La ciudadanía y los ciudadanos
jueves 21 de febrero de 2008, 18:43h
Se oye a los políticos hablar de la ciudadanía con mucha frecuencia. Se utilizan frases como "la ciudadanía no va a consentir...", "la ciudadanía no está de acuerdo...", y generalmente lo que no consiente la ciudadanía es lo que no consiente el político que así se expresa, y con lo que no está de acuerdo la ciudadanía es con lo mismo que no está de acuerdo el político de turno. Mas lo cierto es que la ciudadanía habla poco; en España cada cuatro años y por medio de elecciones donde elige a sus representantes, sin que cada ciudadano opine de forma expresa sobre cada punto de los programas políticos que le presentan los partidos, ni siquiera sobre cada uno de los candidatos, sino que emite un voto único a favor de la lista presentada en su circunscripción por uno u otro partido, siempre que no decida abstenerse o emitir un voto nulo. Caben más fórmulas de que la ciudadanía hable, como los referendos o la iniciativa legislativa popular, pero no son utilizadas con mucha frecuencia ni por los políticos, que son los que pueden recurrir a la primera, ni por los ciudadanos, que son los que pueden poner en marcha la segunda.
Convendría que no se olvidase que la ciudadanía es, según la segunda acepción del Diccionario de la Real Academia Española, "el conjunto de los ciudadanos de un pueblo o nación" y no un todo homogéneo. Como decía don Antonio Machado en su Mairena: "por más que lo pienso no hallo manera de sumar individuos". Y conviene también no olvidar las otras dos acepciones que da el Diccionario: la primera, cualidad y derecho de ciudadano, y la tercera, comportamiento propio de un buen ciudadano. Es mucho más importante que los políticos se ocupen de estas dos acepciones, si de verdad se preocupan por la ciudadanía, porque la segunda no requiere garantía alguna, mientras que siempre hay que velar por que los ciudadanos puedan ejercer libremente su ciudadanía y para que tengan el comportamiento de un buen ciudadano.
Si se habla de la ciudadanía como un ente abstracto y homogéneo se está falsificando la realidad. Los políticos sólo saben lo que la ciudadanía dice por medio de las elecciones. Ir más allá es convertirse en intérpretes no ya de la voluntad general sino de cuestiones tan etéreas políticamente como los sentimientos. Tenemos un ejemplo en el preámbulo del nuevo Estatuto de Cataluña, en el que los políticos no sólo han interpretado la voluntad política sino los sentimientos de una mal llamada "ciudadanía de Cataluña": "El Parlamento de Cataluña, recogiendo el sentimiento y la voluntad de la ciudadanía de Cataluña, ha definido de forma ampliamente mayoritaria a Cataluña como nación". ¿Quién tiene el sentimómetro? ¿Y cómo se utiliza? Son preguntas que me inquietan puesto que reflejan una concepción de la política que profundiza en lo peor de Rousseau. Ante esto, la otra cuestión grave de la frase estatutaria citada, que los parlamentos usurpen el papel de las academias y se dediquen a hacer definiciones, parece menos grave.
Profesor de Historia del Pensamiento Político
JAVIER ZAMORA es licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid y doctor en Derecho por la Universidad de León, ha completado su formación con estancias de investigación en el Massachusetts Institute of Technology, el Max-Planck Institut für Geschichte y el Colegio de México.
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