece en su artículo 97:
"La política de difusión de la información sobre los resultados de las evaluaciones resguardará la identidad ...de los institutos educativos, a fin de evitar cualquier forma de estigmatización…."
La evaluación de calidad y rendimiento escolar es indispensable para cualquier política que procure mejorar la enseñanza. Pero esta información debe ser difundida y transparente, ya que es esencial para conocer si el funcionamiento de la escuela es adecuado. Si ocultamos lo que anda mal, ¿cómo haremos para mejorar?
Abundan los discursos por la "inclusión social y equidad en la distribución del ingreso". Pero nada de eso sirve si no se reconoce que la mejora en la educación es indispensable para confrontar el drama de la pobreza y la desigualdad, potenciando la acumulación de capital humano. La educación es el principal activo que requieren los pobres para superar la exclusión social. Los carentes de buena educación tienen los peores empleos: mal pagados, precarios, en negro y sin protección social. Esta combinación de pobreza y deficiente educación significa que no se encuentran en posición para asegurar la educación futura de sus hijos. Se consolida así la circularidad de la reproducción intergeneracional de la pobreza.
El crecimiento económico en el mundo globalizado exige acumular un acervo de recursos humanos altamente calificados, al mismo tiempo la equidad distributiva exige la vigencia efectiva de la igualdad de oportunidades. En Argentina la recuperación de la "escuela perdida" es condición necesaria para crecer con equidad social.
Economista
ALIETO GUADAGNI es economista graduado en la Universidad Nacional de Buenos Aires, con estudios de postgrado en la Universidad de Chile y Doctorado en la Universidad de California (Berkeley)
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