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¿Sirve de algo esforzarse?

Joaquín Albaicín
martes 06 de diciembre de 2011, 20:48h
Enfilando la calle Betis, a la altura de la casa donde nació “Maera” y casi llegando a la de la Troya, que inspirara varios episodios a la pluma de Cervantes, nos topamos con un caballero que, en pantalón corto, sentado en un poyete y sin echar cuentas a los más de cuarenta grados a la sombra que están cayendo, lee con circunspección una voluminosa biografía de Hernán Cortés (¡!). ¿Quién será? Lo heroico de la escena nos hace pensar en que España todavía puede volver a ser un país que funcione.

Está difícil, claro. Hoy he leído que, sólo en Andalucía, la Justicia ha ejecutado ocho mil desahucios en lo que va de año. Bueno, reste usted quince, para obtener la cifra exacta. Irónicamente, este uno de los logros señeros de la era socialista: el desahucio-express. Y, dejando a la gente sin casa, es muy difícil, evidentemente, que una tierra prospere…

En general, constituye tarea de colosos tirar hacia delante cuando se vive bajo el gobierno de una casta funcionario-leguleyo-policial que únicamente pone trabas en el camino hacia la prosperidad. De nada sirve el esfuerzo al escritor si los periódicos prefieren la firma del que escribe mal, pero practica a todas horas el noble arte del peloteo, a la del que escribe bien, pero maneja la lengua con rigor y opinión propios y, claro, hace sombra. De nada sirve el esfuerzo al empresario, si el ayuntamiento o el ministerio que le adeudan millones, hacen una llamadita a Hacienda para que se ocupe de él y deje de dar el coñazo, y, de la noche a la mañana, se encuentra con su empresa embargada, pese a no haber transgredido el código deontológico de su profesión ni en un ápice.

De nada sirve el esfuerzo al mileurista si, confiando en la palabra del director de su sucursal, ingresa 400 euros que le cuesta un mundo reunir para pagar una mínima parte de su deuda, y, al día siguiente, le son incautados vivienda, tarjeta de crédito y libreta de ahorros, con la excusa de que, claro, es que una cosa es lo que hablamos nosotros, pero el ordenador no sabe nada de eso, y ahora yo ya no puedo hacer nada… Son sistemas claramente sicilianos de enmudecimiento y eliminación del acreedor-deudor molesto, con la diferencia de que, al menos, los prestamistas y empresarios sicilianos tienen fama de cumplir caiga quien caiga con su palabra, incluso de cumplirla con excesiva escrupulosidad, una virtud de la
que, desde luego, los políticos carecen… De nada sirve el esfuerzo, en fin, si la única variable tomada en cuenta en los planes de recuperación económica es el interés de quienes practican a gran escala la codicia y la usura, y el legítimo derecho de los individuos y las familias a sostenerse por medio del honesto ejercicio de su vocación sólo es considerado un desagradable impedimento.

Cuando era niño, era impensable que el sueldo medio y el alquiler medio de una vivienda fuesen equiparables. Si el sueldo medio era de 1000, el alquiler medio era de 300, no de 1000. La presente equiparación entre alquiler y salario obliga a vivir en compañía o casarse por narices… y a casarse con una que tenga dinero o trabaje, porque, si contraes nupcias con un ama de casa o una en paro, al mes puedes estar en quiebra y, tres meses después, desahuciado, es decir, sin techo y en la calle. Porque de nada sirve el esfuerzo a nadie si, desde las instancias que dictan la política económica, la familia no existe y es considerada una institución a disolver o a dividir en entidades individuales de consumo.

Creo que habría que recuperar, desde el punto de vista legislativo, la noble tradición romana del Jubileo, según la cual, cada cincuenta años, quedaban condonadas todas las deudas públicas o privadas pendientes de pagarse en el Imperio. No se dude de que esta medida, junto con la de la reducción de los alquileres a una mensualidad media mucho más baja del salario medio, es lo único que puede devolver a la ciudadanía la ilusión y las energías necesarias para salir del bache.

No pasaría nada. Los ricos seguirían siendo ricos. Y los artistas, los pequeños empresarios, los comerciantes, los operarios, los campesinos… podríamos encarar el sol de cada día con la tranquilidad de que el esfuerzo, el sudor y el afán vertidos en la tarea obtienen una recompensa. Qué menos, ¿no? ¿O, después del desahucio-express, también hay que volver a legalizar la esclavitud? Pronto habrá en España un nuevo gobierno. ¿Cabe pensar en ocasión mejor para la proclamación del Jubileo? ¡Qué comienzo más noble sería ese!
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