Representación, Suplantación, Impostura y Ridículo
miércoles 15 de septiembre de 2010, 14:46h
Es un lugar común que nuestra democracia dista de ser perfecta; nuestros modelos y mecanismos de representación dejan mucho que desear; pero lo que está aconteciendo en los últimos tiempos nos acerca más a una pantomima de democracia que a una democracia verdadera.
Las cautelas adoptadas en los momentos fundacionales han sido manipuladas en interés de parte y están pervirtiendo el objeto que pretendían defender. Se trataba, por ejemplo, de evitar la multiplicidad de partidos con representación parlamentaria que dificultaban la formación de los gobiernos estables y que, en definitiva, perjudicaron el funcionamiento de la Segunda República; para ello se primaba y se favorecía electoralmente a los grandes partidos (Ley di Hont). Asimismo y para evitar la corrupción se concedían abundantes y generosos fondos presupuestarios (entiéndase, del dinero de los contribuyentes) a las formaciones políticas que llegaban a obtener escaños. Si a ello unimos que el mandato constitucional de funcionamiento democrático de los partidos políticos nunca ha sido cumplido, nos queda la realidad actual de unos partidos cristalizados, más que consolidados, que se confrontan entre sí en las elecciones con tal aparato propagandístico que hace prácticamente imposible el competir con ellos (véase el caso del partido Unión Progreso y Democracia).
Como quiera que este mecanismo dificulta el control de los partidos por parte de la ciudadanía, se van convirtiendo en entes autónomos que se representan sobre todo a sí mismos; así de un modo poco perceptible, por lo constante y continuado, el tradicional mecanismo de representación (verdadera espina dorsal del sistema democrático) va convirtiéndose en una institución de suplantación de la ciudadanía, de los contribuyentes por parte de los partidos políticos; se explica así que los últimos sondeos de opinión, que recurrentemente venían mostrando un mínimo aprecio hacia la clase política, nos presentan a los políticos ¡como uno de nuestros principales problemas y preocupaciones! Paradójicamente los elegidos para resolver nuestros problemas son ellos mismos, nuestra principal preocupación, después del paro y de la crisis económica.
Pero hay más; nuestra legislación electoral, por razones complejas que no es el momento de analizar, favorece y propicia los pactos postelectorales que hacen no infrecuente que el partido más votado sea la oposición; se da así la llave de la gobernabilidad a partidos minúsculos que, a falta de principios y respetabilidad, hacen de la extorsión sobre todo su medio de vida y subsidiariamente, su recurso para exigir al partido con quien comparte el poder, la adopción de medidas que siendo contrarias al interés general les benefician particularmente; en este sentido fueron particularmente reveladoras las palabras de los portavoces de determinadas minorías en el Congreso con motivo de la aprobación de los Presupuestos Generales. Recuerdo la resolución parlamentaria por la que obligaba a denominar, en castellano, a las Islas Baleares con palabras que no existen en esa lengua.
Se llega de este modo, de la suplantación (de la voluntad popular) al ridículo. Ridículo que ha alcanzado recientemente su paroxismo cuando hemos visto en el Senado a dos políticos andaluces entenderse por medio de intérpretes; que además cuestan dinero a unas exhaustas arcas públicas.