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Normas arbitrarias e imbéciles

Laila Escartín Hamarinen
viernes 05 de febrero de 2010, 00:19h
Una soleada tarde, mi hija jugaba con su perra y tres niños más y su perro, en uno de los jardines de la Plaza de Oriente. En esta zona de Madrid no hay ningún lugar especialmente dedicado a los perros, y los muchos dueños de perros del barrio, a falta de algo más adecuado, dejan jugar a sus canes en los jardines afrancesados de la plaza. En esta precisa tarde en la que los niños y los perros jugaban con gran alegría, llegó una pareja de policías que los regañó y los ordenó con antipatía a icoger a los perros y dejar de jugar y estropear el césped. Yo observaba en silencio y decidí no enfadar a los policías con mis quejas, sin embargo, pensé: ‘¡qué fácil ponerse autoritario ante los niños!

A la noche siguiente, mientras paseábamos de nuevo al can, vimos una fogata arder en la misma plaza de Oriente, la panda de sin-techos del barrio se calentaban los cuerpos al calor del fuego. Esta fogata ‘homeless’ arde últimamente todas las noches en una fuente en la zona más próxima al senado, y nunca he visto que la policía llame la atención a los indigentes y les ordene apagar el fuego. Por lo cual deduzco, que la policía de Madrid considera mucho más peligroso a un grupo de niños y perros jugando en un jardín, que a un grupo de indigentes que enciende un fuego a dos pasos del palacio real. Extraño e incomprensible.

Vuelvo al tema del que escribí ya una vez: ¿cómo es posible que en una capital de la Europa del tercer milenio glorioso y patriarcal, se prohíba encender fogatas y montar tiendas de campaña en pleno corazón histórico de la ciudad a ciudadanos que pagan sus impuestos y en general acatan las normas y las leyes de convivencia ciudadana, al mismo tiempo que a ciudadanos (y no-ciudadanos), que viven al margen de la sociedad ensuciando estéticamente la ciudad y siendo focos de infecciones de todo tipo, se les permite montar sus chabolas de cartón, encender fuegos, cagar y mear en lugares públicos? ¿Creen acaso los vigilantes gubernamentales de seguridad que es muy ‘cool’, enrollado y solidario permitir a los pobrecitos indigentes hacer lo que se les pase por la cabeza, aunque sea a costa de poner en peligro el bienestar general de los ciudadanos? No sé si esto es buenismo o idiotismo, el caso es que yo como vecina del barrio de Palacio, no aprecio ni disfruto de ninguna manera de una pandilla de indigentes haciendo fogatas a dos pasos de mi casa, mientras que la policía (los maravillosos guardianes de nuestra seguridad) prohíbe con duras palabras a cuatro niños y dos perros inofensivos jugar.

Si a mí me obligan con amenaza de castigos a cumplir ciertas normas y leyes, por lógica democrática deduzco que las autoridades exigirán el cumplimiento de las mismas a estos individuos que han decidido vivir en la calle, es lo justo, lo correcto y lo honesto, ¿o no? O quizás deba considerar el irme a vivir a la calle para recibir el mismo trato de favor que ellos, quién sabe, quizás no sea tan mala idea.


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