crítica
El nuevo libro de Saviano: entre la belleza de sus páginas y el infierno de sus relatos
jueves 24 de septiembre de 2009, 20:55h
Roberto Saviano: La bellezza e l’inferno. Scritti 2004-2009. Mondadori. Milano, 2009. 250 páginas. 17,50 €
En estos días, se acaba de publicar en Italia el segundo libro de Roberto Saviano, titulado La bellezza e l’inferno, donde se recogen por primera vez sus escritos y artículos publicados entre 2004 y 2009, paralelamente al éxito mundial de Gomorra. El libro reúne perfiles, encuentros, reportajes –no exclusivamente sobre la camorra– y artículos del periodista napolitano publicados en diferentes medios. En sus páginas se encuentran los primeros ensayos de Saviano en contra de la mafia, con su estilo a medias entre periodista, reportero y escritor. El resultado es un texto apasionado, lleno de anécdotas, alternando páginas más intimistas con ensayos sobre la camorra y con otros de tipo militante, socialmente animados por el deseo de despertar la adormecida sociedad civil italiana, impasible frente a su degradación.
El autor de Gomorra narra su vida en “exilio”, una “cárcel móvil” que le impide quedarse en el mismo lugar por mucho tiempo y le obliga a una existencia bajo amenaza y control. En esta vida nómada, caracterizada por largos momentos de soledad y tristeza, el autor confiesa que su supervivencia se debe a la escritura, que pese a ser la responsable de su pérdida de la normalidad, representa al mismo tiempo la única manera que posee de sentirse vivo. Esta narración representa la parte más apasionada del libro: la escritura como ancla de salvación, instrumento para seguir sintiéndose vital, y arma para expresar las propias opiniones, esperando que los lectores reflexionen sobre sus palabras. Escribir es resistir; es la manera de forjar la resistencia, de dar a conocer sus ideas y su forma de pensar, de informar y generar opiniones…
El libro cuenta grandes historias de forma entusiasta e íntima, vividas en primer persona, mostrando cómo la belleza y el infierno representan dos realidades simultáneas, dos imágenes coexistentes: la oscilación entre estos dos polos –ligadas al pensamiento de Albert Camus– recuerda que la belleza y su negación coexisten al mismo tiempo y, aunque la segunda parece prevalecer, siempre queda algo que merece la pena ser recordado por su hermosura.
Entre tantas relaciones, la más reciente trata el terremoto de los Abruzzos y la destrucción que ha sufrido esta zona; Saviano subraya, sin embargo, cómo lo que representa una tragedia para algunos, podría convertirse en una ocasión, un negocio para otros (Irpinia docet, donde las ayudas para reconstruir la zona después del terremoto de 1980, fueron gestionadas por la Camorra). Luego, Saviano escribe acerca de varios personajes, radicados en este periodo actual o de su interés: desde Leo Messi, el joven “crack” argentino, y los duros comienzos de un futbolista al que quiso conocer “porque me hace recordar a Maradona”, a Enzo Biagi, decano del periodismo italiano, quien decidió invitarlo a su regreso a la televisión pública después de las “purgas berlusconianas” y al que entrevistó; desde Anna Politkovskaja, que pagó con su vida la persecución de su ideal, a Beppino Englaro, el padre de Eluana, símbolo de la lucha contra de la hipocresía moderna; desde el encuentro con Joe Pistano, el infiltrado en la mafia que inspiró la famosa película Donnie Brasco, a Giancarlo Siani, joven periodista napolitano muerto con sólo 25 años por escribir un artículo en que desvelaba la traición de un clan y que tenía para sí el mérito de considerar la camorra “como fenomenología de poder y no como fenómeno criminal”.
De gran interés resultan las páginas dedicadas a la criminalidad y sus intereses económicos: así, el ensayo sobre la cocaína, definida como el verdadero milagro del capitalismo contemporáneo, “el petróleo blanco” capaz de aumentar constantemente su facturación y cuya comercialización y venta representa un monopolio de las mafias italianas; si asombrosas pudieran parecer las rutas de las drogas (cuyos destinos son decididos desde Nápoles), el autor invita a no sorprenderse de que haya trazas de “polvo de coca” ¡en más del 80% de los billetes de banco italianos! Además, Saviano aporta el lúcido análisis del comandante provincial de los carabinieri de Nápoles, que subraya cómo “el mercado legal no es sólo infiltrado por los capitales generados por la coca, sino que determinado masivamente por estos capitales”.
En otro capítulo, Saviano relata los intereses económicos de la camorra en el sector edil, el monopolio de la construcción, los lazos entre la Campania y la Emilia-Romagna, de los hermanos Zagaria, que han conseguido trabajar implícitamente por el Pacto Atlántico construyendo la central-radar cerca de Lago Patria… Finalmente, se recogen los escritos de Saviano sobre la “emergencia” basura que se vivió en Campania hace más de un año, y de las injerencias de la camorra en el asunto.
Paralelamente, el autor se siente en la obligación de defenderse de tantas calumnias como le lanzaron, ya que, varias veces, le han tachado de “producto de marketing, plagiario o escritor monotemático”, o de ofrecer una mala imagen de su tierra (no hay que olvidar las palabras enfadadas del ex presidente del Consejo, Giulio Andreotti, tras ver Ladrón de bicicletas del grande Vittorio de Sica: “Los trapos sucios deben lavarse en casa”). Sin embargo, Saviano se declara orgulloso de ser atacado por cierta clase de escritores envidiosos o de políticos incomodados por sus palabras, subrayando que el fin de su escritura es movilizar la conciencia cívica, negándose a sucumbir al conformismo y al cinismo que parecen haber arrollado a Italia. El autor centra un punto importante de la actual situación italiana en que no hablar de los problemas cotidianos e históricos representa una manera de esconderlos; el peligro evidente es que esta indiferencia de los italianos, esta visión de una realidad incontrovertible, su forma de acostumbrarse a vivir en una contexto inmutable y sin posibilidad de rebelión, ha contagiado a todo el país y, por eso, quien grita su malestar o habla de que “otro mundo es posible” es atacado y considerado persona non grata.
Saviano ataca la vulgaridad italiana y, sobre todo, de los jóvenes de su tierra, acostumbrados a “contentarse”, a flotar en un mar de mediocridad, a limitarse a satisfacer su instintos más básicos, resignándose a vivir en una realidad que empeora cada día. De hecho, en algunas páginas del libro se subrayan algunas paradojas de Italia, donde aquél que abra una actividad comercial sabe que está obligado a pactar con “los señores del crimen”; donde lo que en otros países está garantizado por derechos, leyes y libertades, representa la excepción; donde un joven de algunas zonas del país está obligado a enfrentarse a la difícil decisión de si emigrar o no; donde, en partes del territorio, es imposible pronunciar algunos nombres o dedicarse a ciertas actividades sin temor de ser considerados “incómodos”.
Por eso, Saviano sigue adelante en su camino: en las páginas del libro, es evidente que el joven escritor napolitano teme más al ostracismo y al silencio que a los kalashnikov de los propios clanes criminales de Nápoles y Caserta. Por esa misma razón, Saviano sigue contando la miseria en que se halla su ciudad, los lazos criminales, la realidad degradada cotidiana. La esperanza es que su voz no se quede sola, que no represente un grito desesperado al vacío: su lucha en contra de la criminalidad organizada debe ser la de todos, recordando las palabras del juez Falcone: “La mafia es un hecho humano y como tal tiene un inicio y un final”.
Por Andrea Donofrio