En un cementerio ingles en el condado de Oxford, Inglaterra, bajo un árbol, está la lápida deteriorada de unos de los escritores españoles más fascinantes y abandonados del siglo XX, Arturo Barea (1897-1957), autor de
La forja de un rebelde, una magnifica trilogía que narra la infancia y primera juventud del autor en Madrid de principios del siglo XX (
La forja), sus primeros pinitos literarios y experiencias en la guerra de Marruecos (
La ruta), y la Guerra Civil española (
La llama). Hijo de una lavandera, que se quedó viuda poco después de que él naciera, Barea apoyó al bando republicano como censor de los corresponsales extranjeros en Madrid.
(Foto: Sonia Chislett)Estos libros fueron publicados primero en los años 40 en Inglaterra, donde Barea vivió 18 años exiliado, por Faber & Faber (traducidos brillantemente por su mujer Ilse), luego se editaron en su original español en una edición argentina de 1951 y no vieron la luz en España hasta 1978, después de la muerte de Franco. Los padres austriacos de Ilse, refugiados judíos que escaparon de la persecución nazi, están enterrados al lado del pequeño monumento a Barea. Gran parte de la tragedia europea del siglo XX yace bajo las ramas de este árbol.
Encontrar su lápida ha sido mi obsesión durante un par de años, y este mes, durante mi cuarta visita a Faringdon, lo encontré, gracias a las indicaciones de Martin Murphy, autor de una biografía de otro intelectual español arrojado al olvido durante años, Blanco White (1775-1841), editado en inglés en 1989 y que se publicará este año en la editorial Renacimiento, y de Natalia Benjamín, una de los fundadoras de la Asociación de los Niños Vascos del ’37 en el Reino Unido.
Fue una verdadera emoción tocar la tumba, que encontré, por fin, en mi última visita a Faringdon, un histórico pueblo de la bella campiña inglesa, al descubrir a 400 metros del cementerio principal de la iglesia de Todos los Santos (All Saints) un anexo que me había pasado desapercibido hasta entonces. Contiene un error; Barea nació en Badajoz, no en Madrid.
Barea no fue el único exiliado que encontró refugio en una de las casas (
Middle Lodge) de la finca del aristócrata Lord Faringdon en Eaton Hastings, una aldea a las afueras de Faringdon (después de morir, las cenizas de Barea fueron esparcidas en el jardín de su casa). Este aristócrata era miembro del grupo conocido como
Bright Young Things (jóvenes brillantes) descritos en la novela
Brideshead Revisited de Evelyn Waugh y se transformó en socialista y pacifista. Apoyó activamente la causa de la República española y en 1936 trabajó en un hospital de campaña en el frente de Aragón durante la Guerra Civil.
En 1937, antes de la llegada de Barea a Eaton Hastings, unos 4.000 niños vascos fueron evacuados de Bilbao a Inglaterra en el barco ‘
Habana’ y un grupo de ellos vivió durante nueve meses en otra de las casas de la finca de Lord Faringdon (a pesar de sus principios socialistas no quiso compartir su mansión con los niños). Esta casa aún lleva el nombre de
Basque House (Casa de los Vascos). La madre española de Natalia Benjamín escapó de Madrid en 1937 con su padre y hermano y fue una de las maestras en otra colonia de niños vascos en Inglaterra. Después de los niños, esta casa fue habitada por cinco refugiados españoles adultos que escaparon de un campo de internamiento cercano a Perpignan, Francia, y vivieron un tiempo de camino al exilio en México.
Barea se convirtió en ciudadano británico en 1948, un año después de llegar a Eaton Hastings de otro pueblo ingles. Vivió allí hasta su muerte en 1957. Aparte de sus libros, fue una importante figura para los latinoamericanos, gracias a sus charlas semanales en el Servicio de América Latina de la BBC bajo el seudónimo “Juan de Castilla”. Nunca alcanzó la fama que mereció aunque sí se convirtió en un escritor bastante conocido en los últimos años de su vida (George Orwell elogió sus libros), tanto que las autoridades franquistas intentaron calumniarle durante una gira de 56 días por Argentina, Chile y Uruguay, organizada por la BBC en 1956. Se le describía como “el inglés Arturo Beria” — deformación deliberada de su apellido como una referencia al jefe de seguridad de Stalin que apuntaba al supuesto pasado de Barea como comunista-.
La embajada de España en Londres no ha mostrado ningún interés en restaurar su lápida. ¡Vaya memoria histórica!
www.williamchislett.com