Mrs. Obama ya está aquí
miércoles 04 de agosto de 2010, 21:32h
Michelle Obama no tiene el glamour de otras primeras damas del mundo, como por ejemplo la francesa Carla Bruni, pero es, seguramente, sólo después de su esposo, el personaje público de más relevancia que le ha podido tocar en suerte a la costa marbellí para tener la posibilidad de enseñar su mejor cara, después de años de aparecer con su peor perfil: una corrupción a mansalva más típica de los filmes mafiosos que de aquella época sofisticada que vivió no hace tanto la “milla de oro” y sus entonces paradisíacos entornos.
Que la esposa del hombre político más influyente del mundo haya decidido pasar, junto con su hija y un grupo de amigos, cuatro días de vacaciones en Villa Padierna, un lujoso hotel situado en la localidad de Benahavís, es, como decía uno de los vecinos de la zona, igual que si les hubiese tocado la lotería. Materialmente, ya se frotan las manos por todo lo que la visita les va a proporcionar. Y moralmente, seguro que también, porque por aquellos parajes ya estaban hartos de verse identificados sólo por los escándalos políticos y las consiguientes idas y venidas de determinados personajes públicos ligados al consistorio marbellí desde la cárcel al juzgado y, de allí, a los programas rosas de la televisión para seguir haciendo caja por contar lo incontable.
Dicen de Villa Padierna que allí la tranquilidad y el buen lujo están asegurados. Que sus campos de golf, sus jardines y su playa privada, lejos de las colmenas que salpican cualquier litoral español por culpa del amor al pelotazo inmobiliario, recuerdan a la Toscana, ese mítico lugar italiano, refugio e inspiración para los espíritus más sensibles y elegantes. Pero eso es mucho decir. Porque, una vez atravesados los elegantes muros del hotel andaluz, cuya carretera, además, ha tenido que ser asfaltada e iluminada a toda pastilla y eso que hablamos de un camino acostumbrado a ver rodar Ferraris y Bentleys, la vista hacia al mar siempre se ve obstaculizada por cemento y más cemento. Vale, el de aquella zona es más blanco y más distinguido que el grisáceo que asesina otras costas de la península y de sus islas, pero, en definitiva, cemento es.
El sol de Marbella como refugio de privilegiados príncipes sin trono o millonarios con ganas de intimidad, lujo y glamour hace tiempo que dejó de brillar con la intensidad acostumbrada. Algunos hay que quedaron de aquella época dorada al estilo de la dolce vita, pero en cuanto Gil descubrió el filón de infinidad de terreno no urbanizable, para él seguramente “desaprovechado”, empezó el declive al que tampoco son ajenos otros antaño maravillosos lugares de mar y naturaleza como Torremolinos o Javea. Y después de Gil y su popularización de la ciudad, llegaron más buitres para que nada de aquel “apetitoso cadáver” quedara sin producir provechosas ganancias a unos horteras, que, de la noche a la mañana, se vieron convertidos en millonarios, que atesoraban el dinero en bolsas de basura, compraban cuadros de Miró para decorar el cuarto de baño o varios pura sangre para corretear por el “jardín”.
En España, ya son pocos los lugares de mar y playa en los que éstos, el agua salada y la arena, sean los verdaderos protagonistas. Pero, de ello, por desgracia, no sólo se puede echar la culpa a determinados políticos canallas. En realidad, los españoles somos así. Lo llevamos en los genes. Es toparse con un lugar solitario y enseguida acuden a la mente mil formas de llenarlo y, encima, la mayoría con pésimo gusto. No, ni siquiera Villa Padierna, por muy especial que sea, se asemeja a la Toscana y sus parajes respetados por construcciones adecuadas a la zona. Tampoco a los pueblecitos de la Costa Azul. Pero ya que a Michelle Obama le han recomendado el lugar, bienvenida sea.
Escritora
ALICIA HUERTA es escritora, abogado y pintora
|
|