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Política de marketing versus política de hechos

David Ortega Gutiérrez
martes 07 de junio de 2011, 13:16h
Estamos viviendo unos tiempos convulsos desde el punto de vista del hacer político, parece que algo se está moviendo, que algo está cambiando, no se sabe a ciencia cierta qué, pero posiblemente estemos cerrando un ciclo de forma o estilo de hacer política y nos estamos introduciendo paulatinamente en un escenario diferente. No únicamente, pero sí es el movimiento social y de protesta del denominado 15M (Puerta del Sol de Madrid) una muestra palpable de que algo se mueve y algo está cambiando. Ya hemos comentado muchas veces el lógico y preocupante desafecto creciente de la ciudadanía respecto de la clase política, que no sólo se palpa en la calle, sino que aquí sí científicamente las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) constatan desde noviembre de 2009, cuando la clase política se sitúa por primera vez como el tercer problema que perciben los españoles, con un porcentaje del 12%, que en abril de 2011 se va a más del 20%, ¿qué lecciones se pueden aprender de esta nueva realidad?

En primer lugar algo básico y esencial en la vida, admitirla y no negarla. Sin embargo, curiosamente, percibo en la clase política un ilógico corporativismo de no querer hacer autocrítica y no asumir la nueva realidad. Mala cosa si el principal afectado está fuera de juego. En segundo lugar existe un serio problema que podría resumirse en una palabra: credibilidad. La resignación y el escepticismo se han apoderado de la sociedad civil española, evidentemente la crisis económica y el consecuente paro tienen una gran parte de responsabilidad, pero no nos engañemos, lamentablemente el problema tiene mayor calado, es más de fondo, los españoles han perdido o, mejor dicho, están perdiendo la credibilidad en quienes tiene la nada desdeñable labor de gobernar una nación, de influir, para bien o para mal, en la vida de más de 46 millones de personas. Recuperar pues la credibilidad en la clase política solo puede hacerse por parte de los sujetos afectados y el camino a este respecto es muy sencillo, no fácil, pero sí claro: el ciudadano precisa de políticas claras, de hechos y no de marketing o meras palabras, que afronten con decisión sus principales problemas, los que afectan a su vida cotidiana, del día a día. El ciudadano ya no quiere grandes ideologías, es más pragmático, quiere principalmente buenos gestores de la res publica. El ciudadano cada vez es más autónomo y las concepciones del mundo ya se las elabora él, no necesita que ningún partido político venga decirle cómo tiene que entender la realidad que le rodea. Lo que demandan de los partidos políticos y quienes los forman se podría resumir en tres palabras, personas honestas, preparadas y eficaces.

El partido político que antes reaccione frente a esta nueva realidad y comience a andar por este camino, creo que tendrá mucho terreno ganado, bien es verdad que hay algunos partidos políticos tradicionales cuyas estructuras son demasiado viejas y obsoletas y tendrán mayores dificultades para adaptarse, que partidos políticos más jóvenes, con estructuras más ágiles y dinámicas, con menos rémoras organizativas y de concepto del propio partido, tampoco hay que olvidar que el siglo XXI es el siglo de internet y las redes sociales, del pluralismo, la tolerancia y la transversalidad, algo que a muchos todavía les ha pillado con el pie cambiado. El tiempo, como siempre, irá poniendo a cada uno en su sitio, pero la política de marketing tiene el recorrido que tiene, y creo que cada vez es más pequeño, frente a la paulatina pero indiscutible, política de los hechos, que tarde o temprano, llega inevitablemente a los ciudadanos.

David Ortega Gutiérrez

Catedrático de Derecho de la URJC

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