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Machu Picchu, Maravilla de la Humanidad

Antonio López Vega
sábado 04 de julio de 2009, 17:06h
Recientemente he tenido ocasión de visitar Perú. Con motivo del cincuentenario del fallecimiento del Dr. Marañón en 2010, esta nación del ámbito iberoamericano se dispone a recordar su paso por allí los difíciles meses de agosto y septiembre de 1939. Así, instituciones políticas, civiles y académicas, impulsarán exposiciones, cátedras universitarias o el descubrimiento de placas y bustos, entre otros actos conmemorativos.

En mi feliz estancia en el bellísimo país andino, he tenido la suerte de encontrar unas horas para visitar lo que, a la postre, es su emblema nacional por el que es mundialmente conocido, las ruinas de Machu Picchu. En uno de esos maravillosos días soleados del invierno austral, y acompañado por la mejor de las anfitrionas, mi ya buena amiga Elita S., oriunda de la cercana y hermosa ciudad del Cuzco, disfruté de la experiencia memorable del encuentro con la civilización inca.

Se puede pensar que, conociendo a priori lo que el visitante se va a encontrar allí, aquella va a ser una de esas visitas turísticas rutinarias que terminan dejándole a uno un sabor agridulce; admiración ante el reconocido conjunto arquitectónico y cierto tedio por la masificación que puede acompañar dicha visita. Sin embargo, el prodigio arquitectónico e ingenieril produce auténtica perplejidad. En pleno corazón de los Andes, en la escarpada vertiente de la “Montaña Vieja” o Machu Picchu -ante la cual se yergue erecta la todavía más abrupta “Montaña Nueva” o Huayna Picchu-, se levanta el palacio que mandó levantar el primer emperador inca, Pachacútec, allá a mediados del siglo XV. Existe cierta controversia sobre el uso del mismo. Si en un primer momento se pensó que sería una fortaleza o ciudadela de carácter defensivo, actualmente se abren paso las tesis que lo consideran un conjunto residencial y ceremonial. En todo caso, el perfecto estado en el que se encuentran las diferentes estancias en una zona de cierta actividad sísmica, el sorprendente trabajo de pulimiento y encaje que se puede observar en cada una esas piedras, su complejidad constructiva en la que, o no se emplea argamasa para unir las piedras, o ésta consiste, únicamente, en una sutil capa de barro, y, en definitiva, el inaccesible enclave donde se erigió este complejo situado a 3000 metros de altura, producen verdadero asombro. A las fantásticas ruinas le acompaña un espectáculo natural de inenarrable belleza. Sencillamente, no encuentro palabras para expresar la fascinante embriaguez que genera la contemplación de los hermosos valles que recorren las vertientes de la portentosa cordillera montañosa.

En 2007, el voto popular eligió a Machu Picchu, a mi juicio con razón, como una de las nuevas maravillas del mundo. Lugar único que conmueve y enamora es, sin duda, otro de los grandes incentivos para visitar esa maravillosa nación que es Perú. Pero esa es ya otra historia.

Antonio López Vega

Profesor de la UCM

Antonio López Vega es profesor de Historia Contemporánea de la UCM.

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