Belén Esteban, la tercera vía
domingo 31 de octubre de 2010, 18:07h
Mentiras, mentiras y más mentiras. Hace días que miro a los políticos, los escucho y me echo a temblar. La crisis económica sigue, cual máquina apisonadora, triturando al país. Empresarios grandes y pequeños, obreros, estudiantes, parados, funcionarios… Nadie se libra, se ha librado ni se librará de esta plaga maligna que amenaza con quedarse entre nosotros por muchos años. Apoltronada en la inmundicia y la desidia de toda una panda de políticos que la ceba con sus errores y su incompetencia, la crisis económica está devorando, de abajo arriba, a todo un país, a toda una sociedad. Como si de un sacrificio a los dioses se tratara, la clase política entrega a cuanta mujer , hombre y niño haga falta, mientras asegura su futuro con sus sueldos vitalicios, pagas a largo plazo y mucha, mucha mentira con la que asegurarse frente a unas hipotéticas vacas flacas que, cuando alcanzas cierto grado de poder, no suelen llegar.
Veo como la pestilente crisis llega a mi alrededor. Cómo empieza a faltar dinero, trabajo e ilusión en personas que parecían intocables, a las que se les acaban las fuerzas y los recursos mientras en el Congreso y el Senado hablan y hablan y hablan, sin que entendamos nada. De poco sirven en este caso los traductores de lenguas vernáculas de la Cámara Alta. Cuando no se está diciendo nada, no hay nada que entender ni que traducir. Sólo que esto se va a la mierda ante la mirada vergonzante de una pandilla de tramposos que nunca entendieron que la res pública no es un patrimonio del que uno se adueña al ganar unas elecciones.
Mientras, miramos embobados a Belén Esteban, deseando en nuestro fuero interno, tener su suerte. Que bastara con contar nuestra última triste bronca con el novio, o aquel rollo patético que tuvimos hace dos años con un quinqui de Benidorm, para pagar la mitad de la hipoteca. Porque hasta eso parece más digno que conseguir llegar a uno de los puestos de más responsabilidad de un país con el único mérito de haber sabido ser la sanguijuela más avispada del partido. Para qué nos sirven los cinco másteres, los doctorados, los idiomas y la experiencia laboral, si, hoy en día, la mejor forma de conseguir un sueldo de por vida y de meter la mano en la bolsa pública reside en hacer de la trampa, el trepping y la mentira una profesión. Si no, que se lo diga a Pepe Blanco que, con la que está cayendo, no le tiembla la voz ni un poquito cuando dice que la última encuesta oficial revela no sólo que el paro ha bajado en el último trimestre, sino que las tres comunidades en las que el descenso ha sido más acusado son del PSOE, mientras aquellas en las que más ha subido están gobernadas por el PP. Resulta fácil crear empleo cuando éste es público, ¿verdad Pepiño? Ante este panorama, insisto, la Esteban parece un dechado de virtudes y casi empiezo a pensar que podrían incluirme entre sus posibles votantes, en caso de que se metiera a política.
Así, tal vez, nadie me tacharía de facha o pepera por el mero hecho de criticar a Zapatero y su equipo de impresentables. Porque, además de todo, como bien vimos después de la famosa pitada del día de la Hispanidad, todo lo que huela a oposición o crítica a ZP es extrema derecha, fundamentalismo y ranciedad. Con Rosa Díez ahogada y machacada por unos y por otros, y con unos nacionalismos desaforados, quizás no sea tan enloquecido afirmar que única esperanza para una tercera vía en España reside en la Esteban. A ver quién se atreve a llamar facha a la Princesa del Pueblo.
Periodista
Regina Martínez Idarreta es investigadora del Instituto Universitario Ortega y Gasset
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