EL IMPARCIAL
ya anunció en junio las intenciones de
Celestino Corbacho de marcharse a Cataluña para poner el broche a su carrera política. Pero no sólo eso. También sacó a la luz este periódico el profundo malestar del ministro por el ninguneo al que ha sido sometido por parte del presidente del Gobierno en las materias más sensibles de la legislatura.
Hoy, las mismas fuentes, muy próximas a Corbacho, celebran que respira tranquilo pese a la batalla electoral en la que va a ser partícipe en
Cataluña. “Se ha quitado un peso de encima, ha sufrido muchísimo estos dos últimos años”, reconoce uno de sus asesores. El ministro se marcha con la sensación de no haber podido actuar conforme a sus principios políticos, los mismos que le hacen tener una buena estima en Cataluña, donde su labor en materia de Inmigración es incluso alabada por la oposición. Pero llegó a Madrid, y aquí manda La Moncloa. Más concretamente el presidente del Gobierno.
La reforma laboral, admiten estas mismas fuentes, no fue elaborada por Corbacho sino, principalmente, por
José Enrique Serrano, jefe de Gabinete de José Luis Rodríguez Zapatero y quien ha hecho pasar algún que otro mal trago al titular de Trabajo en los últimos meses, sobre todo con motivo de la negociación colectiva, donde Corbacho no tuvo voz. “Es un buen nombre”, reconocen quienes le conocen, los mismos que ahora contemplan menos tenso a un político que ha logrado su propósito ante su incapacidad para desarrollar sus aptitudes: volver al lugar del que, ahora lo sabe bien, no debió salir.
José Ignacio Echániz es el portavoz del Grupo Popular en esta materia en el Congreso de los Diputados. Con él también ha hablado EL IMPARCIAL. Echániz cree que Corbacho “ha cogido su último tren” pues, valora el diputado, “habría sido cesado en la próxima crisis de Gobierno y no tendría donde ir”. Echániz fue protagonista este jueves de unas declaraciones en las que lamentaba tanto el documento como el proceso de aprobación de la reforma laboral. “Es una ocasión perdida en un momento trascendental”, opina.
Ante la pregunta sobre quién tendrá que bailar ahora con la más fea, es decir, quién sustituirá a Corbacho al frente del
Ministerio de Trabajo e Inmigración, Echániz estima que las quinielas, en estos casos, no suelen ir bien encaminadas. No obstante, afirma que el perfil del ministro entrante es indiferente porque “mandará Zapatero, al que le encanta pontificar en materias que desconoce y que necesitan de expertos”.
El horizonte para esa persona que ocupe el Ministerio no está muy claro. La previsible caída del sector del automóvil y la anunciada reducción de la inversión pública inyectarán presumiblemente más parados en las estadísticas estatales. En la era
Corbacho, dos millones de personas se han quedado sin empleo. En pocas semanas, ya en Cataluña, ya no será su problema y seguirá siendo el de Zapatero, obrador de las principales medidas laborales de la legislatura.